Colombia: ¿principio del fin?

Descifrar las claves del conflicto colombiano, en el que vive el país desde hace mas de 40 años, no es fácil: lo previsto es imposible; lo imposible, posible.

No será por los intentos de solucionarlo, siempre asociados a periodos presidencialistas: León Valencia lo intentó por las bravas en 1964; Belisario, en 1984; Virgilio Barco, después, hasta 1990; el propio César Gaviria, entre 1990 y 1994. Pastrana llegó a ceder 43.000 kilómetros cuadrados en el Caguán, pensando que aquel espacio facilitaría el reencuentro. Fracasó. Uribe, en su segundo mandato que finaliza en el 2010, lo ha intentado y lo intenta con todos los medios a su alcance.

Marzo fue indiscutiblemente un mes terrible para las FARC. Empezó con la muerte de Raúl Reyes, en su santuario ecuatoriano, seguida una semana después por la de Iván Ríos, asesinado en circunstancias más que trágicas. Finalizando mayo, hemos conocido que este mes aún ha sido peor: el 26 moría de un infarto, según unas fuentes, a consecuencia de un bombardeo, según otras, el hombre que apagaba de un disparo de AK 47 un cigarrillo a 60 metros: Manuel Marulanda, fundador e indiscutible jefe del grupo, bautizado hacía cerca de 78 años como Pedro Antonio Marín en el pequeño pueblo de Génova, en el interior del país.

También ha sorprendido el nombre de su sucesor: Alonso Cano, antiguo estudiante de Antropología convertido en una especie de pensador o ideólogo de la guerrilla, el más duro negociador, no obstante, en San Vicente del Caguán con los equipos de Pastrana. Todo apuntaba que sería Jorge Briceño, el mono Jojoy, el jefe militar, el llamado al relevo. En resumen, la rama política ha prevalecido sobre la militar: primera importante conclusión.

Pero no han acabado aquí las sorpresas. El hecho de que el anuncio de su muerte lo hiciese el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, a una publicación de su familia es un indicio de falta de cohesión en el Gobierno. La noticia merecía ser anunciada por el propio presidente, por muy importante que fuese su descanso de fin de semana. Puede haber una segunda lectura: Santos quiso adelantarse al ministro del Interior, Carlos Holguin, que hacía unos días se había apuntado el éxito de la entrega de Karina, la tristemente mítica comandante del frente 47. Las elecciones presidenciales del 2010, casi a la vuelta de la esquina, pueden ser la clave de estos protagonismos. Segunda conclusión: tampoco es monolítica la posición del Ejecutivo de Uribe, como no lo son ni el poder legislativo ni el judicial.

No deja de ser cierto que las FARC han ganado en los últimos tiempos cierta consideración exterior de tipo político. El conflicto fronterizo de Colombia con Venezuela y con Ecuador fue una muestra de ello. El latente y cruel secuestro de Ingrid Betancourt, otra. Pero esta internacionalización, buscada a través de sus nuevos aliados venezolanos, nicaragüenses y ecuatorianos, se ha convertido en su mayor enemigo. Ha roto la cerrada y férrea disciplina interna, ha abierto las murallas intelectuales de sus segundos y terceros escalones de mando a las nuevas generaciones de combatientes. Las nuevas tecnologías --ordenadores y telefonía móvil-- son sus verdugos. No lo pudieron imaginar. Error estratégico. Tercera conclusión.

Ahora, todos nos preguntamos qué puede pasar, cuando casi todos deseamos que se inicie el camino sin retorno a una definitiva paz social. Hay un primer plazo fijado: las presidenciales del 2010, plazo tanto para los que aspiran a suceder a Uribe como para los que sostienen que no puede haber solución con él. Hay otra referencia a tener en cuenta: el tratamiento jurídico y social que se ha dado a los desmovilizados de las autodefensas, más conocidos como paramilitares. La labor de depuración o desbroce jurídico de responsabilidades --de crímenes de lesa humanidad a conexiones flagrantes con el narcotráfico-- deberá ser tenida en cuenta, si finalmente el secretariado de las FARC fija la vía de la reinserción como objetivo político.

Hay apoyo nacional. Hay apoyo internacional. Hay voluntad de llegar a una definitiva solución del conflicto. ¡Tirofijo habría cumplido este mes 78 años! El presidente Uribe quiere llegar también a la solución. Demasiados zarpazos han sufrido él, su familia y su entorno po- lítico. Ha maniobrado muy bien con sus aliados de EEUU, con los mandos de sus fuerzas militares, con su opinión pública, que mayoritariamente le respalda. Ha sabido atacar en todos los frentes posibles: el militar y policial, primero, pero también en el diplomático, el eco- nómico, el político, el psicológico.

Alguno de sus métodos, como el pago de delaciones y traiciones, son poco éticos, muy del estilo de su aliado del norte. Pueden valer en determinadas situaciones de guerra total, pero dejan espirales de violencia de difícil cicatrización. Si hay indicios de acuerdo, deberá abandonar esta práctica y dedicar los 100 millones de dólares disponibles a reinserciones y otros objetivos sociales, sobre todo si quiere dejar una Colombia dispuesta a comenzar el largo camino de la integración... He dicho "comenzar el camino" porque la llama del conflicto la apagarán definitivamente las segundas o terceras generaciones, hacia el 2050. Parece lejos, pero un día hay que comenzar.

La muerte de Marulanda debería significar la apertura de un nuevo periodo, que llevase no solo la disolución del grupo armado más antiguo del continente, sino también a la de su hermano, el Ejército de Liberación Nacional. Colombia podría concentrar todos sus esfuerzos en combatir a su gran enemigo interno: el narcotráfico. Solo el día que acabe con él, recuperarán los colombianos todas sus libertades.

Quizá este día comenzó un 26 de marzo, en cualquier lugar de las "montañas de Colombia", el habitual remite de un hombre que, a su manera, creía luchar por estas libertades y al que sus camaradas llamaron Tirofijo por su certera puntería con un arma. La historia dirá si su puntería política estuvo a la misma altura.

Luis Alejandre, general.