Cavilaciones de un votante catalanista

Mi padre, uno de los fundadores de Esquerra Republicana de Catalunya, pagó con 40 años de exilio la pasión por sus ideas sin dejar de ser nunca un hombre moderado. Era lo que antes llamábamos un catalanista. Una condición que se puede resumir diciendo que Catalunya era su patria, el catalán su lengua, España un país en el que aspiraba a sentirse a gusto (no siempre lo consiguió), y Europa, el lugar menos malo para vivir desde que Francia le acogió como refugiado. A este bagaje familiar, yo le añadí, como muchos jóvenes de mi generación, una cultura de izquierdas. La del PSUC. De la historia de mi padre y de mi propia experiencia política aprendí que Catalunya únicamente avanza cuando está unida. Por la falta de unidad, se perdió la guerra. Por la división actual también podemos perder mucho. Mucho de lo que el PSUC contribuyó a edificar.

Esta es mi primera reflexión cuando cavilo acerca de las próximas elecciones. Es la de un catalanista de izquierdas que ha contemplado el procés con sentimientos encontrados. Al principio, con la esperanza de que sirviera para avanzar, y luego con una aprensión creciente ante una deriva unilateral que ha fracturado la sociedad catalana y ha puesto en riesgo los logros de las últimas décadas. Soy consciente de que este modo de pensar es minoritario entre quienes procedemos del catalanismo. Lo puedo entender, por la política desdichada y cerril del Partido Popular, pero estas no son elecciones para cambiar el Gobierno de España, sino para tener un gobierno que ponga fin al desconcierto que vive Catalunya. Un gobierno que evite el peligro de decadencia que nos acecha.

Yo aspiro a que el nuevo Parlament alumbre una mayoría capaz de defender una política social progresista y a restañar las heridas que han dejado el procés y los zarpazos del Estado. Con más recursos, más poder institucional y más influencia en la política española y europea. No votaré por quien pretenda repetir las aventuras unilaterales, ni por nadie que pretenda pegarle un hachazo a la autonomía. A muchos les parecerá poco, pero todo depende de las expectativas que uno tenga. Frente a la insensata huida hacia adelante de los últimos meses y el peligro de una actitud regresiva por parte de la derecha española, no estaría mal. No me gusta la palabra normalidad, pero la reclamo. Entre otras cuestiones, para pedir que no haya políticos en las cárceles.

¿A quién votar para que se implemente un programa de esta naturaleza? La decisión no es fácil. Entre otras razones porque no hay partido que pueda gobernar en solitario. En consecuencia, mi voto será para quien esté en condiciones de impulsar una coalición transversal, regeneradora, democrática, que acabe con la fractura y la lógica de los bloques. Catalunya en Comú es la única formación que aspira a superarlos de un modo explícito (ni DUI ni 155). Sacará pocos escaños, pero el día 22 pueden ser preciosos. Sobretodo si Xavier Domènech no comete la imprudencia de repetir viejas fórmulas y se abre a otras, más amplias, hechas de adhesiones y abstenciones, y que reflejen mejor la ola de fondo que se observa en la sociedad catalana. Lo contrario seria un suicidio por fagocitosis.

De todos modos, la polarización solo terminará cuando los bloques se resquebrajen desde dentro. De lo contrario, se impondrá la deriva populista y cesarista de Carles Puigdemont que emerge como una poderosa fuerza, con la consiguiente respuesta del Estado. Hace unas semanas, Oriol Junqueras intuyó este escenario. Fue el primero en dejar de lado la unilateralidad. Me pareció una decisión de gran valor y me acordé de mi padre. Mariano Rajoy y los jueces han intentado cercenar esta posibilidad. Y Puigdemont también, subiendo las apuestas desde Bruselas.

Queda Miquel Iceta. Se colocó en el bloque constitucional con un selfi que a muchos nos pareció ominoso, pero que cortó de raíz la sangría electoral de su partido. Y desde una clara oposición a la DUI ha tejido un discurso político. Catalanista. A la vieja usanza. No sé cuántos votos tendrá la noche del 21, pero si se produce la carambola que las encuestas predicen, estos también valdrán mucho el día 22. Como los de Domènech. Aunque juntos no sumarán. Ni siquiera añadiendo los de ERC. Hará falta alguien más. O alguna abstención sonada. O formulas nuevas que ahora son difíciles de imaginar.

Tal como van las encuestas, puede que hagan falta dos llaves. Y que la otra la tenga Inés Arrimadas, que cuenta con la ventaja del 'caballo ganador'.  No creo que su victoria la lleve a la presidencia de la Generalitat. Pero sin su voto o abstención es muy difícil que se pueda abrir una nueva etapa en la política catalana.

Andreu Claret, periodista y escritor.

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