¿Cazas occidentales para Ucrania? Puede, pero no es tan sencillo

Un aviador de la Fuerza Aérea de EEUU dirige un F-16 en la base aérea de Fetesti, Rumania. Reuters
Un aviador de la Fuerza Aérea de EEUU dirige un F-16 en la base aérea de Fetesti, Rumania. Reuters

La idea de proveer a Ucrania con aviones de combate procedentes de los arsenales de los Aliados lleva sobre la mesa desde prácticamente el comienzo de la guerra hace ahora ya más de un año. El 27 de febrero de 2022, el responsable de Asuntos Exteriores y de Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, anunció a la prensa que los Aliados se preparaban para entregar a Kiev aviones de combate, aunque sin especificar ni países donantes ni modelos o cantidades concretas de aviones.

En aquel momento parece que existía una negociación en curso para la entrega de aviones de factura soviética aún en servicio en países de la OTAN, que recibirían a cambio compensaciones en forma de ayuda militar variada, como otros aviones estadounidenses de segunda mano o la protección de su espacio aéreo por unidades de estados vecinos y aliados.

Sobre la mesa estaban los Mig-29 en servicio en Polonia, Bulgaria o Eslovaquia, aviones que se podrían haber integrado con rapidez en el arsenal ucraniano al disponer ya desde hace décadas con estos aviones en su inventario, e incluso contar con una industria especializada en el mantenimiento y modernización de estos modelos concebidos y producidos en la era soviética.

Aquella operación fracasó, según la publicación estadounidense Politico, por la indiscreción de Borrell, ya que se trataba de una operación secreta, con la intención de no cruzar una posible línea roja para el Kremlin por una excesiva implicación de los países donantes en la guerra entre Rusia y Ucrania.

Desde entonces, periódicamente, ha salido a la palestra la posibilidad de entrega de aviones de todo tipo a Ucrania, con una clara campaña propagandística por parte de Kiev para unir a la causa a la mayor cantidad posible de políticos, periodistas y gobernantes. Incluso se ha llegado a saber que, gracias a una masiva entrega polaca de piezas de repuesto y munición almacenada, Ucrania pudo poner en situación de “listos para el combate” un número indeterminado de aviones Mig-29 que tenía almacenados y dados de baja.

Pero ahora la cuestión es otra muy distinta, y se plantea la posibilidad de entregar a Ucrania aviones de diseño occidental, lo que entraña no pocas complicaciones de todo tipo.

El alto mando ucraniano anunció a principios de 2023 que, tras haber visitado los Estados Unidos y estudiado y analizado las opciones disponibles, ya había sido seleccionado el futuro avión de combate ucraniano, aunque sin especificar ni el modelo elegido, ni cantidades a recibir ni fechas de entrega. Este anuncio parece tratarse más de una maniobra de presión al Gobierno de Washington para que apruebe la entrega, que la confirmación de una decisión real comunicada por Washington a Kiev.

Pero la campaña ucraniana para recibir la máxima ayuda militar posible sigue cosechando éxitos, y ya hay una gran cantidad de personalidades que, una vez logrado el envío de decenas de carros de combate Leopard, Challenger y Abrams, busca ahora que se le entreguen aviones de combate a Kiev con los que parar a Moscú: influyentes congresistas estadounidenses, el presidente Macron, el primer ministro Sunak o incluso el presidente español, Pedro Sánchez, se han mostrado abiertos a estudiar dicha posibilidad.

Ahora bien, ¿es sencillo entregar cazas a Ucrania? La verdad es que no, en absoluto.

Los aviones de combate son, a buen seguro, la pieza tecnológicamente más avanzada y compleja de los arsenales occidentales, y por ello tienen unos requerimientos para ser operados y mantenidos muy estrictos, complejos y de no fácil aprendizaje. Disponer de poder aéreo con el que enfrentarse a un adversario requiere de mucho más que disponer de unos adecuados aviones de combate.

Estos aviones han de ser pilotados por pilotos muy bien adiestrados, y operados y mantenidos por una importante cantidad de personal en tierra, desde mecánicos hasta armeros, pasando por personal que reposte los aparatos, algo que aunque parezca fácil no lo es, especialmente en algunos modelos como el F-16, que cuentan para emergencias con un depósito de la altamente tóxica hidracina.

Aun disponiendo Ucrania de pilotos experimentados y con altos niveles de inglés que asimilen con rapidez los conocimientos necesarios para aprender a volar un avión como el F-16, tardarían al menos unos dos o tres meses en finalizar sus cursos de vuelo. Una vez sepan volar con ese modelo de avión, deben aprender a combatir con él, para lo que aprenderán maniobras y tácticas avanzadas para combate aire-aire y aire-suelo, así como los procedimientos de uso de distintos tipos de munición y de avanzados sensores como el radar de a bordo, las contramedidas electrónicas, o los sistemas de localización de blancos y puntería como el “Sniper” o el “Litening”, por nombrar solo los más relevantes.

Al mismo tiempo, hay que enseñar a los mecánicos las complejidades de unos sistemas que les son totalmente desconocidos: motor, radar, sistemas electrónicos... Otro tanto le ocurriría a personal de repostaje y armeros, que si bien cuentan ya con dilatada experiencia, precisan aprender nuevos procedimientos y la casuística propia de medios muy distintos a los que acostumbran a trabajar. Esto incluye todo tipo de herramientas, utillaje y maquinaria necesaria para el correcto mantenimiento y operación de unos sistemas de armas mucho más avanzados de los que actualmente cuentan en servicio, y eso requiere mucho tiempo si se quiere llevar a cabo de forma eficaz.

Aunque los ucranianos se han mostrado como unos excelentes alumnos en las academias occidentales hasta la fecha, y seguro que los aviones entrarían en combate sin haber finalizado los exhaustivos planes de adiestramiento previstos para sus colegas de otros países, la cifra de seis meses a un año resuena, a modo casi de condena penitenciaria, sobre las cabezas de los responsables encargados de poner estos cazas al servicio de Kiev, que no parece disponer de tanto tiempo para frenar los actuales avances rusos, hacer frente a una nueva ofensiva enemiga, y tratar de recuperar los territorios ucranianos anexionados ilegalmente a Rusia.

Otra cuestión muy importante, y de la que no se ha hablado, sería saber hasta qué punto se podría permitir Ucrania liberar una importante cantidad de sus más experimentados aviadores y mecánicos para asistir a los cursos de los nuevos modelos, mientras la guerra sigue su siniestro curso diario. Como poco parece poco probable.

Para reducir estos tiempos se habla de que mercenarios occidentales puedan actuar como pilotos o mecánicos, e incluso que los aviones podrían pasar a alguna base aliada fronteriza para recibir mantenimiento. Pero, en ambos casos, todo parece indicar que esto sería visto por Moscú como una agresión directa de la OTAN a Rusia, con los riesgos que ello acarrea, tal y como acaba de asegurar esta pasada semana el expresidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitry Medvedev.

Si finalmente se decidiese enviar aviones de combate a Ucrania, lo que en principio parece más lógico sería, tal y como ya se previó desde el comienzo de la guerra, primero enviar los aviones Mig-29 aún en servicio en Occidente, como los polacos y eslovacos, estos últimos ya modernizados hace unos años por Bratislava y que aún pueden ayudar al esfuerzo bélico ucraniano.

En una segunda fase, y tras completar el necesario adiestramiento de pilotos, mecánicos y personal de tierra, podrían llegar otros aviones de factura occidental, seguramente los ya dados de baja recientemente o que estén al final de sus vidas operativas, ya que ningún Estado europeo en su sano juicio pondrá en peligro su seguridad por vaciar sus propios arsenales para dotar con ellos a las unidades ucranianas.

Dentro de los posibles aparatos que se le podría así entregar a Kiev estarían los F-16 estadounidenses y holandeses (aunque hay más países que los acaban de dar de baja o están a punto de hacerlo, como Dinamarca, Bélgica o Noruega), Eurofighter Trancha 1 británicos o alemanes, Mirage 2000 franceses, Tornado alemanes, AMX italianos y F/A-18 españoles, aunque cualquier decisión al respecto que se tome debemos recordar que deberá contar con el visto bueno del país fabricante del modelo, lo que obliga a un gran acuerdo político internacional para poder llevar a cabo la entrega.

De entre todos ellos nos aventuramos a decir que los F-16 parecen ser los favoritos por el mando ucraniano, por una combinación de polivalencia y relativa sencillez, tanto de pilotaje como de mantenimiento, lo que permitiría ponerlos antes en servicio y sacarles el mayor rédito operativo posible, en misiones tanto contra los aviones rusos como contra las formaciones blindadas y acorazadas que masacran las poblaciones ucranianas.

Las últimas noticias hablan de dos pilotos ucranianos desplazados a los Estados Unidos para evaluar a través de simuladores de F-16, los plazos mínimos realistas para poder adiestrar a los valientes pilotos ucranianos, mientras Rusia amenaza a los Aliados una vez más por la entrega de este tipo de material a Kiev.

Solo el tiempo dirá de lo que son capaces unos y otros en esta guerra que nos acecha desde ya hace más de un año.

Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.

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