Charlie y los medios antimusulmanes

Es fácil calificar el atentado mortal contra Charlie Hebdo como un ataque a la libertad de expresión. Pero, ¿debe sorprendernos que una organización terrorista internacional conocida por su brutal desprecio por los derechos humanos y los valores humanitarios haya atacado a un medio que se ha especializado en provocarla?

Así como gran parte de los medios sociales en el mundo árabe/musulmán publican rutinariamente diatribas antisemitas, hay una industria global de medios que se dedican a todo lo que sea antimusulmán. En una semana cualquiera, periodistas, blogueros, tuiteros y demás de Francia, Europa (y cada vez más de la India) expresan toda serie de cosas que son ofensivas o provocadoras para los musulmanes, o por lo menos, para los más devotos y fanáticos de ellos.

Hay literalmente cientos de sitios Web, programas de radio y canales de televisión que se especializan en propaganda antimusulmana y antiislámica. El hashtag de Tuiter #killallMoslems (maten a todos los musulmanes) ha existido desde 2011. Mientras que esta profusión de insolencia puede reconfortar a quienes están preocupados por la libertad de expresión, a mí no me reconforta como musulmán europeo.

La desconfianza de Europa hacia el Islam no es nada nuevo, por supuesto, y podría decirse que el sentimiento es mutuo. No obstante, recientemente el nivel de provocaciones antimusulmanas ha llegado a niveles sin precedentes. En Alemania, el llamado movimiento Pegida celebra marchas antimusulmanas cada semana en varias ciudades (aunque es justo decir que ha habido marchas aun mayores que se oponen a los manifestantes de Pegida, al igual que casi toda la élite política alemana)

El año pasado, el alcalde de Sargé-lès-le Mans, un pueblo francés de 3,500 habitantes con 180 estudiantes musulmanes, intentó imponer la carne de cerdo en todas las escuelas. Dos años antes, el entonces presidente Nicolás Sarkozy se unió a la campaña para prohibir que se utilizara la designación halal para la carne, lo que se convirtió en tema de campaña. A su vez, los suizos han prohibido los minaretes. Y la lista sigue.

Las minorías son blancos fáciles en todas partes (desde luego, los cristianos y los judíos no la pasan bien actualmente en los países con mayoría musulmana). Además, dada la campaña de terror propagada por Al Qaeda y sus afiliados, por una parte, y los racistas de derecha, por la otra, muchas personas no se dan cuenta de que los musulmanes son realmente una minoría muy pequeña en todos los países europeos (y occidentales). Por eso las burlas de Charlie Hebdo contra las creencias sagradas de las minorías (judíos, musulmanes y gays por igual) no son un acto de valentía. La mayoría de las personas se abstienen de hacer esas provocaciones no porque sean cobardes, sino porque creen, muy razonablemente, que dichas conductas no tienen un fin benéfico ni útil.

Los musulmanes europeos no son menos pacíficos que sus vecinos no musulmanes. Casi todos los actos terroristas llevados a cabo por musulmanes en Europa y otros países han sido la obra de agrupaciones de una organización coordinadora, Al Qaeda. Si bien la influencia de largo alcance de esta organización es preocupante, también es reconfortante saber que la ideología violenta entre los musulmanes es muy limitada, particularmente en Occidente. En efecto, no hay organizaciones terroristas islámicas autóctonas de particular importancia en Europa. Los musulmanes radicalizados europeos deben buscar en otra parte.

Es cierto que los países de mayoría musulmana no se distinguen por su apego a la libertad de expresión. Pero tras el ataque contra Charlie Hebdo, cabe recordar que, fuera de Irak y Siria, asolados por la guerra, más periodistas son asesinados cada año en Filipinas, predominantemente católico, que en cualquier país de mayoría musulmana.

Desafortunadamente, como lo demostró el terrible asesinato de 77 personas que perpetró Anders Breivik en Noruega, mi país de adopción, solo se necesita una organización o un individuo para cometer una atrocidad, independientemente del nivel de educación o de vida de una sociedad. No obstante, si bien es difícil detectar a lobos solitarios como Breivik, los miembros activos de organizaciones terroristas son mucho más fáciles de identificar y vigilar.

Esto es lo preocupante de los ataques en París. Fue una falla catastrófica de inteligencia y seguridad que permitió a un grupo de cuatro personas, que la policía había identificado como miembros de una organización terrorista activa a nivel global, actuar con relativa facilidad en la capital francesa. ¿Por qué estaban libres? ¿Por qué no se les estaba vigilando y no se les detuvo antes? ¿Cuántas personas como esas, de las que la policía tiene conocimiento, andan sueltas?

Esta es una discusión que se debe abordar. Centrar el debate únicamente en el Islam y los musulmanes y las perspectivas de las reformas religiosas, la integración y la coexistencia es una forma de ocultar las fallas. Los musulmanes ya son parte de todas las esferas de la vida europea, incluidos el aparato de seguridad y el ejército. Los musulmanes europeos están integrados en sus sociedades como profesionistas, atletas, académicos y líderes civiles.

Si se espera que nosotros los musulmanes europeos nos identifiquemos con nuestras ciudadanías y otras identidades seculares, entonces nuestros conciudadanos europeos no deben catalogarnos según nuestra identidad religiosa. Nadie debe suponer que los musulmanes europeos deben disculparse o explicar los actos de una organización terrorista con una ideología religiosa extrema, así como nadie esperaba que los noruegos se disculparan por Breivik. Es sabido que Al Qaeda y sus asociados reclutan a europeos musulmanes y no musulmanes desencantados por igual.

Si cerramos los ojos podemos pesar que los ataques de París pusieron de manifiesto una contradicción entre el Islam y la libertad de expresión, y entre los musulmanes y los europeos. Si los abrimos y comenzamos a examinar las causas y los efectos, podemos evitar el abismo hacia el que nos lleva esa ceguera deliberada. Los ataques de París iban dirigidos contra las personas inocentes en todas partes y el público merece respuestas de aquellos cuyo trabajo es impedir que tales incidentes sucedan.

Sami Mahroum is Academic Director of Innovation and Policy at INSEAD.

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