China, el dragón resucitado

Por Henry Kamen, historiador. Autor de Bocetos para la Historia, una recopilación de artículos publicados en EL MUNDO (EL MUNDO, 13/09/06):

En Europa -y no menos en España- generalmente se acepta que el descubrimiento del continente americano fue el logro de Colón. Es el motivo por el cual los españoles celebran cada año el 12 de octubre. Sin embargo, se está sugiriendo ahora que el primer descubridor no americano del Nuevo Mundo fue un chino. En el libro 1421. El año en que China descubrió el Nuevo Mundo (Nueva York 2004), un oficial de la Marina ha escrito un best seller que subvierte muchas de nuestras ideas. Parece que un almirante chino llamado Zheng He (que casualmente era musulmán), llegó al Nuevo Mundo 70 años antes que el navegante genovés. China fue primero.

Muchos lectores se mostrarán escépticos ante una conclusión tan sorprendente, pero es porque tienden a no pensar conscientemente en China y casi asumen que no existe. La realidad es que China y los chinos existen. En Barcelona, por ejemplo, una de las contribuciones importantes del alcalde saliente Joan Clos, que es famoso por una serie de desastres en la ciudad, incluyendo el fracaso del Fórum Cultural y el colapso del barrio entero del Carmel, es el establecimiento de la presencia china. Clos parece haber contribuido substancialmente a la creación de un Chinatown -parecido a los Chinatowns de otras ciudades occidentales tales como la de Nueva York- entre el área del Arco de Triunfo y la Plaza Tetuán. Una tras otra las tiendas están siendo ocupadas por comerciantes chinos que se benefician de la exención de impuestos, y funcionan varios restaurantes y supermercados. Los residentes locales están alarmados por lo que parece una invasión de alienígenas, pero esto tal vez se deba a que realmente no conocen la lógica de la presencia china. Madrid cuenta ya con el Chinatown más grande de España, en Cuatro Vientos. Se pretende que Alicante, Valencia y Barcelona sigan el mismo ejemplo.

Hasta ahora, la presencia china en España ha sido numéricamente pequeña. Nadie sabe con certeza la cifra exacta de chinos en España, porque la inmigración ilegal es ciertamente importante. La cifra oficial ronda los 90.000 censados, aunque el verdadero total es seguramente mayor, y un mínimo probable es por lo menos de 100.000 personas. Es una pequeña comunidad que se dedica principalmente al negocio de restaurantes, a la fabricación de ropa, y a la importación de productos de China. Toda la operación viene directamente patrocinada y financiada por el Gobierno de China, como modo de entrar en los mercados occidentales. Sin embargo, los chinos son sólo una parte de la Historia. La otra parte es el apoyo que las autoridades españolas les dan.

¿Por qué, se pregunta uno, el Gobierno respalda el aumento de la inmigración china y los negocios? Es un tema que ha recibido críticas de muchas personas en los sectores comerciales y productivos españoles. Un factor es que la comunidad china se distingue, de otras comunidades de inmigrantes, (como los casi 350.000 marroquíes legales y los más de 200.000 ecuatorianos, por ejemplo) porque se dedican directamente a la productividad, y aunque sean de origen humilde no representan una carga económica para las subvenciones de la Seguridad Social. No hay chinos mendigando en las calles, y prefieren cuidarse entre ellos. Un experto en inmigración asiática ha señalado que «en los programas sociales destinados a la inmigración extranjera promovidos por el Estado español, los inmigrantes chinos son los grandes ausentes». Al revés de otros inmigrantes, una considerable proporción de ellos está dada de alta en la Seguridad Social como trabajadores por cuenta propia, es decir como autónomos. Muchos funcionan ilegalmente (falsificación de las grandes marcas de ropa y bolsos, piratería de DVD y CD), y algunos emplean métodos de producción que los críticos describen como esclavitud, pero sus propios dirigentes dicen que intentan controlar estos aspectos ilegales.

El aspecto intrigante de la presencia china es que tan sólo es la punta del iceberg. Los chinos de España son un pequeño elemento en el creciente poder del Estado chino. Con 1.300 millones de habitantes, y un crecimiento medio del 9,6% anual desde 1979, China en 2005 se convirtió en la cuarta economía mundial. No cabe la menor duda del futuro potencial chino. A diferencia de Estados Unidos, que en su momento se convirtió en el mayor poder mundial a través del comercio pacífico, pero que ahora arruina ese poder con la aventura militar, China parece haber abandonado la aventura y aspira a dominar el mundo con el poder económico.

El Gobierno de España contribuye de lleno en esta política. A cambio de facilitar la actividad de empresas españolas en China (Chupa-Chups en alimentación; BBVA en el sector bancario) se favorece la creación de empresas de capital chino en España. Un amigo mío español que tiene una pequeña tienda me explicó como funciona. En España, se conceden facilidades a los ciudadanos chinos para abrir sus negocios, y no pagan impuestos durante siete años. Después de este plazo pueden traspasar sus negocios a otros ciudadanos chinos, quienes a su vez no pagan impuestos durante otros siete años. Es un esquema que tiene todo el apoyo del Gobierno, pero como es de suponer levanta críticas entre los comerciantes españoles que pierden negocio.

A los que no les gusta leer mucha Historia, tal vez no sepan que el modelo tiene un paralelo en la Siglo de Oro de España. Efectivamente, gran parte del éxito del imperio español en esa época se debió a la colaboración de los chinos. La presencia de España en las Filipinas fue posible sólo con la ayuda de los chinos. «La verdad es -admitía un oficial en Manila en los años de 1590- que sin ellos sería imposible mantener la ciudad, porque ellos manejan todos los comercios». El crecimiento de Manila fue posible en cada etapa sólo gracias a los comerciantes chinos, artesanos, granjeros y obreros que con su trabajo, inversiones, e importaciones contribuyeron a desarrollar una de las ciudades europeas más prósperas de Asia. Los chinos construyeron el imperio español en Asia, también hicieron posible los famosos galeones que atravesaban el Pacífico (todos los barcos en Manila los construyeron los chinos). Su comercio de la seda china hacia España tuvo tanto éxito que inundó el mercado peninsular y empezó a dejar a sus fabricantes sin trabajo. Por tanto, el contacto de España con China viene de muy antiguo, y trajo inmensos beneficios a su imperio y a su economía.

Existen muchos factores que demuestran el genio y el poder de China, pero el más sorprendente es el modo en que está empezando a suplantar a los Estados Unidos como distribuidor de generosidad. Hace tan sólo una semana, el presidente de Venezuela -Hugo Chávez- visitó China y llego a acuerdos comerciales por valor de 11.000 millones de dólares. En 2004, el de China -Hu Jintao- visitó Latinoamérica y prometió ampliar préstamos por el valor de 100.000 millones de dólares. Durante 10 años -desde 1994 a 2004-, según el Banco Mundial, la contribución de China representa el 58% de los préstamos que los países ricos han extendido a los pobres. Y esa es sólo una parte del largo brazo del capitalismo chino. De muchas maneras indirectas, y no tan solo a través de la inversión capital, China empieza a controlar una parte esencial de la economía mundial. Suministra armamento y ayuda médica a muchos países. Forja buenos vínculos diplomáticos con países que los Estados Unidos tienden a marginar. En términos culturales, anima a sus agentes activos para que aprendan otras lenguas. Hay miles de chinos que han aprendido español y lo hablan con fluidez. Utilizarán el idioma para hacer progresar la cultura china y los intereses económicos. Por el contrario, no conozco españoles que hablen chino. Este siempre me ha parecido uno de los grandes defectos de la Historia de la España imperial. El imperio español fracasó porque sus ciudadanos no se molestaron en aprender holandés, quechua, o francés, y una de las mayores debilidades del poder español fue la ciega obsesión con la lengua de Cervantes, la idea de que todo el mundo debía hablar español, pero ningún español necesitaba hablar otras lenguas. Los chinos son más sabios que eso. No sólo por su genio comercial, si no también porque reconocen las ventajas de aprender otros idiomas, ellos triunfarán no sólo en Latinoamérica y España, sino también en todo el mundo occidental. El dragón se ha despertado.