China busca valor

A fines de septiembre se inauguró una nueva zona de libre comercio en Shanghái, que busca señalar el inicio de una nueva era, no solo de apertura para las inversiones, el comercio y las finanzas, sino de una integración china más profunda en la cadena de valor mundial. La zona promete dar impulso a una nueva ronda de reformas liberalizadoras y ayudar a la economía china a adaptarse a las demandas más recientes de la globalización.

Durante la próxima década, la competencia mundial será una competencia por la cadena global de valor. A medida que Estados Unidos y otros países avanzados busquen la «reindustrialización» y la ventaja comparativa de la economía china gracias a sus bajos salarios disminuya, China deberá restablecer su competitividad posicionándose en la cima de la cadena mundial de valor; para ello tendrá que promover el comercio y mejorar su infraestructura industrial.

Esto requiere, en primer lugar, que China construya una cadena de valor nacional y eleve su sector manufacturero, que actualmente depende de manera excesiva de la investigación y el desarrollo extranjeros, la importación de materias primas y partes semiterminadas, y de la demanda externa. La cadena de valor interna del sector es deplorablemente débil.

La zona de libre comercio en Shanghái promete facilitar el progreso en tres áreas cruciales. En primer lugar, debería mejorar la tasa de localización del sector manufacturero para las partes y los componentes, acelerando la transmisión de materias primas e insumos intermedios, e integrando a los productores orientados a las exportaciones con las industrias internas.

En segundo lugar y según el duodécimo plan quinquenal chino, la zona de libre comercio procura ampliar la cadena de valor industrial y mejorar los contenidos con valor agregado, promover la coordinación de inversión interna y externa en las manufacturas, y fortalecer la clasificación y capacidad de evaluación del sector. Al mismo tiempo, debe generar un entorno con igualdad de condiciones para la competencia mediante la prohibición explícita de cambios de reglas, la imposición de límites a las barreras al ingreso y salida de diversas industrias, y el uso de los impuestos, las finanzas y la autenticación de marcas para cultivar aspectos centrales de la competitividad.

En tercer lugar, la zona de libre comercio debe alentar a las corporaciones multinacionales (CMN) para que amplíen sus operaciones chinas más allá de las fábricas; China debe albergar también sus divisiones de diseño, distribución y servicio. Esto optimizaría las relaciones entre las empresas controlantes y controladas, y fomentaría un desplazamiento desde el modelo de producción siempre del pasado a otro caracterizado por servicios integrados y operaciones globales.

Durante la última década, las CMN han expresado un interés cada vez mayor por establecer sedes regionales y mundiales, y centros de I&D en Shanghái. En septiembre de 2012, Shanghái albergaba a 393 sedes regionales de CMN.

En este sentido, China tiene una oportunidad poco común para ampliar su potencial de crecimiento estimulando la demanda interna. La mejora gradual de su fuerza laboral en términos de habilidades y productividad, junto con su capacidad relativamente fuerte para absorber la inversión externa de alto valor, impulsará el desarrollo económico; y el desplazamiento del foco estratégico de las CMN desde los mercados occidentales a los de la región Asia-Pacífico transformará la cadena de valor mundial.

A medida que la zona de libre comercio de Shanghái se convierta en un centro financiero mundial, tendrá que determinar cómo atraer a los factores de la producción de alto nivel. A tal efecto, además de sus políticas fiscales, financieras y de facilitación del comercio, debiera establecer mecanismos de promoción del comercio en los principales mercados exportadores del mundo, para que las empresas puedan construir redes integrales de plataformas de servicios comerciales internacionales y zonas de cooperación comercial en el extranjero.

La futura competitividad china también depende de su integración a una nueva ola de regímenes regulatorios mundiales y regionales. Si bien hay varias negociaciones comerciales y de inversión en curso –que incluyen el Acuerdo sobre el Comercio Internacional de Servicios (TISA), el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) y el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (ATCI)– las políticas chinas continúan siendo definidas en gran medida en el marco tradicional de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Pero los acuerdos emergentes ofrecerían mucho más margen de maniobra que el régimen más restrictivo de la OMC. Por ejemplo, las negociaciones del TISA en los campos de las finanzas, los títulos y los servicios legales han dado como resultado la ausencia de restricciones sobre la propiedad extranjera o el alcance de los negocios.

Pero la adhesión china a las reglas de la OMC sobre inversión extranjera le impidió participar en las negociaciones del TISA, obstaculizando en última instancia sus ambiciones comerciales y de inversión. (La política internacional fue responsable de la exclusión de China de las negociaciones del TPP y el ATCI).

Frente a esta situación, la zona de libre comercio de Shanghái demuestra la disposición china para participar activamente en las negociaciones mundiales de libre comercio para promover una estrategia integral de libre comercio y salvaguardar sus intereses en todo el mundo. El rol de Shanghái en el comercio, las finanzas, la inversión y el transporte –junto con un sector de servicios cada vez más abierto, un entorno regulatorio mejorado y el foco en la innovación institucional– conducirán eventualmente a la reforma del mercado interno e impulsará la integración de China a nuevos acuerdos comerciales.

El objetivo final del acuerdo de la zona de libre comercio de Shanghái es ayudar a China a aprovechar todo el potencial de demanda de su mercado interno. El «dividendo» inicial de la globalización para China, obtenido a través del bajo costo de los factores, está disminuyendo rápidamente y una nueva era –caracterizada por su dependencia en el gigantesco mercado interno para absorber factores de producción extranjeros de elevado nivel, como tecnología y capital humano– recién comienza.

La tarea para los líderes chinos es ampliar las políticas que buscan impulsar la demanda doméstica y trabajar simultáneamente para mejorar la base de habilidades de la economía y ampliar su capacidad relativa para absorber inversión extranjera con alto valor agregado y tecnología. Avanzar con una estrategia de desarrollo impulsada por la innovación y promover a las industrias emergentes mejorará la calidad y el nivel de apoyo y cooperación extranjeros.

Con el rápido crecimiento de su mercado interno, China podría convertirse en una fuente mundial de demanda global, un centro de factores de producción de alto nivel, y un centro estratégico, con la zona de libre comercio de Shanghái en su núcleo. En este nivel, China finalmente tendría la cadena de valor local que necesita para sostener la competitividad y el rápido crecimiento económico.

Zhang Monan is a fellow of the China Information Center, a fellow of the China Foundation for International Studies, and a researcher at the China Macroeconomic Research Platform. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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