Por eso hacemos un llamamiento a nuestros colegas de Alianza Popular de que reconsideren su actitud en este acto que debe ser de unanimidad nación. Yo creo que este acto, esta intervención, esta propuesta nuestra será, sin duda, para mí el mejor recuerdo que guardaré toda mi vida de este Parlamento». Estas palabras fueron pronunciadas por Marcelino Camacho el 14 de octubre de 1977 durante el debate de la ley de amnistía aprobada aquel año.
Cuando la dirección del Grupo parlamentario me encomendó la tarea de reunirme con la Comisión de Venecia y, posteriormente, tratar de la ley de amnistía en la comisión creada al efecto en el Senado, confieso que sentí un cierto vértigo. Preparé a conciencia aquella cita que se celebró en la sala Enrique Casas (un lugar cargado de simbolismo). Tras los saludos de rigor, entramos en materia con una intervención de alto contenido técnico constitucional del senador Magdaleno. Y llegó mi turno. Tenía claro que el objetivo era trasladar a aquellas relevantes personalidades cuál era la intención que fundamentaba la iniciativa de la amnistía y borrar las consideraciones falaces que se habían comunicado por quienes hacían bandera de oposición con la norma en debate.
Aquellas personas no venían a juzgarnos, sino a enmarcar las acciones que se estaban llevando a cabo en los usos de los diferentes Estados de nuestro entorno y comprender el sentido último del momento político que vivía nuestro país. Relaté los hechos vividos en Cataluña y la situación concreta a la que tuvo que enfrentarse el Gobierno de Pedro Sánchez después de la moción de censura de 2018. El Ejecutivo socialista encontró una sociedad fracturada e inestable en Cataluña. Empresas abandonando el territorio y una gran conflictividad en las calles, con algaradas y protestas masivas.
El Gobierno del PP se había inclinado por judicializar el conflicto, renunciando a cualquier vía de diálogo y el Ejecutivo de la Generalitat había despreciado una resolución dialogada. En suma, eran dos gobiernos que negaban la diversidad interna y optaban por vías unilaterales. El Gobierno socialista decidió emprender una vía diferente. Y además del convencimiento propio, hizo suyas las recomendaciones del Consejo de Europa. Aplicar las reglas del sentido común y abordar un conflicto político con las herramientas de la política. Buscar el encaje de intereses contrapuestos, con el horizonte de la convivencia.
Se fue caminando en una senda que se denominó 'la agenda del reencuentro'. Mesa de diálogo entre gobiernos que recuperó la normalidad institucional. Admitir la propia existencia del otro y no pretender su destrucción. Y el mismo ambiente ciudadano se fue relajando poco a poco. Sin caer en paralelismos, quienes hemos vivido el fin del terrorismo en Euskadi y en Navarra podemos afirmar que la crispación y el clima cotidiano en nuestra tierra es sustancialmente diferente a lo que padecíamos en los 'años de plomo'. Por cierto, afirmar que hubo terrorismo durante el 'procés' resulta indignante y una banalización de lo que sucedió con ETA.
Y continué exponiendo lo que había sucedido con el PP en algunos de los momentos cruciales de nuestra historia reciente. Desde la oposición de sus líderes a la propia Constitución de 1978 o a los avances en igualdad, hasta la actitud indignante y desleal con motivo del camino a la paz emprendido por el presidente Zapatero. Precisamente, los dos interlocutores de la Comisión de Venecia habíamos vivido esta última cuestión en primera persona y contarlo en la Sala Enrique Casas era toda una señal para aquel comité internacional.
Acabé señalando que no esperábamos ninguna ayuda de la derecha en este proceso y que ya lo habíamos comprobado con la aprobación de los indultos o la modificación del Código Penal. Les animé a visitar Cataluña y comprobar la efectividad de aquellas medidas y, por tanto, la lógica de la amnistía.
No en vano en nuestro entorno se han aprobado desde el final de la Guerra Mundial 54 leyes de amnistía. La última en Portugal con motivo de la visita del Papa.
Se ha escrito mucho sobre el informe que emitieron aquellas altas personalidades y sobre el alcance definitivo de la ley y su adecuación al marco constitucional y al derecho europeo, pero hay una frase que destaca por encima de cualquier otra consideración. Pusieron por escrito que buscar la normalización y el fin del conflicto en Cataluña era un objetivo loable.
Tengo enmarcadas esas palabras en letras doradas y reitero lo que decían quienes nos precedieron cuando se debatía la amnistía de 1977. Lo que se está haciendo es bueno para nuestro país y nos interpela a todos y todas. He dicho.
Txema Oleaga Zalvidea, senador del PSE por Bizkaia y portavoz socialista en la Comisión de Justicia y Conjunta de la Amnistía.
Le contesta José María Ruiz Soroa: Lo que no dijo la Comisión de Venecia (y lo que sí dijo).