China de Mao al Tao

Por Luis Racionero (LA RAZON, 03/05/04):

El primer artículo que escribí en «Triunfo» hace treinta años tenía un título simétrico a este: del Tao a Mao; allí proponía que la cultura china es un continuo de 5.000 años de duración sin las interrupciones traumáticas —invasión de bárbaros, cristianismo por paganismo— que han trastocado Europa.

Por encima y más allá de Mao, pervivía la tradición inmemorial que aflora en todos los aspectos de la cultura china; por eso, una vez finalizado el episodio maoísta, el sentido taoísta y confuciano —los dos polos del pensamiento y la sensibilidad chinas— vuelven a manifestarse en plena continuidad con 5.000 años de historia.

China tuvo que combatir a Occidente con las armas de éste: no olvidemos que la pólvora vino a Europa —como la brújula y la imprenta— desde China, pero los chinos sólo usaban la pólvora para fuegos artificiales, y fue la bárbara y sanguinaria Europa la que aplicó la pólvora a cañón y fusil. Con barcos de acero y cañones los europeos violentaron China en la infame guerra del opio, obligándoles a plantar esa materia prima contra la voluntad del emperador y el pueblo chino.

Ante tamaña agresión los chinos tuvieron que revisar una política secular de espléndido aislamiento autosuficiente, para adoptar las innovaciones tecnológicas y, sobre todo, bélicas de los europeos. Eso fue la reforma de Sun-yan tsen al abolir el imperio y de Mao-tse-tung convirtiéndose al comunismo. Una vez conseguido un arsenal de armamento capaz de disuadir a los occidentales, China se toma su tiempo para lanzarse al desafío del desarrollo económico. China significa país del centro, el imperio del medio, los chinos no han sido expansionistas ni agresivos —hasta su ocupación del Tíbet— porque vivían en lo que se les antojaba el mejor país del mundo. ¿Adónde tenían que ir, si ya lo tenían todo?, y así, del mismo modo que nunca se ha visto una horda de andaluces lanzados a conquistar Suecia —pero lo inverso sí— tampoco se dio el caso de China conquistando a sus vecinos. Es más, se prohibieron incluso los viajes de exploración, se construyó la Gran Muralla para que no entrasen los bárbaros, pero los chinos no se plantearon nunca salir a por más territorios. Todo lo contrario que Europa, y eso es un peso histórico a calibrar para comprender el futuro. No podemos juzgar a China tergiversándola con proyecciones europeas; los chinos son diferentes y no sirve evaluarlos con nuestros propios motivos e intereses.

¿Qué quieren los chinos?, ser respetados, mantener su identidad cultural —¿su excepción cultural!— y enriquecerse. Pocos países tan peseteros, comerciantes, laboriosos y tenaces como los chinos.

Sus tasas de crecimiento anual, superiores al 7% le aseguran doblar su riqueza cada diez años, de modo que en un par de décadas China será con sus mil y pico millones de habitantes, la primera potencia económica del mundo. Esto último lo escribí en el artículo de hace 30 años, sólo que entonces lo fijé a un plazo de 50 años y ahora le doy 20 para producirse.

Los chinos han sido mucho más inteligentes que los rusos a la hora de gestionar su transición al capitalismo. Dado que en un país comunista el partido es el estado, los chinos no desmantelaron el partido; los rusos sí, y con él cayó el aparato del estado dando paso a la anarquía económica, las mafias y el mercado negro.

Los chinos mantienen el partido como columna vertebral del estado aunque a ese partido de comunista ya sólo le queda el nombre. Se ha pasado a una economía de mercado manteniendo el aparato retórico y simbólico del comunismo, con lo cual se ha conseguido un avance económico apabullante. Sus 1.300 millones de habitantes suponen el cuádruple de USA y el cuádruple de Europa, o el doble de Europa y USA juntas. Cuando esa población tenga la renta per cápita de país desarrollado, será la primera economía mundial sin rival posible. Eso no debe inquietar a Occidente. China es más civilizada que nosotros, menos agresiva y con una tradición de burocracia imperial experta en or- ganizar grandes masas de gente, que es el problema del siglo XX y del XXI. Toynbee veía en China el país más capaz para pilotar la unificación del mundo, establecer el gobierno mundial merced a esa tradición imperial administra- tiva. Por otra parte, el supuesto peli- gro amarillo no es más que una proyección neurótica del europeo que cree a China del mismo talante agresivo que ellos.

Cree el ladrón que todos son de su misma condición, y el inglés, francés, español, imperialista, expansivo y agresivo cree que los chinos han de ser como él: pero no lo son. Por todo lo cual creo que la hegemonía china que se avecina y que se me aparece como inevitable, será, afortunadamente, beneficiosa, no violenta y bien organizada. Quien albergue dudas, sumérjase en la poesía Tang, la pintura Sung y los escritos de Confucio. Quedará gratamente sorprendido. Nada que ver con Texas.