Choques fratricidas

La división de poderes en Gaza y Cisjordania se produce después de un año de tensiones mal resueltas entre Al Fatah y Hamas. Para poder comprender mejor los complejos acontecimientos de las últimas semanas, resulta útil remontarse a las pasadas elecciones. En estos comicios los votantes otorgaron la victoria a Hamas, en un claro ejercicio de castigo al Gobierno de Al Fatah. Inmediatamente después estallaron las tensiones provocadas por las elites de Al Fatah que se resistían a perder su posición de poder y sus prebendas.

Desde el inicio del conflicto hasta la actualidad, la política israelí de encarcelamientos y asesinatos de los dirigentes más populares de Al Fatah, que habían liderado la resistencia contra la ocupación, ha ido dejando al frente del partido a las elites más ambiciosas y dispuestas a colaborar con Israel. Yla represión contra Hamas ha provocado también un efecto negativo, pues ha hecho desaparecer de la escena política a dirigentes importantes, incluso ministros y parlamentarios, que habían introducido una alta dosis de pragmatismo en la actividad de los islamistas.

La respuesta de la comunidad internacional a la victoria de Hamas agravó todavía más esta situación. El rechazo de Occidente a los gobiernos palestinos, tanto el de Hamas como el de unidad nacional salido del compromiso de La Meca, no sólo atentó contra el proceso democrático sino que además supuso un severo castigo a todo el pueblo palestino. La propia ONU, a través de John Dugard, relator especial sobre la situación de los derechos humanos en Palestina, denunció que era la primera vez que se aplicaban sanciones a una población que sufre la ocupación y la colonización de un Estado extranjero. Este castigo obtuvo un resultado opuesto al esperado, pues debilitó a los sectores más pragmáticos de Hamas dando mayor fuerza a aquellos que predicaban un discurso violento, y apoyó a los dirigentes más corruptos de Al Fatah. Lo que dio lugar a enfrentamientos cada vez más violentos entre estos dos grupos, ante la gran desesperación de la población palestina.

El agravamiento de los choques entre Al Fatah y Hamas condujo a unos y otros a intentar asegurar su posición en sus respectivos feudos de Cisjordania y Gaza. Facilitada por la política israelí de impedir los contactos entre las dos regiones aislándolas entre sí, la separación física se convirtió también en separación política en el momento en que Hamas dio el golpe de mano tomando el control de la franja. Así, se abre el interrogante sobre si sería posible la aparición de dos estados palestinos en la región.

La primera cuestión que señalar es que los territorios ocupados palestinos no son un estado, ni hay un gobierno real en ellos. Recientemente, la periodista israelí Amira Hass contaba en Barcelona que la ocupación israelí había secuestrado el tiempo y el espacio de la población palestina. El muro, los toques de queda, los check points y las incursiones del ejército israelí han convertido a todos los palestinos en verdaderos prisioneros. El acceso a la escuela, la actividad laboral, el comercio, incluso un acto cotidiano como ir al mercado, dependen del permiso de los soldados israelíes. La franja de Gaza y Cisjordania son enormes campos de concentración, y la ANP es la administradora de muy pocos retazos de la vida en ellos. Los informes de las agencias de la ONU y el Banco Mundial dejan claro que esta parálisis ha llevado a los palestinos a una situación de crisis social.

Además, la realidad geográfica y demográfica de los territorios ocupados dificultaría enormemente la aparición de dos estados. Si la Palestina histórica equivalía aproximadamente a la extensión de Catalunya, hoy por hoy Cisjordania y Gaza no suman más que una superficie similar a la de la provincia de Girona y el Maresme, con 2,5 millones y 1,5 millones de personas respectivamente (convirtiendo Gaza en una de las regiones más superpobladas del mundo entero). En este pequeño espacio, incluso se discute la viabilidad no ya de dos, sino de un solo Estado palestino. Las familias de la franja de Gaza y Cisjordania están a menudo emparentadas, lo que ya de por sí constituye otro obstáculo insalvable para cualquier idea de separación en dos estados distintos. Por otra parte, la mayoría de la población de la franja de Gaza es refugiada y vive en unas condiciones muy precarias dependiendo de la ayuda internacional, por lo que un Estado palestino sólo en Gaza se convertiría en una entidad sin soberanía sometida a la voluntad de los donantes, ya fuera la ONU, las potencias occidentales o algún país árabe o musulmán.

Así pues, aunque el futuro de esta población y del propio conflicto parezca ahora ligado a las luchas fratricidas, basta con adoptar una perspectiva un poco más amplia para darnos cuenta de que el núcleo del problema radica en la ocupación israelí de los territorios palestinos. Los palestinos no tendrán futuro hasta que se consiga la paz, y ésta sólo llegará con el respeto del derecho a la autodeterminación de la población de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Ya en el año 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU exigió la retirada del ejército israelí de los territorios ocupados en junio del mismo año. Y sin embargo, no sólo no ha habido hasta ahora en Tel Aviv ningún gobierno dispuesto a ello, sino que el proceso de colonización y de construcción del muro en Cisjordania ha avanzado y avanza tanto que cada vez parece más difícil volver atrás en la política israelí de hechos consumados.

La responsabilidad de lograr un futuro de paz recae cada vez de manera más urgente en los gobiernos occidentales. Éstos deberían hacer lo posible para evitar la radicalización de la población palestina y terminar con el conflicto, a fin de conseguir la paz para todos los palestinos e israelíes. Y esto no se logrará apoyando a Al Fatah contra Hamas, sino forzando a Israel a cumplir la legalidad internacional.

En la paz, la unión para construir un futuro resulta mucho más fácil. No sólo entre palestinos, sino también entre todos los habitantes de la Palestina histórica, los israelíes y los árabes. Los irlandeses han dado buena muestra de ello.

Ferrán Izquierdo, profesor de la UAB.