China, entre el crecimiento y la justicia social

Mao Tse Tung importó el modelo económico soviético. Un igualitarismo muy primitivo, el "tazón de hierro" regía la distribución del escaso PIB. El resultado fue la pobreza generalizada.

Deng Xiaoping entendió que para sacar a China de la miseria y garantizar su seguridad nacional tenía que reemplazar el modelo de planificación soviético por una economía de mercado. El estímulo era vital: había que permitir que quien más trabajara y produjera ganara más. Y Deng lanzo su famosa consigna: "Enriquecerse es glorioso". Uno de los precios del enorme éxito económico conseguido ha sido un elevado y creciente coste social.

Según Wu Jinglian, el más influyente de los economistas chinos, "las diferencias entre ricos y pobres han alcanzado un punto tan crítico que minan la estabilidad social y frenan la reforma y el desarrollo económico". Esta verdad debe, sin embargo, ser matizada.

La reforma económica empezó con la supresión de las comunas y el reparto de la tierra a los campesinos. En los ochenta tuvo lugar un gran progreso de la agricultura, mientras que la industria, cuya reforma sólo se inició en 1984, apenas se movía. Wu Jinglian facilita datos reveladores: la renta media anual de las familias campesinas era de 150 yuanes en 1978, de 500 en 1985 y de 1.000 en 1990. Es decir, la renta media campesina se multiplicó por siete en doce años. Hay que subrayar este hecho, muy a menudo olvidado.

Así se explica que durante los sucesos de Tiananmen, la primavera de 1989, los ochocientos millones de campesinos de entonces no movieran un dedo, cuando hoy la mayoría de las decenas de miles de manifestaciones de protesta anuales tienen lugar en las zonas rurales. Razón: los campesinos estaban entonces satisfechos, porque las reformas les habían proporcionado una gran mejora en su nivel de vida, mientras que hoy están descontentos porque se han quedado atrás. Tiananmen fue un fenómeno estrictamente urbano: los obreros y empleados de todo tipo veían como los campesinos se enriquecían cuando sus salarios, roídos por la inflación, no alcanzaban para la compra en los cada vez mejor surtidos mercados. La corrupción acentuaba el agravio. La renta per cápita ha pasado de 217 dólares en 1978 a 2.200 hoy. En 1978, según el Banco Mundial, más de 600 millones de personas (60% de la población) vivían con menos de un dólar al día. En el 2005 la cifra se había reducido a 135 millones. Más de 500 millones de personas han sido sacadas de la pobreza.

Hu Jintao dijo al XVII congreso que China, en 1978, tenía 250 millones de pobres en la zona rural ( "pobreza absoluta", renta inferior a medio dólar al día), mientras que ahora tiene 20 millones. El Banco Mundial señala que la notable reducción de la pobreza en el mundo las últimas décadas, se debe a China; si esta se excluye, el número de pobres ha aumentado.

Aunque las rentas rurales siguieron creciendo, lo hicieron en menor medida desde principios de los noventa, mientras que las rentas de la industria y los servicios se disparaban. Se generaron, así, grandes diferencias de renta a favor de las ciudades y de la zona costera, y en contra del campo y del interior del país. Pero a niveles generales de renta mucho más altos que los de 1978. Aunque hay grupos que se ha quedado atrás y bolsas de miseria, la gran mayoría de los menos favorecidos tienen niveles de renta y bienestar que no se habrían atrevido ni a soñar al inicio de la reforma. Ello explica que las diferencias de renta hayan resultado, hasta ahora, manejables.

Entre el capitalismo primitivo, con gran crecimiento al precio de injusticia social, y la fórmula maoísta, de igualitarismo a costa de miseria, es necesario un punto de equilibrio entre ambos. Hay que lograr más igualitarismo sin matar el estímulo. Los países europeos, enfrentados en su día a los mismos dilemas, han alcanzado el punto de equilibrio. En definición de Wu Jinglian, "socialismo, igual a crecimiento económico más justicia social". El énfasis puesto por el XVII congreso en lograr una sociedad más igualitaria demuestra que los dirigentes chinos están a la altura de los tiempos.

Eugenio Bregolat Obiols, embajador de España en China de 1987 a 1991 y de 1999 al 2003.