Cathalunya, lo meylor regne despanya

Cataluña es el mejor reino de España, el más honrado, el más noble… estas palabras pronunciadas hace ocho siglos por el rey Jaime I de Aragón, se recogieron por escrito en el Llibre dels fets, la primera de las Cuatro Grandes Crónicas Catalanas. Jaume I el Conqueridor, rey de Aragón y Conde de Barcelona, es uno de los actores imprescindibles de la historia de Cataluña. Durante su reinado, entre otras cosas, se llevó a cabo la conquista de las islas Baleares y Valencia, que pasaron a integrarse en una formación política plural denominada Corona de Aragón. El Libro de los hechos del rey don Jaime es uno de los testimonios más importantes de aquel tiempo. Es una crónica escrita en catalán, y constituye uno de los pilares fundacionales de la prosa catalana.

Podría pensarse que la cita ha sido rebuscada para defender la españolidad de los orígenes de Cataluña, o que se hurga en las fuentes para erosionar los mitos del nacionalismo catalán; pero no es así. Basta leer esos textos para comprobar que la idea de España, como conjunto, y la de Cataluña, como territorio particular integrado en esa totalidad, está presente en numerosas ocasiones. El orgullo del autor por su tierra y sus gentes le lleva a menudo a afirmar que tal caballero catalán es el más valiente de los caballeros españoles, o que cierto castillo, catalán también, es el más fuerte de toda España.

La singularidad de Cataluña y la pluralidad de España son ideas recurrentes en el proceso de construcción nacional de Cataluña y España durante la Edad Media. Para Jaime I, España estaba constituida por cinco reinos cristianos que luchaban contra los musulmanes del sur en defensa de la Iglesia, y para engrandecerse. Mientras Castilla tendía a unificar los territorios que conquistaba, la experiencia aragonesa avalaba la conservación de la diversidad institucional de los reinos agrupados en torno a una monarquía paccionada. Los reyes de Aragón fueron conscientes de la existencia de una comunidad de intereses con Castilla en su lucha contra el islam andalusí, y pactaron en repetidas ocasiones el alcance de sus conquistas, trazando unas fronteras que todavía se perciben en la administración territorial española de hoy día.

No se puede decir que la construcción de España fuera un objetivo concreto de las políticas de los reyes hispánicos de la Edad Media, pero sabían que lo que era bueno para unos, también lo era para los otros. Jaime I no fue un mero espectador de estas cosas. Cuando preparaba la conquista de Valencia, surgieron diferencias con los nobles. Convocó cortes en Zaragoza y, ante los sorprendidos cortesanos, expuso que un fraile franciscano había recibido en sueños la visita de un ángel para comunicarle la preocupación de Dios por los asuntos españoles. La guerra contra los sarracenos no avanzaba, y que solo el rey don Jaime sería capaz de conseguir la salvación de España. A lo que Gimeno de Urrea, por el brazo nobiliario, contestó que buenas son las visiones, pero –mientras tanto– ellos seguirían deliberando sobre las propuestas del rey.

La unificación política de los reinos hispánicos medievales fue el resultado de procesos complejos de integración territorial. La mayor parte se unieron al final de la Edad Media, aunque otros, como Portugal, no. El derecho feudal y las uniones dinásticas diseñaron unas débiles estructuras jurídicas y constitucionales sobre las que se creó la moderna Monarquía Hispánica. Lo más sorprendente es que, a la postre, hayan perdurado a lo largo de los siglos. La integración de Cataluña en este proceso se remonta al siglo XII, cuando el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV recibió en depósito el Reino de Aragón, gracias al pacto matrimonial con Petronila, hija de Ramiro II. Fue un acuerdo beneficioso para la casa condal barcelonesa, libremente aceptado por las partes. Nadie podría creer que el conde, un joven de 23 años, se viera obligado a casarse con una princesa que apenas contaba un año de edad. El matrimonio, lógicamente, si es que puede decirse así, no se consumó hasta pasados 13 años.

Desde entonces, Cataluña nunca ha sido un territorio independiente, y España ha sido cada vez más plural. Por supuesto que el mantenimiento de la unidad tuvo costes y muy elevados. El más importante, sin duda, el fracaso de la expansión catalana por Occitania, las tierras del Midi francés. Todo concluyó de forma dramática en Muret, el año 1213, cuando el rey Pedro II, padre de Jaime I, murió luchando contra los cruzados de Simón de Montfort.

A finales de ese mismo siglo XIII otro rey, Pedro III el Grande, hijo de Jaime I, restablecía la memoria de sus antepasados haciéndose coronar rey de Sicilia, con lo que impulsaba la expansión aragonesa por el Mediterráneo. El Papa le excomulgó por ello, y el rey de Francia concentró tropas en la frontera para invadir Cataluña. Antes de partir a su encuentro, el rey don Pedro se entrevistó con el de Castilla, Sancho IV, para asegurarse su apoyo. El problema se resolvió con acuerdos, como otras veces, por lo que no voy a detenerme en ello. Lo más interesante es el comentario del cronista Ramón Muntaner, cuando afirma que si los reyes de España estuvieran unidos, no tendrían nada que temer: si aquests Reys de Espanya, qui son una carn, e una sanch, se tenguessem ensemps, poch duptare tot laltre poder del mon.

Francisco Ruiz Gómez, catedrático de Historia Medieval de Castilla-La Mancha.

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