Cómo África puede adaptarse a la revolución digital

La Cuarta Revolución Industrial está transformando el mundo del trabajo. Mientras las autoridades de Occidente se esfuerzan en dar respuesta, la tarea que enfrentan los gobiernos africanos parece incluso más titánica. Los gobernantes del continente deben estar dispuestos a adaptarse y experimentar al navegar el mar de desafíos de era digital.

La mayoría de los países desarrollados actuales, así como los que transformaron sus economías en la segunda mitad del siglo veinte, dependieron de la manufactura orientada a las exportaciones para impulsar la productividad y crear grandes cantidades de empleos. Pero los robots, la Internet de las Cosas y la impresión 3D pueden cambiar a tal nivel los procesos de manufactura que los países africanos que aspiren a seguir el mismo camino no lograrán el mismo rendimiento por su inversión, especialmente en términos de creación de empleo.

Sin embargo, como argumentamos en un informe reciente, estas y otras tecnologías también ofrecerán a los gobiernos africanos nuevas maneras de abordar los retos sociales e impulsar el crecimiento económico. Por ejemplo, el uso de sensores, Big Data y aprendizaje de máquinas podrían aumentar significativamente la productividad agrícola. Si se aplica inteligencia artificial a plataformas de aprendizaje personalizado, se podría transformar la educación básica en varios países africanos en que los resultados siguen siendo bajos a pesar de aumento de las matrículas. Y la tecnología de cadenas de bloques podría facilitar la realización de transacciones que requieren altos niveles de confianza, como las adquisiciones de tierras.

En consecuencia, las autoridades africanas deben encontrar un equilibrio entre el manejo del impacto de las nuevas tecnologías para obtener los mayores beneficios posibles de los modelos de desarrollo tradicionales basados en la manufactura, al tiempo que aprovechan las nuevas oportunidades que ofrecen los avances tecnológicos. Será crucial para cada país la identificación de la combinación correcta de políticas, particularmente si se tiene en cuenta la diversidad económica, política y demográficas del continente.

Dicho esto, puede que las políticas que lucen bien en el papel no tengan en la práctica los efectos esperados, como demuestra nuestra experiencia de colaboración directa con varios gobiernos africanos a lo largo de muchos años. Después de todo, siempre hay un grado de incertidumbre en los intentos por resolver retos complejos, y la implementación de políticas puede carecer de la intensidad suficiente.

Considerando el ritmo del cambio en el mundo globalizado de hoy y la urgencia del desafío que plantea la Cuarta Revolución Industrial, los gobiernos africanos deben procurar centrarse en hacer posible la determinación de políticas eficaces con la misma intensidad como lo hacen para comprobar la eficacia de las medidas que ya están aplicando. Para lograr esto será esencial contar con un gobierno con capacidad de adaptación.

Para hacerlo se necesita que las empresas, los emprendedores, las entidades administrativas subnacionales, las autoridades públicas y la sociedad civil desarrollen y compartan una visión nacional para un crecimiento inclusivo, en un proceso abierto a reunir las mejores ideas de políticas, independientemente de su origen, y apuntar a que los actores económicos claves hagan fuerza en la misma dirección.

Además, los gobiernos africanos deberían fomentar la experimentación. Y en los casos en que las políticas sean reversibles (y muchas lo son), las autoridades deberían preferir emprender la vía de la acción. Los gobiernos tendrían que adoptar un enfoque de cartera a la determinación de políticas (similar al de los capitalistas de riesgos con respecto a sus inversiones), de modo que los éxitos puedan contrapesarse con los fracasos y les permitan un margen de maniobra político. Como apoyo a tal experimentación, los gobiernos deben desarrollar sistemas que monitoreen qué políticas funcionan bien y cuáles no, de modo que se pueda ampliar la escala de las primeras.

Algunos países africanos ya han puesto en práctica elementos de un enfoque adaptable. Por ejemplo, el gobierno de Liberia probó hace poco externalizar la administración escolar a varias entidades no estatales, y encargó un estudio para comparar su desempeño entre sí y con escuelas administradas por el estado de forma regular. Mientras tanto, el gobierno de Etiopia está desarrollando una “cartera” de parques industriales como parte central de su plan de convertir al país en un eje de manufactura africana. Construir los parques en diferentes partes del país permitirá al gobierno distribuir los beneficios y riesgos potenciales por todo su territorio.

Para volverse más adaptables, los gobiernos africanos deben adoptar un enfoque vertical para la fijación de objetivos económicos y evaluar las iniciativas para alcanzarlos, al tiempo que da el espacio necesario para que la experimentación y el aprendizaje surjan desde la base. Este enfoque flexible debe apoyarse en un énfasis en la tecnología que mantenga en primer plano los retos y las oportunidades de la revolución digital.

La comunidad internacional puede jugar un papel importante para apoyar los esfuerzos de adaptación de los gobiernos africanos. Por ejemplo, todo intento de abrazar las nuevas tecnologías precisa de una conectividad extremadamente alta, asequible y confiable, también para quienes están en la base de la pirámide. Debido a que los países del continente no pueden hacer por sí mismos las inversiones necesarias, se debería explorar con los donantes tradicionales y los gigantes tecnológicos maneras innovadoras de financiación y probar con nuevas tecnologías que puedan elevar el acceso.

En términos más amplios, las empresas tecnológicas y otras organizaciones empresariales pueden desempeñar una función clave en la experimentación de políticas desde abajo hacia arriba. Al mismo tiempo, las instituciones de desarrollo tradicionales deben estar dispuestas a ofrecer apoyo de largo plazo a los gobiernos que implementen políticas orientadas a un cambio sistémico.

La Cuarta Revolución Industrial no significa el fin de los modelos de desarrollo tradicionales basados en la manufactura en África, pero pondrá de relieve la necesidad de que los gobiernos y las autoridades adopten una actitud más innovadora y abierta a la experimentación. Tendrán que depender menos de la planificación detallada y estar cada vez más dispuestos a intentar nuevas cosas, aprender de ellas y ampliar la escala de aquellas que funcionen. África puede encontrar una vía a la economía del futuro si sus gobiernos están listos y dispuestos a adaptarse.

Kartik Akileswaran is Deputy Lead of the Inclusive Growth and Private Sector Development Practice at the Tony Blair Institute for Global Change (TBI), and was previously Ethiopia Manufacturing and Investment Adviser at TBI.
Georgina Hutchinson is a senior adviser at the Tony Blair Institute for Global Change (TBI).
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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