Cirugía para todos

En un reciente viaje a India, tomé un rickshaw pedaleado por un hombre con una pierna tullida, como pronto advertí. Dos semanas antes, había sido atropellado por un coche mientras navegaba las transitadas calles de Nueva Delhi. Aunque se las había arreglado para obtener medicamentos de una farmacia cercana para paliar el intenso dolor (probablemente porque se le había roto la pierna) no tenía ni el tiempo ni el dinero para ver un cirujano.

Este tipo de trágico cálculo es demasiado común. La Comisión Lancet sobre Cirugía Global estima que cerca de cinco mil millones de personas –casi un 70% de la población mundial- carece de acceso a cuidados anestésicos y quirúrgicos seguros y asequibles, mientras 33 millones de personas deben afrontar gastos de salud insoportablemente altos. No es de sorprender que los pobres del mundo sufran de manera desproporcionada: aunque la población de los países de bajos ingresos representa cerca de un 35% de la humanidad, en ellos se realizan apenas un 3,5% del total de los procedimientos quirúrgicos.

La financiación es uno de los mayores obstáculos para lograr una cobertura sanitaria universal, declarada por las Naciones Unidas un objetivo global. Y, aunque suene paradójico, una de las mejores maneras en que los gobiernos pueden obtener los fondos que necesitan para ampliar la cobertura es hacer que las operaciones quirúrgicas estén más ampliamente disponibles.

Los problemas de salud en el que tiempo de respuesta es uno de los factores cruciales, como lesiones de accidentes de tráfico y complicaciones del embarazo, se cuentan entre las principales causas de muerte y discapacidad en los países de ingresos bajos y medios. Pero las enfermedades subtratadas o no tratadas que precisan de cirugía también afectan la productividad económica. Por ejemplo, el estudio de Lancet estimó que no mejorar la atención quirúrgica en los países en desarrollo se traduciría en $12,3 billones menos de producción económica para 2030. No mantener una sólida capacidad quirúrgica incluso podría socavar las ganancias económicas de los países de ingresos medios, reduciendo el crecimiento del PIB total en aproximadamente un 2% al año.

La percepción común de muchos líderes es que suministrar atención quirúrgica no es sostenible ni rentable. Al enfrentarse a opciones presupuestarias difíciles, los gobiernos suelen preferir programas que luchen contra enfermedades infecciosas y crónicas, dejando en la estacada a gente como mi conductor de rickshaw.

Sin embargo, un creciente cuerpo de evidencias sugiere que estas visiones están erradas. Cuando los investigadores de la Escuela Médica de Harvard analizaron intervenciones quirúrgicas en países de ingresos bajos y medios, encontraron una notable desvinculación entre los supuestos económicos y la realidad. Por ejemplo, calcularon que el dinero destinado a cesáreas y cirugías de articulaciones tenía mayores retornos que el gastado en el manejo del VIH o las enfermedades cardíacas.

No hay dudas de que las enfermedades crónicas e infecciosas también merecen nuestra atención: no podemos reestructurar los sistemas de salud de la noche a la mañana, ni dar la espalda a quienes reciben tratamiento para enfermedades que no exigen cirugía. Pero las reformas que presten especial atención a la importancia de las intervenciones quirúrgicas impulsarían la productividad económica, ayudando a crear una atención sanitaria más equitativa para todos.

Para comenzar, los ministerios de salud y las organizaciones médicas deben reconocer formalmente que la atención quirúrgica y anestésica son parte esencial de la cobertura universal de salud. Para ejemplificarlo, los proveedores sanitarios deberán mejorar su recolección y análisis de datos sobre resultados quirúrgicos, lo que aumentaría la transparencia sobre mortalidad y morbilidad y fortalecería la rendición general de cuentas. Las decisiones sobre expansión de servicios podrían tomar como guía los indicadores centrales de la comisión de Lancet sobre la “preparación”, “provisión” e “impacto” de la atención quirúrgica.

En segundo lugar, para agrupar los riesgos y proteger contra sobrecostes, los países que estén considerando adoptar políticas de cobertura universal deberían poner la atención quirúrgica bajo planes de financiación pública. Si bien parte de los fondos para ampliar los servicios quirúrgicos deberían venir de la tributación, los proveedores sanitarios también podrían explorar opciones de financiación más innovadoras, como los “modelos de justicia social”, en los que la gente paga según sus medios.

Por último, para combinar recursos y aumentar la capacidad quirúrgica, los hospitales podrían explorar la realización compartida de tareas, por la cual los casos no urgentes se refieren a enfermeras licenciadas y asistentes médicos. Entre las estrategias de más largo plazo habría que invertir más en educación médica para elevar la cantidad de doctores y cirujanos.

El enorme progreso económico experimentado por muchos países en desarrollo en las últimas décadas se ha debido en gran parte a personas vibrantes, jóvenes y ambiciosas. Una de las maneras más eficaces de mantener este crecimiento y desarrollo es garantizar el acceso seguro y asequible a la sanidad, incluidas las intervenciones quirúrgicas. Si bien puede que el costo de prestar este servicio sea alto, no hacerlo resulta más caro aún.

Junaid Nabi, a physician and public health researcher, is a 2018 Aspen New Voices Fellow. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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