China toma la delantera en financiación del desarrollo

Según nuevas estimaciones, hoy China aporta casi tanto como el Banco Mundial a la financiación internacional del desarrollo. Ahora que países de todo el mundo tienen dificultades para combatir la COVID‑19, proteger a los vulnerables y orquestar una recuperación verde e inclusiva, este importante aumento de la financiación global del desarrollo puede ser muy beneficioso para la economía mundial.

Pero como cualquier gran ingreso de capitales en los países en desarrollo, la asistencia financiera de China también supone grandes riesgos, sobre todo en materia de dificultades para la devolución, pérdida de biodiversidad y cambio climático.

Un nuevo conjunto de datos interactivo del Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston hace un seguimiento de los préstamos soberanos de los dos bancos institucionales chinos de ayuda al desarrollo, el Banco Chino de Desarrollo y el Banco Chino de Exportación e Importación. Entre 2008 y 2019, el total de la financiación china para el desarrollo ascendió a 462 000 millones de dólares, apenas 5000 millones menos que los préstamos soberanos otorgados por el Banco Mundial en el mismo período.

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La financiación china para el desarrollo se concentra sobre todo en infraestructura (un sector con mucho potencial de alentar el crecimiento económico) y en industrias extractivas. El Banco Mundial calcula que la inversión de China en el extranjero puede generar un aumento del ingreso real mundial de hasta 2,9% en 2030, y de hasta 3,4% para las economías receptoras. En cambio, investigadores que emplearon técnicas de modelización similares calcularon en 2016 que el Acuerdo Transpacífico (TPP por la sigla en inglés) sólo generaría un aumento del crecimiento de los países integrantes del 1,1% en 2030, y 0,4% para todo el mundo.

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Además, un trabajo de investigación que saldrá publicado en el American Economic Journal muestra que cada proyecto financiado por China generó entre 0,41 y 1,49 puntos porcentuales de crecimiento económico adicional. El mismo estudio no halló pruebas concluyentes de que los proyectos del Banco Mundial hayan promovido el crecimiento.

Pero el incremento de la financiación china para el desarrollo generó temor a posibles crisis de deuda en los países receptores. Aunque la financiación china abarca todo el mundo, hasta el momento el 60% se destinó a sólo diez países: Venezuela, Pakistán, Rusia, Brasil, Angola, Ecuador, Argentina, Indonesia, Irán y Turkmenistán. Es posible que algunos tengan problemas para la devolución de los préstamos.

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Hace unos meses, el G20 instituyó la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda (DSSI), con la que se suspende hasta mediados de 2021 la devolución de préstamos bilaterales oficiales otorgados a 73 de los países más pobres del mundo mientras enfrentan la pandemia y la crisis económica asociada. Según la base de datos del Banco Mundial sobre la DSSI, los vencimientos de deudas contraídas con China durante 2021 son similares a la suma de las deudas con el Banco Mundial y con la totalidad de los acreedores multilaterales.

La financiación china para el desarrollo también supone riesgos para la biodiversidad y la estabilidad climática. El nuevo conjunto de datos de la Universidad de Boston ubica en el mapa cada proyecto financiado por China con su latitud y longitud, de modo que los usuarios pueden identificar su proximidad a regiones importantes para la biodiversidad. De los 615 proyectos cartografiados, 124 están en áreas nacionales protegidas y 261 dentro de hábitats críticos.

Además, en un artículo reciente en coautoría con científicas de la Universidad de Princeton, hallamos que entre 2006 y 2015, los fondos públicos procedentes de los dos bancos institucionales chinos financiaron en todo el mundo más capacidad adicional de generación de energía (59 gigavatios) que los diez mayores bancos de desarrollo multilaterales combinados (55 GW). Aunque los fondos chinos ayudaron a aumentar la capacidad energética mundial, el 64% de las nuevas centrales consumirán carbón (con alta emisión de carbono) y emitirán más de 12 gigatoneladas de dióxido de carbono en el transcurso de su vida útil.

China, sus deudores y la comunidad internacional necesitan maximizar los beneficios y minimizar los riesgos de esta muy necesaria ayuda internacional al desarrollo. Durante 2021, China tendrá tres grandes oportunidades de avanzar en ese sentido.

Dentro del G20, China ya es el mayor participante de la DSSI, y hasta ahora suspendió más de 1900 millones de dólares en pagos de deudas. En la cumbre de noviembre, los líderes del G20 adoptaron un marco que trasciende la suspensión de deudas y puede dar alivio de deuda real a los países más pobres. China puede tomar la delantera y requerir que los países que obtengan un alivio de deuda usen el margen fiscal así obtenido para promover objetivos de desarrollo ecológicos.

En mayo de 2021, China será país anfitrión de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica, y puede comprometerse a alinear su financiación internacional para el desarrollo con las nuevas metas mundiales de biodiversidad. Esta es una de las principales recomendaciones de un organismo patrocinado por el Ministerio de Ecología y Medioambiente de China, y se sumaría a los esfuerzos locales que hace China en la protección de la biodiversidad.

Finalmente, en la cumbre sobre cambio climático COP 26 de las Naciones Unidas que se celebrará en Glasgow en noviembre, China puede comprometerse a extender a los proyectos internacionales que financie la promesa que anunció hace poco de alcanzar la neutralidad de carbono en 2060. China ya es líder mundial en financiación y difusión de la generación eólica y solar de energía dentro de sus fronteras; con una reorientación de sus programas de financiación para el desarrollo, puede acelerar la adopción internacional de estas tecnologías.

China se adelantó a proveer a los países en desarrollo los recursos adicionales que siempre buscaron en Occidente. Si los organismos de financiación chinos logran alinear estos fondos con las iniciativas de sostenibilidad financiera y ambiental, el mundo estará en mejores condiciones para lograr una recuperación verde e inclusiva después de la crisis de la COVID‑19.

Kevin P. Gallagher is Professor of Global Development Policy and Director of the Global Development Policy Center at Boston University.
Rebecca Ray is Senior Academic Researcher at the Global Development Policy Center at Boston University. Traducción: Esteban Flamini

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