Cerebros africanos para África

Por Louis Michel. Comisario europeo para el Desarrollo y la Ayuda Humanitaria (EL PERIÓDICO, 02/01/06):

Desde 1990, cada año más de 20.000 personas abandonan el continente africano para emigrar a Europa y a América del Norte. En los países más pobres, millones de personas están dispuestas a probar suerte, a veces en condiciones inhumanas, asumiendo enormes riesgos para mejorar su nivel de vida y el de los suyos. La pobreza, el desempleo, las violaciones de los derechos humanos, los conflictos armados y la ausencia de servicios sociales como la sanidad y la educación figuran entre los factores que les mueven a jugárselo todo para venir a nuestros países. Pero en nuestros países ricos la población también está preocupada por el desempleo, la inseguridad y la falta de certezas de un mundo que cambia y evoluciona y cuyos movimientos de aceleración son imprevisibles.

AL MISMO tiempo, Europa necesita nuevos inmigrantes, por una parte para sustituir a nuestras poblaciones envejecidas y, por otra, para paliar la falta de recursos humanos en determinados sectores de nuestras economías. Dos categorías de inmigrantes responden particularmente a esta necesidad: los que están dispuestos a aceptar empleos mal pagados, duros o peligrosos, desdeñados por nuestros propios ciudadanos, o bien profesionales altamente cualificados. En efecto, actualmente faltan en la Unión Europea cerca de dos millones de técnicos y especialistas, especialmente en el sector de la sanidad y en el de la informática y las nuevas tecnologías. Debido a este déficit, los países industrializados han emprendido campañas de contratación en el extranjero, especialmente en el África subsahariana. Sin embargo, precisamente allí es donde la pérdida de mano de obra cualificada y la fuga de cerebros tienen consecuencias más dramáticas para el desarrollo del continente. Este éxodo acentúa la dependencia de las economías africanas, obligándolas a recurrir a fuentes de conocimientos extranjeras y de alto coste en innumerables ámbitos, creando así un círculo vicioso creciente. ¡Es absurdo e insostenible que los países africanos dediquen cada año aproximadamente 4.000 millones de dólares para pagar a unos 100.000 no africanos! En la era de la globalización, es cada vez más difícil frenar la libre circulación de la mano de obra cualificada. Y es evidente que las medidas que se adopten para frenar este fenómeno sólo tendrán éxito si son apoyadas por los países de destino, los mismos que, por carecer de suficiente personal cualificado, promueven directa o indirectamente ese éxodo. Antes de profundizar en la discusión, un aspecto debería quedar claro. Cualesquiera que sean las medidas estudiadas para romper el antagonismo entre migración y desarrollo, tanto la migración como el retorno deben seguir siendo el resultado de una opción personal del individuo.

ES URGENTE la cooperación internacional para encontrar soluciones a este fenómeno y para invertir sus efectos devastadores en el desarrollo. Es preciso construir puentes entre los países de acogida y los países de origen de los migrantes, de manera que, por ejemplo, las competencias adquiridas en el país en el que se hayan formado puedan servir prioritariamente en su país de origen, merced a un acompañamiento en forma de ayudas a la reinstalación, a la puesta en marcha de pequeñas y medianas empresas, o de apoyo a las administraciones públicas en las que vayan a prestar sus servicios. En particular, la comunidad internacional, con Europa a la cabeza, debe ayudar a los 11 países africanos que aún no tienen ninguna escuela de medicina a crear centros de formación. De igual modo, ¿por qué no crear centros regionales de enseñanza de ciencias, de investigación y de desarrollo? Debemos aportar un apoyo presupuestario a los organismos sanitarios para animar a los posibles candidatos a la emigración a permanecer en su país. También debemos ayudar a los africanos a crear redes de excelencia con vínculos privilegiados con instituciones en Europa. Estas redes deben poder beneficiarse de una utilización creciente y más eficaz de las nuevas tecnologías de la información y de iniciativas tales como la telemedicina. Por último, más allá de estas consideraciones, no estaría de más recordar que los fenómenos migratorios son intemporales, y que, desde un punto de vista histórico y con una perspectiva a largo plazo, este fenómeno produce siempre efectos benéficos para los migrantes, sin duda alguna, pero también para las sociedades que los acogen, sea por interés o sea en nombre de la solidaridad universal.