Cervantes soldado: la forja de un genio

Indiscutiblemente Miguel de Cervantes ya albergaba desde muy joven las trazas de la genialidad. Lo detectó Juan López de Hoyos, que encargaba a su «querido y amado discípulo» sonetos, redondillas, coplas y tercetos. Lo mismo hizo aquel nuncio de Pío V, Julio Aquaviva que, tras las exequias celebradas en Madrid por la muerte del príncipe Carlos hijo de Felipe II (1568), se lo llevó como «familiar» a Roma. Para Cervantes, un viaje pagado a Italia merecía la pena. Pasó por Valencia, Barcelona y por las provincias meridionales de Francia, las que describe en La Galatea. Al año siguiente (1569), sentaba plaza como soldado. Regresaría a España once años después.

Seguramente no fue el único soldado de los Tercios españoles al que le tocó servir en Lepanto (1571), en Navarino (1572), en Corfú, Bizerta y Túnez (1573) y en el fallido socorro de La Goleta (1574); que conoció seis meses de hospitales en Mesina y, finalmente, cinco largos años de cautiverio en Argel hasta ser rescatado por los Trinitarios.

Pero quizás sí fue el único que supo extraer de estas vivencias -se aprende más de fracasos que de triunfos- de este entorno, una extensa obra literaria -prosa, poesía, teatro- entre la que destaca sin discusión su «Don Quijote». Sus experiencias militares están presentes en la mayor parte de su obra. En ella prevalece su lealtad a los valores de la época: cristiandad, España, Rey, sin descuidar otros anteriores caballerescos en los que seguía creyendo, tales como la justicia, la caridad, la protección al débil.

Ya de vuelta a España, entre la publicación de la primera parte del «Quijote» (1605) y la segunda (1615), vivirá un período de paz en Europa, la llamada Tregua de los Doce Años. Y no hay duda de que cuando muere, en 1616, aquel «viejo, soldado hidalgo y pobre» como reza la autorización a la segunda parte de su «Quijote», era consciente de haber sido testigo de momentos de trascendencia histórica, en los que había participado.

Los Tercios de principios del siglo XVI (Ordenanzas de Carlos I de 1534 y 1536) eran las unidades creadas por la Corona española para guarnecer nuestros territorios en Italia y en Flandes. Basados en las experiencias del Gran Capitán en tiempos de Fernando de Aragón , constituyeron las mejores fuerzas desplegadas en Europa por encima incluso de las suizas. Introdujeron las «picas» para alargar la defensa de sus cuadros de maniobra en el campo de batalla. El «soldado pica seca» llevaba además una espada y una daga para el combate cuerpo a cuerpo. Sobre los Tercios se ha escrito una magnífica serie de textos y novelas históricas. En aquel entonces, sólo su mención «ablandaba» muros de defensa. Tal era su prestigio.

Sienta plaza Cervantes en la Compañía de Diego de Urbina, una de las diez que forman el tercio de Miguel de Moncada. Embarcado en la galera «Marquesa» combate el 7 de octubre de 1571 en Lepanto. Enfermo con alta fiebre renuncia a sus cuidados y pide «el lugar de mayor riesgo y fatiga». Del combate saldrá con dos arcabuzazos en el pecho y otro en la mano que le quedará inútil de por vida. D. Juan de Austria reconocerá personalmente su valor. Es el general que, tras salir de Barcelona, arenga a sus tropas diciendo: «¡A morir hemos venido o a vencer si el Cielo lo dispone. No deis ocasión a que con arrogancia impía os pregunte el enemigo ¿y dónde está vuestro Dios? Pelead en su Santo Nombre porque muertos o victoriosos, habréis de alcanzar la inmortalidad!».

Tras reponerse de sus heridas se incorporó en calidad de «soldado aventajado» sucesivamente al Tercio de Lope de Figueroa y, posteriormente, al Tercio Viejo de Sicilia. Conoció las tres mejores unidades que operaban en Italia.

El Ejército no ha querido estar ausente en las conmemoraciones del 400 aniversario de su muerte. Tres unidades actuales han heredado el historial de aquellos tercios. Sus coroneles con sus guiones y estandartes estuvieron presentes en el acto de homenaje que se desarrolló en el convento de las Trinitarias de Madrid el pasado día 22: el del Regimiento Tercio Viejo de Sicilia de guarnición en San Sebastián, el del Regimiento Córdoba de guarnición en la entrañable ciudad andaluza, heredero del López Figueroa, y el Regimiento Nápoles que integra dos banderas paracaidistas, nacidas y tradicionalmente ligadas a Alcalá de Henares, en recuperado homenaje histórico a la ciudad que vio nacer a Cervantes.

A partir del acto de las Trinitarias una Instrucción del Jefe de Estado Mayor del Ejército, programa para todo el año actos de recuerdo y homenaje, principalmente en las guarniciones históricas y en el propio Museo del Alcázar de Toledo en una exposición con vocación de itinerante.

¡Valor reconocido! ¡Genio universal! ¡Me descubro, soldado Cervantes!

Luis Alejandre, General (R).

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