Las relaciones entre China y América Latina son complejas, crecientes, marcadamente asimétricas y fundamentalmente económicas. En los últimos años estos vínculos se están intensificando rápidamente, hasta el punto de condicionar la evolución de varios países de la zona y sus procesos de integración regional. Este fenómeno no puede resultarle indiferente a España, dados nuestros estrechos vínculos con esta parte del mundo.
El estrechamiento de los lazos de China con América Latina genera un impacto ambivalente sobre los intereses de España. Por un lado, el empuje de China en la región hace que perdamos atractivo e influencia en términos relativos en uno de los espacios tradicionales de nuestra política exterior. Pero, por otra parte, esta mayor presencia de China puede contribuir al desarrollo de la región y está generando posibilidades de colaboración y sinergias con actores españoles, públicos y privados, en múltiples ámbitos.
De hecho, el mayor interés de China por América Latina también se traduce en una mayor atención hacia España, gracias a nuestro peso específico y experiencia [o conocimiento de] en la región. España aparece así como un socio diplomático más relevante para Pekín, las empresas españolas como destinos de inversión más atractivos, y la lengua española como una herramienta de comunicación global.
España mantiene una estrecha vinculación con América Latina, que se materializa, por ejemplo, a través de cuantiosas inversiones o de innumerables intercambios y vínculos personales. De ahí que sea muy positivo para España que América Latina vaya bien. En este informe se sostiene que en términos generales la relación con China está siendo positiva para el desarrollo de la región, gracias fundamentalmente a la transferencia de excedentes financieros y a la construcción de infraestructuras. En cualquier caso, a corto y medio plazo la desaceleración de la economía china y su impacto sobre el precio de las materias primas lastrará las perspectivas de desarrollo de la región.
Diversas empresas españolas han buscado sinergias e intereses comunes con las empresas chinas que desembarcan en América Latina, pues hacen una valoración mayoritariamente positiva de su llegada. El único sector en el que hasta ahora se ha constatado una mayor competencia entre empresas chinas y españolas es en infraestructuras y obra civil. Esto probablemente cambiará en el futuro a medida que se vayan diversificando las inversiones chinas en la región. Por el momento, en los demás sectores la posición de mercado de las empresas españolas no se ha visto amenazada. Al contrario, se ha abierto la posibilidad de una colaboración mutuamente beneficiosa para las firmas de ambos países: ya sea prestando servicios y complementado su oferta o a través de adquisiciones chinas de activos españoles para que estas compañías puedan abordar grandes proyectos en América Latina o reposicionar su presencia en la región.
Esto no oculta los límites y el cierto agotamiento que padece la estrategia empleada por Pekín para favorecer su presencia en la zona. China ha recurrido a un modelo de interacción estado a estado como puerta de entrada para sus empresas. Buena prueba de ello es que el monto de sus préstamos a Caracas es equivalente a la inversión directa china acumulada en toda América Latina. De esta forma Pekín emplea su alta liquidez para garantizar contratos para sus empresas en condiciones opacas, con escasa competencia, y con unos estándares laborales y medioambientales relativamente laxos. Esto reduce sensiblemente el efecto positivo de la interacción económica con China sobre el desarrollo de América Latina, lo que repercute negativamente sobre su imagen y sobre la sostenibilidad del actual ritmo de profundización de sus vínculos con la región.
En este contexto, Pekín entiende que su relación con la región sería más eficaz si contase con un mejor conocimiento de la misma; sus empresas supiesen desenvolverse mejor en estos mercados y cumpliesen más escrupulosamente las leyes y normas locales; y sus compromisos financieros se tradujesen en un mayor desarrollo económico para los países receptores. En esta línea, diversos anuncios oficiales que se han hecho este año, por ejemplo, durante la primera cumbre ministerial China-CELAC y la gira latinoamericana de Li Keqiang, profundizan en esta dirección. La estrategia china en la región parece estar girando hacia una inversión de mayor calidad, incorporando sectores de mayor intensidad tecnológica y con mayor contenido en conocimiento, que contribuirían a que la región pudiese dar un salto cualitativo en su tejido productivo. Esto genera un nuevo escenario con importantes oportunidades para España y sus empresas, pero también un enorme reto, pues los países latinoamericanos priorizarán las relaciones con el actor que más pueda ayudarles a insertarse en las cadenas globales de valor y a diversificar sus economías.
En conclusión, no hay que interpretar la presencia china en América Latina como un juego de suma cero, que llevaría a obviar oportunidades de colaboración atractivas. Se trata de un proceso abierto, complejo, cuyo resultado es aún incierto para España y que estará condicionado por las acciones que se adopten para encarar dicho reto.
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Mario Esteban, Investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano.