Cinco años después

Por Walter Laqueur, director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington. Traducción: Juan Gabriel López Guix (LA VANGUARDIA, 11/09/06):

Han pasado cinco años desde los grandes atentados terroristas ocurridos en Nueva York y Washington, son varias las comisiones que los han investigado, y se han escrito innumerables libros sobre ellos, por no hablar de los documentales televisivos y últimamente también las películas. No cabe duda de que ahora es posible ver esos acontecimientos con una perspectiva histórica más clara. En estos cinco años transcurridos, no se ha producido ningún atentado de una magnitud similar, y los grandes enemigos de los terroristas no se han venido abajo. Es cierto que el terrorismo no ha desaparecido de la tierra; basta recordar los atentados planeados por un grupo de jóvenes musulmanes en el Reino Unido, los recientes acontecimientos en Turquía y el Sinaí, así como en India (Bengala occidental), Bangladesh o Sri Lanka, donde el terrorismo es endémico pero no es objeto de cobertura televisiva y, por lo tanto, le cuesta penetrar en nuestra conciencia.

En general, podría afirmarse que el terrorismo al estilo Osama bin Laden no ha llegado a tener éxito; en parte, debido a unas medidas de seguridad más eficaces y, en parte, porque quienes patrocinan ataques terroristas se han dado cuenta de que su táctica (y estrategia) no ha triunfado. Podría afirmarse (y, en realidad, se ha afirmado) que el 11-S constituyó un error porque se produjo demasiado pronto. ¿Qué habría ocurrido si los terroristas hubieran esperado unos años hasta tener a su disposición armas más efectivas (quizá armas de destrucción masiva)?

En realidad, los atentados del 2001 sólo causaron un daño limitado (si lo medimos con el baremo de las ambiciones terroristas) y, por otra parte, han generado una alerta que antes no existía frente al peligro terrorista. Lo mismo podría afirmarse, mutatis mutandis,en relación con la incursión llevada a cabo por Hezbollah en julio contra los israelíes y en la que murieron varios soldados y otros dos fueron secuestrados: el jeque Nasralá ha admitido que no habría ordenado el ataque de haber sabido cómo reaccionarían los israelíes.

A lo largo del tiempo, el terrorismo ha cambiado de carácter y de tácticas, a veces de modo radical. ¿Podría ser que estuviéramos cerca del final del terrorismo al estilo Al Qaeda? Lo que presenciamos hoy en Iraq (y, en menor medida, en Afganistán o Somalia) no es tanto el terrorismo de siempre como una guerra civil entre milicias opuestas que pueden recurrir con frecuencia a tácticas terroristas (como el atentado suicida), pero que más a menudo operan en grandes unidades, cosa que nunca han hecho los terroristas en el pasado. Lo que hemos visto en Israel y Líbano no es terrorismo, sino algo parecido a una guerra por delegación en la que terceras potencias como Irán han utilizado los conflictos locales para sus propios fines. En una reciente visita realizada a Oriente Medio me he dado cuenta de un detalle que se me había escapado: Hezbollah llevaba muchas veces uniforme. Quizá se trate de un hecho insignificante, pero es indicativo de un cambio: la táctica terrorista tradicional se basaba en el anonimato y en el elemento de completa sorpresa. Habría sido impensable que los terroristas de una época pasada llevaran uniforme. Además, las armas utilizadas (como los cohetes de largo alcance) no son las de los terroristas clásicos.¿Acaso se han transformado los terroristas en guerrilleros? Lo cierto es que esa etiqueta tampoco acaba de encajar en muchos países.

En Europa no ha finalizado el conflicto generado en el seno de grupos radicales étnicos y religiosos ni tampoco los ataques terroristas, como ponen de manifiesto las bombas colocadas recientemente en trenes alemanes. Sin embargo, más frecuentes (y más indicativos de tendencias futuras) parecen los choques del invierno pasado en las afueras de París y otras ciudades francesas o los disturbios de hace unos años en algunas ciudades británicas.

Bien podría ocurrir que en Europa y América hubiera hoy más expertos en terrorismo que terroristas. De todos modos, quizá sea demasiado pronto para congratularse y para que las sirenas anuncien el final de la alerta. Y ello por diversas razones. El terrorismo, tal como lo hemos conocido en los últimos diez o treinta años, puede que sea hoy menos visible; desgraciadamente, eso no significa que hay menos conflicto y menos violencia. Esa violencia puede expresarse y se expresará de muchas maneras tan peligrosas o más que el terrorismo de épocas anteriores. Es muy fácil que una guerra librada por intermediación se escape de épocas anteriores. Es muy fácil que una guerra librada por intermediación se escape de

Tampoco debemos olvidar que nos acercamos rápidamente a una época en que los terroristas tendrán acceso a armas de destrucción masiva, nucleares, químicas y biológicas. No es probable (aunque no es imposible) que los grupos terroristas produzcan esas armas; de todos modos, podrán obtenerlas de sus patrocinadores y de partes interesadas, e quizá incluso comprarlas en el mercado negro. Para practicar el terrorismo de ese tipo no hacen faltan grandes grupos, es posible operar de modo eficaz con pocas personas. La mayoría de nosotros prefiere no pensar en estas funestas posibilidades y, por supuesto, podría ocurrir que los temores estuvieran infundados. Sin embargo, sería la primera vez en la historia humana que no se utilizan armas que están disponibles. Por estas razones, lo prudente es pensar lo impensable y prepararnos, en la medida de lo posible, para posibles desastres.