Cervantes y 'Black Lives Matter'

Cuando la estatua de Cervantes en San Francisco fue vandalizada el 19 de junio, la prensa reaccionó de forma unánime. Sin duda, fue un acto ignorante y estúpido, como repitieron docenas de columnas. Pero aún no se ha expuesto lo más irónico del asunto: Cervantes escribió mucho y bien sobre los negros.

Me remito al Quijote y a sus novelas breves El celoso extremeño y El coloquio de los perros. Un examen superficial de este corpus puede dar la impresión de que Cervantes se limitó a perpetuar estereotipos. No es así. El personaje negro en la literatura española obedece a una realidad histórica. Basta leer el Quijote para comprobarlo. Su primer poema preliminar menciona al latinista negro Juan Latino, catedrático de Granada en el siglo XVI. Muchos escritores coetáneos citaron a este académico, cuya vida fue llevada incluso a escena.

Ahora bien, hay otra referencia cervantina a los negros más célebre. Vean a Sancho Panza elucubrando sobre el reino africano de Micomicón (I. 39): «¿Qué se me da a mí que mis vasallos sean negros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podré vender y adonde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título […]?». La cita es significativa. En primer lugar, revela que la palabra negro significaba tanto persona negra como esclavo. La esclavitud moderna fue una esclavitud racializada. En segundo lugar, las aspiraciones de Sancho ilustran cómo se consiguieron algunos títulos nobiliarios hasta el siglo XIX. Viene a la memoria Antonio López, primer marqués de Comillas. Por último, el escudero anticipa el esclavismo descarnado, basado en el puro provecho. Es más, Sancho teme que Don Quijote «tome gana de ser arzobispo» en Micomicón. Si bien la Iglesia justificó la esclavitud con el pretexto evangelizador, también criticó los excesos esclavistas. De ahí, tal vez, la aprensión de Sancho.

Como explica el profesor Fra Molinero (1994), Cervantes describió tanto la mentalidad del negrero como la del esclavo, algo insólito en el Siglo de Oro. Las Novelas ejemplares (1613) ofrecen muestras de ambas visiones. Se trata del primer libro publicado por Cervantes después del Quijote (1605). Los esclavos literarios de estas novelas breves no son víctimas desvalidas. Todo lo contrario: muestran agudeza y determinación para alcanzar sus fines. Veamos ejemplos.

El celoso extremeño da cuenta del matrimonio entre un viejo indiano (Carrizales) y su esposa adolescente (Leonora), a la que encierra en una casa-fortaleza de Sevilla para evitar riesgos a su honra. El servicio lo forman la dueña Marialonso, dos doncellas, cuatro esclavas blancas (presumiblemente moras), dos esclavas negras (una de ellas, Guiomar) y un eunuco negro (Luis). Un galán (Loaysa) completa el reparto. Por tanto, Carrizales gobierna una comunidad racialmente heterogénea. Su modus operandi al adquirir los esclavos es ambiguo. Por un lado, no quiere llamar la atención sobre su riqueza. Por otro lado, su aderezo de la casa (menaje y esclavos) «mostraba ser de un gran señor». Era habitual adquirir esclavos como signo de poder y ostentación social. Carrizales no constituye una excepción a pesar de sus cautelas.

Los esclavos introducen a Loaysa en la casa para que seduzca a Leonora. Esta infidelidad –no consumada – provocará el derrumbamiento de Carrizales. Aunque Cervantes incluye estereotipos sobre los negros (afición desmedida a la música, moral relajada y sencillez ingenua), la novela concluye con una manumisión resultante de su treta. El comportamiento de los protagonistas blancos no tiene nada de ejemplar y su fin es poco risueño. Por el contrario, la estrategia de los esclavos es comprensible dada su opresión. Al final alcanzan la libertad. He aquí la verdadera ejemplaridad del texto, que admite sin esfuerzo una lectura antirracista.

El coloquio de los perros es una novela más larga y compleja, por lo que resulta difícil determinar su lección moral. Por eso me centraré en un solo episodio: la estancia del perro Berganza con un mercader sevillano. Cervantes había residido en Sevilla, que llegó a tener un 11% de población negra. Así, no es casualidad que volviera a escoger esta ciudad como escenario.

Escandalizado por la «insolencia, ladronicio y deshonestidad de los negros», Berganza ataca a una esclava del mercader cuando se dirige a un encuentro sexual con otro esclavo. Afirma hacerlo «como buen criado» para defender el honor del amo. En este sentido, la novela parece reproducir tópicos sobre la mala conducta de los esclavos. No obstante, el texto permite lecturas más subversivas. La explotación sexual de las esclavas negras estaba extendida en España. Hasta el punto de que el arzobispado de Sevilla emitió disposiciones en 1571 para reducir los amancebamientos interraciales. Las relaciones entre mujeres blancas y hombres negros eran consideradas algo monstruoso, pues se creía que el negro contaminaba la pureza sexual de la blanca. Tampoco estaba bien visto el sexo entre blancos y negras, pero era más tolerado. En este sentido, un mercader como el de marras no solo controlaría la vida sexual de su esposa, sino también la del servicio.

Berganza, su subalterno/substituto, arranca «un pedazo de muslo» de la esclava para obstaculizar su vida sexual libre. Así deja claro quién manda. La denuncia cervantina del aparato de control esclavista es evidente. Como también lo es la osadía de la esclava, que logra deshacerse del perro y reanudar sus amores.

Estos ejemplos acreditan que la esclavitud estaba totalmente integrada en la vida y cultura españolas. Cervantes disecciona un sistema de opresión que producía patologías de conducta en negros, pero sobre todo en blancos. No es posible leerlo sin recordar que el imperialismo, y con él la conversión del negro en mercancía, fue una parte crucial de nuestra historia. El trasfondo de estos personajes negros es el imperio transcontinental por el que circulaban contra su voluntad. Al igual que sus contemporáneos, Cervantes no pone reparos a la esclavitud como institución. Nunca sabremos qué pensaba exactamente al respecto. Ahora bien, siendo la libertad un tema cervantino por excelencia, sus críticas a los abusos esclavistas son coherentes. Cervantes pasó varios años como cautivo en Argel. Esta experiencia pudo influir en su actitud hacia los esclavos negros. De hecho, no conozco a ningún ingenio del Siglo de Oro que escriba sobre ellos con tanta simpatía.

Obviamente, quienes atacaron la estatua no sabían nada de todo esto. Tampoco, por cierto, muchos de sus defensores. Cervantes es un escritor más admirado que leído, y más leído que entendido. Su obra completa es rica y no suele imponer moralejas inequívocas. Por eso ofrece tantas lecturas, incluso en materia racial. El movimiento antirracista debería tomar buena nota. Aunque aún no lo sepan, tienen en Cervantes un aliado.

Luis Castellví Laukamp es profesor de Literatura Española en la Universidad de Manchester. Ha publicado el libro Hispanic Baroque Ekphrasis: Góngora, Camargo, Sor Juana (Cambridge: Legenda, 2020)

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