China y el futuro precio de las materias primas

Indudablemente, la actual desaceleración del crecimiento chino tuvo efectos de vasto alcance sobre la economía mundial, pero su papel en la brusca caída de los precios de las materias primas desde 2014 —un resultado devastador para los países exportadores de esos productos, entre los que se cuentan economías emergentes alguna vez dinámicas— es más limitado de lo que sugiere la creencia popular. De hecho, la desaceleración china solo nos cuenta una parte de la historia de los precios de las materias primas.

Ciertamente, existe una clara correlación entre el crecimiento del PIB chino y los precios de las materias primas. A principios de la década de 2000, cuando se aceleró el crecimiento de China, los precios de las materias primas aumentaron bruscamente, pero desde 2011 —cuando comenzó la desaceleración económica en ese país— los precios de la energía han caído el 70 %; los de los metales, un 50 %; y los precios de las materias primas agrícolas, el 35 %.

De todas formas, la explicación del colapso de los precios de las materias primas a través de la desaceleración china resulta, en el mejor de los casos, incompleta. Como muestran las nuevas investigaciones del Banco Asiático de Desarrollo, aunque China desempeña un papel significativo en los mercados de materias primas —representa aproximadamente la mitad del consumo mundial de metales, carbón y carne porcina, por ejemplo— no es, ni con mucho, tan dominante como se cree en general. China representa menos de un quinto del consumo mundial de azúcar, trigo, aves de corral y carne vacuna; el 12 % consumo mundial de petróleo crudo; y el 5 % del gas natural. De hecho, algunas de las materias primas que han experimentado las mayores bajas en sus precios —más notablemente el petróleo (que cayó el 73 %) y el gas natural (con una baja del 55 %)— son aquellas en las que China participa relativamente poco.

Además, el consumo actual chino de materias primas es aún menor de lo que sugieren los datos. Las mediciones convencionales, en vez de considerar las cadenas productivas transfronterizas, simplemente toman la suma de la producción de un país y le restan sus importaciones de materias primas para determinar su nivel de consumo. Pero, en el caso de China, una proporción significativa de las materias primas que «consume» se usa en realidad para producir bienes que se exportarán al resto del mundo. De hecho, casi un tercio de la demanda china de metales se usa para cubrir la demanda de exportaciones. Si restamos las materias primas incorporadas en los bienes manufacturados que exporta, el peso que aparentemente tiene en esos mercados se vería reducido.

Una mirada a las propias fluctuaciones de los precios de las materias primas refuerza esta idea. Consideremos al cobre: entre 2001 y 2006, sus precios variaron salvajemente, con caídas del 30 % en algunos años y subas del 150 % en otros; todo mientras el crecimiento de la producción industrial china y su demanda de cobre se mantuvieron relativamente estables, en el 15 % y el 20 %, respectivamente. Claramente, otras cuestiones —que van desde factores del lado de la oferta y la demanda mundial hasta la demanda especulativa y los ajustes de inventarios— también tienen una fuerte incidencia sobre lo que ocurre en los mercados de materias primas.

¿Qué implica entonces la continua desaceleración china para los precios de las materias primas? Aun cuando el crecimiento de China ha disminuido desde 2011, el aumento del consumo de materias primas de ese país continúa superando al del resto del mundo. En consecuencia, su participación en el consumo mundial de materias primas ha aumentado.

Esto no debiera constituir una sorpresa, dado que el crecimiento del PIB chino, aunque haya caído significativamente desde sus épocas de auge de dos dígitos, continúa por encima del 6 %. Si bien el cambio de un modelo de crecimiento impulsado por las inversiones a otro que depende del consumo debilitará el aumento de su demanda de metales y energía, aumentará su demanda de productos y servicios alimenticios y, con ella, la de materias primas agrícolas.

La conclusión es clara: la cambiante situación económica china no implica un desastre para los exportadores de materias primas. Por el contrario, incluso si —como muchos temen— el crecimiento económico de China se desacelera aún más, su impacto sobre los precios de las materias primas será limitado.

La promesa de que la demanda de otros gigantes emergentes —como India e Indonesia— se acelerará en los próximos años mejora aún más las perspectivas para los precios de las materias primas. La economía del resto de los países asiáticos en desarrollo es actualmente un 4 % mayor que la de China (era el doble de la china en 2000, cuando la demanda de materias primas de ese país comenzó a acelerarse). Si el sólido crecimiento de las restantes economías emergentes asiáticas continúa durante la próxima década y media, generará una demanda de materias primas al menos igual a la de China en los años de bonanza.

El peso de la reducción del crecimiento chino sobre los precios de las materias primas es real, pero la caída brusca y generalizada que vimos en ellos no debe atribuirse solo a China. Tal vez más importante sea que ese país continúa importando grandes volúmenes de materias primas y que el resto de los países asiáticos en desarrollo están en posición de aumentar esa demanda aún más. Así, las perspectivas de una recuperación en los precios de las materias primas son más prometedoras.

Abdul Abiad is Economic Adviser at the Asian Development Bank.
Shang-Jin Wei is Chief Economist at the Asian Development Bank and the head of its Economic Research and Regional Cooperation Department.
Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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