Cerrar la brecha de habilidades laborales

En una época en la que el desempleo está por las nubes, puede parecer razonable suponer que las empresas no tienen que preocuparse por encontrar trabajadores. Pero una reciente encuesta de McKinsey realizada a más de 2.800 empresarios en todo el mundo enfatiza cuán errónea es esta percepción. Cuatro de cada diez empleadores dijeron que no pueden encontrar trabajadores que ocupen puestos de nivel de ingreso en sus empresas, y más de un tercio de los encuestados dijo que sus negocios están sufriendo por la falta de trabajadores en el mercado laboral con las habilidades apropiadas.

Al mismo tiempo, los jóvenes de todo el mundo están luchando para encontrar trabajo. Mientras que la crisis de la eurozona ayuda a explicar por qué más de la mitad de los jóvenes en Grecia y España están en desempleados, las economías en rápido crecimiento como las de Sudáfrica y Nigeria están experimentando tasas similares de desempleo juvenil. En el Medio Oriente y África del Norte, uno de cada tres jóvenes se encuentra desempleado. Y, en los Estados Unidos, el año pasado aproximadamente la mitad de los titulados que recibieron el grado de licenciatura menores de 25 años se encontraban desempleados o subempleados después de graduarse.

Todo esto apunta a un costoso desfase en las habilidades que se necesitan en la economía de hoy en día. Solamente en los EE.UU., el costo de oportunidad de no mejorar la educación ascendería a 1,7 millones de millones de dólares hasta el año 2030. De manera similar, si cierra su creciente brecha de habilidades, China podría aumentar su PIB en 250 mil millones dólares hasta el año 2020. Entonces, ¿por qué no se está haciendo más para garantizar que los jóvenes adquieran las habilidades que necesitan?

El problema tiene su origen en las percepciones divergentes entre los distintos actores del mercado de trabajo. Más del 70% de las instituciones educativas encuestadas por la consultora McKinsey cree que sus graduados están preparados para el mercado laboral; más de la mitad de los empleadores y de los jóvenes no están de acuerdo con ello. Para cerrar esta brecha se requiere que los educadores y los empresarios trabajen en conjunto y de manera más estrecha. Los empleadores deben comunicar sus necesidades a los educadores y los educadores tienen que proporcionar a sus graduados las herramientas que les permitan satisfacer dichas necesidades. El problema es la falta de vínculos, así que la solución es crear más vínculos.

Pero no será fácil alcanzar dicha sincronización. Una tercera parte de los empleadores nunca interactúan con los proveedores de educación, mientras que solamente el 15% lo hace una vez al mes o más. Ambas partes se beneficiarían de la construcción de fuertes vínculos de reciprocidad, mediante los cuales los empresarios podrían comunicar a los educadores lo que necesitan (e incluso podrían ayudar a diseñar planes de estudio y podrían ofrecer a sus empleados como docentes) y los educadores ofrecerían a los estudiantes aprendizaje y experiencia prácticos.

De hecho, algunas iniciativas prometedoras están en marcha. Muchos empleadores en la industria automovilística, la del turismo, la manufactura avanzada y construcción de navíos han adoptado la modalidad de “pre-contratación” de jóvenes – es decir, estos empleadores les garantizan un trabajo si completan un riguroso programa de entrenamiento.

Un ejemplo útil es la cooperación entre el gigante energético estatal brasilero Petrobras y Prominp – una coalición de agencias gubernamentales, empresas, asociaciones empresariales y sindicatos – destinada a liberar todo el potencial del sector petrolero y gasífero del país. En primer lugar, Petrobras y Prominp desarrollan una proyección de cinco años del personal necesario en áreas que requieren habilidades específicas, tales como la soldadura en astilleros, instalación de tuberías e ingeniería petrolera. Luego, Prominp identifica una institución educativa con la cual desarrollar un plan de estudios apropiado, de manera conjunta con las empresas seleccionadas y con el objetivo de capacitar a 30.000 personas al año. Petrobras paga el 90 % de los costos, y el gobierno cubre el resto.

Sin embargo, estas iniciativas siguen siendo muy escasas en número y demasiado estrechas en su alcance para resolver el desfase a nivel mundial en el ámbito de habilidades. Por otra parte, el desarrollo de programas eficaces requiere de muchos más datos acerca del trayecto que recorren los jóvenes desde su educación al empleo de los que se tienen a disposición actualmente.

Los gobiernos pueden desempeñar un papel fundamental en la recopilación de los datos necesarios para determinar qué habilidades están en demanda y qué tipo de formación es eficaz para adquirirlas. Por ejemplo, el Observatorio del Trabajo de Colombia rastrea el progreso de los estudiantes – incluyendo dónde asistieron a la universidad, lo que estudiaron, cuándo y dónde fueron empleados por primera vez, cuáles fueron sus salarios iniciales, y si recibieron ascensos – hasta por cinco años posteriores a su graduación. Los futuros estudiantes pueden utilizar esta información para obtener una imagen mucho más precisa de sus perspectivas a futuro.

Por supuesto, los jóvenes deben ser proactivos si se desea que estos planes sean eficaces. Menos de la mitad de los jóvenes que McKinsey encuestó afirmaron tener al menos un conocimiento básico sobre los salarios promedio o sobre la prevalencia de las oportunidades de empleo en su campo elegido. Entonces, no es de extrañar que la mitad de ellos no estén convencidos sobre que sus estudios post-secundarios hubiesen mejorado sus oportunidades de empleo.

Los estudiantes deben tener dominio sobre todos los aspectos relacionados a su educación y deben apropiarse de los mismos. Antes de inscribirse en un programa académico o vocacional, los futuros estudiantes deben investigar las tasas de colocación laboral y deben informarse sobre cómo y con qué frecuencia la institución educativa interactúa con los empleadores. Además, deben tener una comprensión integral sobre cómo pueden adquirir y demostrar las habilidades que se aplican al campo de su elección. En términos más generales, ellos deben utilizar los datos existentes sobre el mercado de trabajo para realizar decisiones mejor informadas.

Si el mundo continúa en su curso actual, los desequilibrios en el mercado laboral empeorarán significativamente en los próximos años. En efecto, el mundo se enfrenta ante una posible escasez de entre 30 a 40 millones de trabajadores con educación universitaria en el año 2020, y ante un posible superávit de 95 millones de trabajadores poco calificados.

Los beneficios económicos de reequilibrar el mercado de trabajo mundial son muy convincentes; los costos humanos de no hacerlo son enormes. La obligación que tienen las empresas, los educadores, los gobiernos, y los jóvenes en cuanto a tomar medidas al respecto no podría ser más fuerte.

Mona Mourshed leads McKinsey & Company’s global education practice. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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