Chile: de oasis a polvorín

Los eventos acaecidos en mi país en los últimos días revelan una problemática regional de alto impacto. Chile ha crecido sistemáticamente desde hace casi cuatro décadas, transformándose en un ejemplo de nación seria, trabajadora y abierta al mundo. Hace pocos días, un alza en el costo del pasaje del Metro de Santiago -uno de los más eficientes del mundo- gatilló una escalada de destrucción en sus estaciones y convoyes, obligando a la paralización de su operación. Los daños estimados podrían llegar a los quinientos millones de euros. Simultáneamente, hordas de desadaptados irrumpieron en supermercados, bancos, farmacias y fábricas para robar, destruir y después quemar. Adicionalmente, quemaron parcialmente el edificio de la italiana Enel, en el centro de Santiago. Ante la impotencia y la desesperación, el Gobierno decidió decretar un estado de excepción, recurriendo a las Fuerzas Armadas para restaurar el orden público y a la vez restringir horarios de circulación.

Nadie esperaba que súbitamente se detonaran estas acciones vandálicas tan precisas. Las redes sociales y los enemigos de Chile que, aunque pocos, están bien organizados, se confabularon para congregar seguidores. Tras los sucesos de Ecuador hace un par de semanas, el triunfo de Maduro obteniendo un asiento en la comisión de Derechos Humanos de la ONU y un posible triunfo de la coalición kirchnerista en Argentina, los delincuentes se envalentonaron y determinaron que era el momento de atacar. Rápidamente, periodistas de izquierda, enquistados en la mayoría de los canales de televisión y en los matinales de mayor rating, justificaron las acciones de los vándalos e incitaron, a su manera, a más destrucción.

Algunos explican lo sucedido por la inequidad que azota a la sociedad chilena, mas los números y los hechos indican otra cosa. En efecto, Chile ha crecido sistemáticamente en los últimos cuarenta años, alcanzando niveles de ingreso per cápita cercanos a países europeos. Adicionalmente, se ha transformado en un importante exportador no solo de minerales, sino también de productos forestales y agrícolas. Es uno de los principales productores del mundo de salmón y un actor relevante en el mercado del vino. La esperanza de vida en Chile es equivalente a las más desarrolladas naciones de Europa y sus niveles de infraestructura, atención en salud y oferta educacional son de las mejores de la región. Es bueno recordar que bajo el gobierno de Michelle Bachelet -hoy alta comisionada de Naciones Unidas- ingresaron a Chile casi un millón de personas provenientes principalmente de Haití y Venezuela, quienes en su mayoría aspiran a salud, educación y vivienda gratis.

Chile está ad portas de ser huésped de la cumbre de APEC en noviembre próximo y de la Cop 25 en diciembre. En ambos eventos, estaba confirmada la presencia de líderes mundiales de renombre, como Trump, Xi Jinping, Macron, Merkel, Bolsonaro y muchos más. Los próximos días serán claves para verificar si el presidente Sebastián Piñera logra recuperar el control del país o si la izquierda progre y destructora aumenta su influencia sobre una nación estupefacta por tanta maldad.

El rol de ciertos políticos locales ha sido reprochable. Algunos parlamentarios de centro-derecha han querido aprovechar la oportunidad para posicionarse ante los ciudadanos para futuras elecciones, demostrando su egoísmo y poco amor por Chile en su conjunto. El líder de la derecha, José Antonio Kast, ha declarado su apoyo al presidente Piñera, argumentando que hoy es el momento de la unión. Los que hoy representan a la oposición se han dividido en dos bandos: los del Frente Amplio y el Partido Comunista, principales responsables de la incitación al vandalismo, y los de centro-izquierda, que han demostrado una posición algo más republicana. El mayor desafío que enfrenta Chile es lograr que todos respeten la Constitución y el Estado de Derecho. Hay muchos ligados a la izquierda que son demócratas cuando están en el poder, más toda acción de fuerza y de vandalismo son permitidas cuando su objetivo es recuperarlo.

Al pasar los días, ya no cabe duda de que hay manos oscuras infiltradas en Chile que están empeñadas en hacer fracasar un país exitoso. Al comunismo no le conviene un Chile próspero, pues sería la comprobación de que una economía pequeña, abierta al mundo y lejana de los grandes países puede llegar a ser desarrollada. Lo que debe llevarnos a mirar hacia adelante es que las grandes mayorías en Chile están formadas por gente decente, que busca un mejor futuro para sus hijos y que defenderán a su país con decisión, como ya lo hicieron en el pasado

Andrés Montero J. es empresario y columnista chileno.

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