Científicos emigrantes

No hay que alarmarse porque salgan tantos científicos españoles a trabajar fuera. Por el contrario, la presencia de investigadores españoles en centros de élite mundial es un activo para España. La exigua inversión en investigación doméstica es sin duda preocupante. Pero no el éxodo al que ésta ha contribuido. Aunque pueda parecer contradictorio, a España le conviene tener muchos y buenos científicos fuera, reconocer su valor estratégico y promover unas estrechas relaciones con ellos.

En los años 90, cuando yo vine por primera vez a Estados Unidos como estudiante de doctorado, éramos unos 5.000 investigadores españoles con visado J-1 de intercambio académico y científico. Este nivel se mantuvo más o menos constante hasta 2008. En los últimos años el número se ha duplicado, alcanzando el nivel más alto en nuestra historia, pero sin superar a un país como Corea del Sur.

La comparación con Corea es relevante porque es un país de población y economía similar a España pero con tasas de innovación y crecimiento económico muy superiores. En 1975, al inicio de la Transición española, Corea era un país pobre con una renta per cápita que no llegaba a la cuarta parte de la española. Desde entonces, su crecimiento económico ha sido espectacular y, desde hace cinco años, su renta supera a la española. Gran parte del milagro económico coreano tiene que ver con sus inversiones en investigación que hoy en día alcanzan el 4.2% de su producto interior bruto y se sitúan a la cabeza de los países desarrollados.

España invierte solo un 1.2%, muy por debajo no solo de Corea sino de la media de la OECD (2.4%). A este déficit han contribuido por igual Gobiernos de ambos lados del espectro político. Con Felipe González la inversión en investigación subió del 0.4% al 0.8% del PIB, con Aznar llegó al 1%, y con Zapatero, al 1.3%, antes de comenzar una caída gradual durante su Gobierno y el de Rajoy. España invierte menos en investigación hoy que la media de los países desarrollados en los ochenta.

Para que una economía crezca, ha de producir más y mejor con los recursos que tiene. La investigación es la fuente ideas que permiten incrementar la productividad y generar crecimiento económico. En las últimas tres décadas, la productividad de la economía coreana ha crecido a ritmo de entre un 2% y un 5% anual, mientras que la española se ha estancado e incluso ha retrocedido.

La diferencia entre España y Corea no está en el número de científicos que emigran —en ambos casos el número es similar— sino en cuantos se dedican a la investigación en su país. Mientras en España hay unos siete investigadores por cada mil trabajadores, en Corea hay casi el doble.

El flujo de científicos hacia centros de investigación prestigiosos en otros países no debilita la investigación en el país de origen, sino que la fortalece. El científico que se va, no se va del todo. Mientras está fuera, se está formando con otros científicos de élite, tiene acceso a recursos avanzados quizás no disponibles en casa y desarrolla relaciones personales que pueden resultar cruciales en el futuro. Si retorna, aunque es verdad que España no lo pone fácil, realiza una aportación neta al capital científico doméstico.

Alemania y Reino Unido envían el doble de investigadores a Estados Unidos que España e Israel, un país con la población de Andalucía, envió más de 3.000 el año pasado. A pesar de su pequeño tamaño, Israel ha conseguido cuatro veces más premios Nobel científicos que España, la mayoría de ellos gracias a trabajos llevados a cabo en (o con) Estados Unidos.

Más que lamentar la diáspora científica hay que darle la importancia que se merece como inversión a futuro y herramienta de diplomacia pública. Un buen punto de partida es la iniciativa de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología de destacar a científicos españoles en las embajadas en Washington, Londres y Berlín y ayudar a crear redes de investigadores españoles en tres países muy importantes.

Para competir con éxito en la economía del conocimiento y generar la riqueza necesaria para sostener el estado del bienestar, es fundamental que España incremente los recursos públicos y privados dedicados a la investigación, que facilite la presencia de científicos españoles en los grandes centros de investigación del mundo y que haga lo posible por mantener estrechas relaciones con ellos.

Ángel Cabrera es rector de la Universidad George Mason en Virginia, Estados Unidos, y patrono de la Fundación Bankinter de la Innovación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *