Llevo meses recorriendo España en el proceso de refundación de Ciudadanos, en esta nueva etapa en la que, después de un enorme ejercicio de escucha, nos definimos internamente, fijamos nuestras prioridades y nos preparamos para un año de citas electorales cruciales.
Lo que he encontrado en todo este tiempo, y los meses anteriores, en mi actividad como eurodiputado, son familias que luchan para salir adelante con más zancadillas que ayudas. Lo que he encontrado son clases medias que sostienen el Estado del bienestar, pero no se benefician de él como deberían, y jóvenes directamente perjudicados por medidas que arruinan su futuro y aumentan la brecha generacional que sufren.
El nuevo Ciudadanos es una herramienta política útil para estas familias y estas clases medias. Quiere impulsar las reformas necesarias para protegerlas de las frivolidades políticas suicidas del Gobierno, de la inflación corrosiva que nos hace perder poder adquisitivo y de las medidas económicas irresponsables para el futuro de los jóvenes.
Ciudadanos va a dar un enorme impulso reformista y modernizador a España.
Sobre la clase media han caído sucesivamente, desde 2008, la crisis financiera primero, la crisis múltiple de la Covid-19 después y, ahora, las consecuencias de la criminal invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Vladímir Putin.
Estos golpes la han golpeado y achicado. Las caídas de ingresos en los hogares han hecho que la clase media suponga hoy el 55% de la población frente al 61% de media en los países de la OCDE, y que su capacidad adquisitiva lleve quince años estancada.
Con una inflación que cerró enero en el 5,9%, la propaganda de los ministros se estrella cada vez que los ciudadanos van al mercado, llenan el depósito del coche y pagan sus facturas del gas y de la luz.
Estas clases medias necesitan que alguien las defienda. Que alguien diga la verdad sobre una sanidad desnortada a través de diecisiete sistemas de salud, sobre las pensiones y la sostenibilidad del sistema.
También sobre la monstruosa deuda pública (el 120% del producto interior bruto) que nos asfixia. Sobre la precariedad y los problemas del mercado laboral. Sobre la educación que nuestros hijos necesitan para los empleos de este mundo global y competitivo, y sobre la tacañería inversora en ciencia e investigación.
La modernización implica superar las gastadas fórmulas bipartidistas de la última década y media, fórmulas conservadoras de todo lo que no va bien, sean cuales sean sus siglas políticas. Implica, desde luego, combatir el desastre de este gobierno de desconcentración que salta de un disparate a otro y que produce malas leyes porque tiene que negociar internamente su contenido para poder sobrevivir.
Porque también el deterioro institucional y la incapacidad manifiesta de los populismos para afrontar los problemas y organizar la convivencia ponen en peligro el Estado del bienestar y la viabilidad de España como país democrático y próspero.
También los bandazos y retrocesos que se disfrazan de avances y el peligroso juego con la separación de los poderes del Estado contribuyen a la quiebra de las clases medias y a la incertidumbre sobre el futuro.
La modernización supone revertir el debilitamiento y la degradación de la democracia, frenar el deterioro económico y social y recuperar un horizonte de aspiraciones de los ciudadanos que incluya un trabajo digno y poder formar una familia. Es lograr un sistema electoral más justo que mejore la representación de los ciudadanos y una reforma de las instituciones que no están funcionando. Significa luchar contra la precariedad y la inflación, pero también contra el sectarismo, la incompetencia y la polarización.
Queremos progreso, libertad e igualdad de oportunidades. Estamos construyendo un partido que sea útil para defender a las clases medias, las familias y los jóvenes, y para ayudar a modernizar España.
Somos conscientes de nuestras fuerzas, no por lo que diga el desacreditado CIS y sus operaciones de propaganda, modelo de malversación de recursos públicos, sino porque conocemos a los que nos apoyan ahora, y echamos de menos a los que nos apoyaron antes.
A todos ellos, y a muchos más, nos dirigimos. Con mayor o menor fuerza, nuestra utilidad será evitar que los partidos convencionales se vayan a los extremos, arrastrados por los diversos populismos, e impedir que las fuerzas separatistas sigan utilizando a gobiernos débiles o irresponsables, como han hecho siempre, para desguazar España.
Nuestra utilidad será defender a los que se han ido quedando sin voz, a los que dan todo y reciben poco, y garantizar que las reformas y la modernización no sucumben ante los viejos pactos de los que quieren que no cambie nada, de los que pretenden conservar lo que no funciona.
Adrián Vázquez Lázara es secretario general de Ciudadanos y portavoz en el Parlamento Europeo.