Coincidencias, tradición y traición

Probablemente cuando Fernando Sánchez Dragó escribía su columna reivindicando el machismo, el asesino de Inmaculada González Hernández lo hacía cargando el arma con las balas que se llevarían su vida. Y, probablemente, cuando al día siguiente, mientras se miraba en el espejo de sus palabras impresas en el periódico y esbozaba una sonrisa, como la que se dibuja en el espejo de casa antes de dejarla atrás, pudo enterarse de que uno de esos hombres que han traicionado la tradición, que se han arrojado a «los barricados» para defender la virilidad, que mantienen el argumento del falo por encima de la cabeza, había vuelto a poner las cosas en su sitio, que para muchos es, sencillamente, que el hombre esté por encima de la mujer, y si ellos son tan miserables que se arrastran por el suelo, pues ellas bajo tierra, así de simple, así de terrible, lo importante es que los hombres estén por encima de las mujeres.

Y probablemente, otra coincidencia, mientras que muchos hombres habrán sonreído ante el mismo espejo y habrán aplaudido con sus jaleos y alabanzas a Sánchez Dragó diciendo, «este sí que es un hombre» o «él sí que los tiene bien puestos» y otras cosas por el estilo, otros hombres y mujeres lloraban ante el cuerpo de la última mujer asesinada por la violencia machista.

Pero ya no todo son coincidencias, ahora somos muchos los que ¿traicionamos a la tradición?, para los que el ser hombre o mujer no es ni más ni menos y que, por tanto, las funciones y conductas que desarrollan unos y otras no tienen más valor, todas forman parte de la convivencia en sociedad y cada una de ellas es necesaria para abordar la cuestión que intentan resolver. Ser hombre no se puede imponer ni se puede exigir, y no se debe olvidar que los privilegios que reivindican quienes entienden que la masculinidad es una especie de pack con ventajas inherentes a su condición, han sido construidos con lo que a lo largo de la historia se le ha arrebatado a las mujeres, de manera que el exceso de poder, libertad, autoridad, independencia,…que disfrutan los hombres han sido conseguidos a costa de los derechos y oportunidades de las mujeres.

Cuando Sánchez Dragó y otros muchos como él, reivindican privilegios para los hombres, para qué los quieren, ¿para construir un mundo mejor?, ¿para combatir la injusticia?, ¿para luchar contra la violencia? Ya lo dije hace tiempo, no se puede construir la justicia desde la injusticia, y una defensa de las referencias y elementos que dan lugar a la violencia de género no puede ser para acabar con ella.

Ser viril, Fernando, no es ser vil, y aunque no lo pretendieras, tu columna del otro día (8-9-2009) ha sido un nuevo pilar en el edificio de la convivencia democrática que nos resguarda de palabras como las escritas y de las personas que las arrojan con virulencia, porque, aunque no lo creas, cada vez hay más personas, mujeres y hombres, que las rechazan y las critican.

¿Traidores? Bueno, toda evolución, en cierto modo, no deja de ser una traición, el problema está en la lealtad involutiva.

Miguel Lorente Acosta, delegado del Gobierno para la violencia de género.