Ciencia y gestión sanitaria en pandemia

Se cumplen veintidós meses de la pandemia Covid-19. Una prueba de estrés para la humanidad en forma de latigazo infeccioso que, aunque nos llegó advertidos, puso de manifiesto una clamorosa falta de preparación para afrontarlo de manera eficaz. En efecto, el riesgo de emergencia de epidemias que pudieran devenir en pandemias aparece bien claro en los textos científicos de Microbiología y Salud Pública, se formula de manera práctica en documentos de organismos sanitarios internacionales y nacionales, incluso forma parte de previsiones sobre las que hay legislación abundante. Los coronavirus son conocidos como parte de esa amenaza.

No obstante, la infección pandémica se materializó en desgracia global, el número de casos en el mundo supera los 245 millones, frisando ya los cinco millones de muertes (2 por ciento). En los comienzos, la OMS presenciaba impotente la extensión de un problema surgido en China, como si la propagación de la pandemia debiera ser inexorable. Fallaron los controles preventivos en origen, mientras que entre nosotros no faltaron expertos epidemiólogos que garantizaban -alguno incluso entre bromas- que nuestra afectación sería irrelevante.

La infección Covid determina secuelas importantes en uno de cada tres afectados que se recuperan. Las secuelas económicas y sociales de la pandemia no son menos graves; una crisis mundial de materias primas, transporte, crecimiento económico, empleo, y otras supone el correlato del problema causado por la emergencia de un coronavirus patógeno que se transmite de persona a persona. En España, con una de las mortalidades por habitantes más altas del mundo, resulta que algunas medidas además de poco eficaces han sido sentenciadas como inconstitucionales. Como no pretendo hacer crítica destructiva, reconozco también que hemos sido de los países con mayor eficacia para administrar la vacuna.

Sería injusto ignorar que la pandemia Covid coexiste con otras endemias infecciosas en el mundo. Entre otras, la tuberculosis se lleva anualmente millón y medio de vidas humanas, mientras que la gripe causa de 300.000 a 500.000 muertes y el paludismo supera los 400.000 decesos en el mundo. No obstante, la sacudida causada por el virus SARS-Cov2 ha movilizado un esfuerzo científico y sanitario sin precedentes. Los réditos de éste deben ser aprovechados para el avance de los cuidados de salud, no solo cuando se trata de infecciones.

El camino recorrido de la mano del virus de la Covid está aún incompleto, pero las rutas para proseguir en el conocimiento y las soluciones se han de concentrar en dos aspectos principales. Primero, mejorar mucho el manejo de la infección tanto en lo curativo como en lo preventivo. Segundo, entender mejor lo que ha ocurrido para que se produzca la emergencia y para prevenir mejor futuras pandemias.

Este virus responde a un diseño que le hace especialmente insidioso; los infectados lo transmiten incluso antes de manifestar síntomas, facilitando así mucho los contagios. Su capacidad de afectar, no sólo al aparato respiratorio sino a otros órganos y tejidos (politropismo), le permite intensamente hacer mella en quienes son vulnerables. No desdeñamos que la mortalidad sea del 2 por ciento en una enfermedad que se propaga con tanta facilidad. A pesar de los miles de ensayos clínicos que se han puesto en marcha, son muy pocos los tratamientos validados y aceptados por las autoridades encargadas de aprobar los fármacos que el clínico puede prescribir y el farmacéutico dispensar. El recorrido previsible producirá novedades importantes en este sentido y en poco tiempo.

La puesta a punto de vacunas para prevenir la infección Covid, eficaces y disponibles en tiempo récord, se ha calificado como el gran éxito sanitario en el combate contra la pandemia. Sin embargo, se puede afirmar que las vacunas actuales no serán la definitivas, entre otras cosas porque no previenen la infección, si bien reducen notablemente la gravedad y la mortalidad de esta. Las líneas de desarrollo que están en marcha han de traer nuevas vacunas que mejoren las actuales, tanto en cuanto a eficacia, prevención de contagios, cobertura de variantes y facilidad de administración.

El segundo grupo de preguntas que sigue desafiando al conocimiento científico es cómo el virus ha surgido a partir del murciélago. La lógica científica virológica postula que ese salto zoonótico, que modeló un nuevo coronavirus contagioso entre humanos, debió tener otro animal intermediario. Para la ciencia no ha sido difícil componer ese itinerario para otros coronavirus patógenos que surgieron en el pasado. Fue cuestión de buscar del rastro genético del agente vírico correspondiente en distintos hospedadores.

Sin embargo, después de arduos esfuerzos se sigue sin aclarar el origen del SARS-Cov2 y su recorrido hasta nuestra especie. Es preciso seguir esta exploración, no sólo porque hay científicos que postulan que el virus Covid es el resultado de un escape de laboratorio, sino porque urge mapear nuevos peligros de epidemias similares. Además, porque todo puede ayudar a prever futuras trayectorias del Covid; nada en los patógenos es estático, los microbios evolucionan de diversas formas.

Cómo se puede ir modificando el virus en poblaciones humanas que ya están inmunizadas en más de un 80 por ciento o si se podrá convertir en un virus estacional, que persista y reaparezca, frente al que haya que seguir inmunizándose de vez en cuando. Son preguntas que nos van a acompañar y a las que la ciencia podrá ir dando respuesta. Tampoco sabemos si podrán surgir nuevas variantes que se transmitan con mayor facilidad ni si serán más o menos virulentas.

En su encuentro con nuevos microbios patógenos, desde que los primeros humanos se fueron expandiendo por el planeta en sucesivas oleadas desde el continente africano, la humanidad nunca se había confrontado con una pandemia tan global y de tan rápida extensión. Tenemos que componer el paisaje a estas alturas de la batalla, cuando ni siquiera sabemos con certeza la evolución esperable de la pandemia en los próximos meses. Pero hay algunas lecciones que asimilar, la principal es que el conocimiento científico es una herramienta fundamental para atajar catástrofes como la vivida. Igualmente, hay que proclamar que la gestión sanitaria demanda también rigor y responsabilidad, así como capacidad de anticipación y de cooperación a todos los niveles. Persiste el riesgo de nuevos eventos infecciosos porque la capacidad de evolucionar del mundo microbiano se renueva y actualiza. Afrontar nuevas pandemias que puedan surgir debe ser una tarea en la que alcanzar mejores logros.

César Nombela es miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia.

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