En 2016 España ha cosechado su quinto superávit consecutivo de balanza de pagos. El importe, 26.859 millones de euros, representa el superávit exterior más alto de la serie histórica, un 2,4% del PIB. El superávit de la balanza por cuenta corriente, que mide la diferencia entre lo que España produce y gasta, se elevó hasta los 22.306 millones de euros, el 2% del PIB. Desde 2012 España ha sido capaz de generar capacidad de financiación frente al exterior por quinto año consecutivo, algo que no había sucedido nunca antes en la economía española.
El vuelco producido en el sector exterior de la economía española en los últimos años es, sin duda, admirable. Porque conviene recordar que, allá por 2007, España cosechó el déficit de balanza de pagos más alto del mundo desarrollado, por un importe de 100.020 millones de euros, un 10% del PIB. Por entonces, en números redondos, España producía anualmente 1 billón de euros y gastaba 1,1 billones de euros. Gastábamos un 10% más de lo que producíamos cada año, acumulando, en consecuencia, deuda externa a un ritmo insostenible y colocándonos en una posición financiera de extremada vulnerabilidad, como la realidad se encargó de demostrar.
El protagonismo del vuelco histórico de la balanza de pagos española se debe atribuir a las exportaciones de bienes y servicios españoles. España ha pasado de exportar 277.795 millones de euros en 2007 a exportar cerca de 365.000 millones de euros anuales en 2016, un nuevo récord de la serie histórica. Este empuje exportador es el que ha permitido reducir radicalmente el déficit de la balanza de mercancías, generar un abultado superávit de la balanza de servicios e incrementar paulatinamente el superávit de la balanza por cuenta corriente.
La exportación de bienes y servicios ha ganado peso en el PIB como nunca lo había hecho antes: cerca de 11 puntos adicionales, desde el 23% del PIB hasta el 34%, un peso que bien merece el calificativo de protagonista del "cambio de modelo productivo". El peso en el PIB dejado por el sector de la construcción ha sido compensado (con creces) por las exportaciones de bienes y servicios de múltiples sectores productivos de la economía española.
El tirón del sector exterior nos ha permitido convertirnos, de entre las cinco grandes economías de la UE, en el segundo exportador (medido por peso en el PIB de las exportaciones), sólo por detrás de Alemania. En 2007, España era el quinto exportador de ese grupo. Hoy, España está claramente por delante de Francia, Italia y Reino Unido en peso exportador, todos ellos lejos del 34% del PIB que la economía española registró en 2016. Durante los últimos años, España ha sido capaz de registrar tasas de crecimiento anuales de sus exportaciones muy superiores a las registradas por el conjunto de la UE, e incluso por encima de la media mundial. Esto nos ha permitido mantener nuestra cuota en el mercado mundial, algo que ninguna otra economía de las grandes de la UE -ni siquiera Alemania- ha sido capaz de conseguir.
Un hecho meritorio y claramente diferencial frente a otros ciclos económicos del pasado estriba en que el tirón exportador ha continuado cuando la demanda doméstica ha comenzado a revitalizarse. Allá por 2012 y 2013, eran muchos los analistas que auguraban un repliegue exportador a medida que se consolidara la recuperación. Para bien de la economía española, estaban equivocados: la recuperación de la demanda interna en 2015 y 2016 ha venido acompañada de un notable dinamismo exportador. Esta vez, ha sido diferente.
El "milagro del sector exterior" no es tal, porque en economía los milagros no existen. La realidad es que en España se ha producido una profunda transformación en nuestro tejido empresarial, que ha elevado el número de empresas exportadoras desde las 99.000 existentes en 2007 a las 148.000 registradas en 2015. En otros términos, la base exportadora española se ha ensanchado en un 50%. Más importante aún es el incremento de nuestra base exportadora regular, es decir, el conjunto de empresas que exportan durante al menos cuatro años consecutivos. Esa base exportadora regular ha crecido un 30% durante la crisis y se sitúa ya en cerca de 40.000 empresas.
Un repaso del impulso exportador desde la perspectiva sectorial, que permite constatar el extraordinario dinamismo del sector del automóvil, del sector químico, del sector de bienes de equipo, del sector farmacéutico y del sector agroalimentario, nos lleva inexorablemente a constatar la importancia crucial de la inversión extranjera como motor de la exportación. Cuidar la inversión extranjera instalada en España y atraer nuevas inversiones resulta clave para la sostenibilidad del dinamismo del sector exterior.
Aunque el protagonismo de este gran éxito exportador sólo puede atribuirse cabalmente a las empresas que producen en España, nacionales o extranjeras, no deja de ser cierto que estas brillantes páginas del sector exterior de la economía española no se hubieran podido escribir sin la profunda recuperación de competitividad de la economía española, en buena parte atribuible a las reformas estructurales acometidas en 2012 y 2013.
Hay otro elemento fundamental para comprender el auge exportador: la eliminación de barreras arancelarias y no arancelarias para los bienes y servicios españoles que acompañan a los acuerdos de libre comercio suscritos por la Unión Europea. A lo largo de los últimos años, la firma de los acuerdos con Perú, Colombia, Ecuador, Vietnam, Singapur o Canadá han extendido los espacios comerciales libres de barreras para las empresas españolas. Los futuros acuerdos con Japón o Mercosur abrirán enormes nuevas oportunidades. Aunque el balance es extraordinariamente positivo, el proceso de internacionalización de la economía española está a medio camino. España está en condiciones de exportar un 40% de su PIB a medio plazo, de ensanchar aún más su base exportadora hasta las 200.000 empresas y de incrementar su base exportadora regular hasta las 70.000 empresas.
Con perseverancia y por el camino ya emprendido, España está en condiciones de escribir una extraordinaria historia de éxito comercial en el mundo desarrollado.
Jaime García-Legaz Ponce es técnico comercial y economista del Estado.