¿Cómo convencer de vacunarse a quienes no lo han hecho?

¿Cómo convencer de vacunarse a quienes no lo han hecho?
SolStock vía Getty Images

En este punto de la pandemia, todavía hay muchas personas en Estados Unidos que no se han vacunado porque creen que no es muy probable que la vacuna contra la covid les ofrezca algo bueno.

Están conscientes de la existencia del virus y de los daños que puede causar, pero por distintas razones sencillamente no creen que les convenga vacunarse. En nuestras consultas hemos platicado con pacientes que creen esto, y durante esas conversaciones hemos visto que darles más información escalofriante con la idea de hacerlos cambiar de opinión no funciona en muchos de los casos, e incluso puede hacer que se cierren más a la posibilidad de vacunarse.

Los expertos en salud pública han probado diversos métodos para motivar conductas como la vacunación. Pero nuestro reciente trabajo de investigación muestra con mayor claridad una constante: dar más información quizá no sea una de las mejores herramientas.

En un estudio publicado el 13 de diciembre, examinamos datos de alrededor de 750.000 menores elegibles para recibir la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), que previene el cáncer cervical. Desde que se aprobó esta vacuna en 2006, tanto padres de familia como grupos religiosos y conservadores han expresado resistencia a ella, pues consideran que promueve la conducta sexual. Su politización fue una muestra anticipada de lo que ha ocurrido ahora con las vacunas contra la covid en Estados Unidos.

La pregunta en la que basamos nuestra investigación fue la siguiente: ¿las madres que padecieron cáncer cervical estarán más dispuestas a vacunar a sus hijos contra el VPH? Pensamos que, para este grupo de madres, la falta de información sobre las consecuencias del VPH no afectaría de ninguna manera su decisión de vacunar a sus hijos contra el virus. Se trataba de mujeres que habían sufrido en carne propia el cáncer cervical, así que sería lógico suponer que estarían bien informadas, en particular, sobre los peligros del virus y la enfermedad que causa.

Lo que descubrimos nos sorprendió: las niñas y niños cuyas madres padecieron cáncer cervical no mostraron mayor probabilidad de estar vacunados contra el VPH que otros niños cuyas madres no habían padecido enfermedades cervicales. Los niños cuyas madres habían tenido un “susto” por un posible diagnóstico de cáncer (una biopsia de células cervicales que a fin de cuentas no fueron cancerosas) mostraron tan solo una probabilidad un poco mayor de estar vacunados. El punto es que haber padecido cáncer cervical o tenido un posible diagnóstico de cáncer cervical no produjo el enorme aumento en tasas de vacunación que esperábamos.

Los motivos por los que las personas deciden vacunarse son complejos; varían de una enfermedad a otra, de una época, cultura y geografía a otra, y de un grupo social a otro. Sin embargo, si haber padecido cáncer cervical al parecer no motiva a las madres a vacunar a sus hijos contra el VPH, tal vez no debería sorprendernos que los estadounidenses vacilantes no encuentren ningún motivo para vacunarse a pesar de haber tenido a un familiar hospitalizado, o incluso muerto, a causa de la COVID-19. Es posible que los relatos de médicos de salas de emergencias sobre casos desgarradores que ven en el hospital, por desgracia, no tengan ningún efecto significativo en las tasas de vacunación.

La información sobre la COVID-19 seguirá siendo valiosa para las personas interesadas en vacunarse que solo necesitan más datos. No obstante, es posible que esas personas solo sean una pequeña proporción de la población que no se ha vacunado todavía. Si el principal obstáculo para alcanzar las metas de vacunación del país es que las personas no están convencidas de la importancia de vacunarse, es probable que ofrecerles más información no ayude.

Nuestra investigación anterior también demostró que, por lo regular, ofrecer más información no es suficiente para producir un cambio en la conducta. Un ejemplo clásico es el de los médicos, quienes batallan para seguir las mismas recomendaciones que les dan a sus pacientes. A pesar de la amplia formación de los doctores y del acceso que tienen a la información médica, en conjunto, los médicos apenas muestran una capacidad ligeramente mayor que sus pacientes para apegarse a las recomendaciones diseñadas para mejorar su salud. Eso ocurre también con las vacunas. Las tasas de vacunación contra la varicela entre los hijos de médicos, por ejemplo, no son muy distintas de las registradas para los menores cuyos padres no son médicos. Aunque la mayoría de los padres vacunan a sus hijos contra la varicela, sería lógico esperar que las tasas entre las familias de médicos fueran especialmente altas.

¿Qué tipo de intervenciones podrían funcionar? La investigación en las ciencias conductuales sugiere que una de las mejores maneras de motivar una conducta es a través de incentivos, ya sean positivos o negativos. Los incentivos funcionan porque no obligan a las personas a cambiar sus convicciones. Un cliente quizá no cambie de proveedor de servicios de telefonía celular porque cree que el nuevo proveedor es mejor, sino porque le ofrece un iPhone gratis si cambia (un incentivo positivo). Una adolescente que regresa a casa antes de la hora convenida con sus padres un sábado por la noche no lo hace porque esté convencida de que es peligroso estar fuera hasta tarde, sino porque sabe que sus padres le quitarán las llaves del auto si sigue afuera después de la medianoche (un incentivo negativo).

Aunque algunos incentivos positivos pequeños, como donas gratis o participaciones gratuitas en programas de lotería estatales, motivaron a cierto número de personas, estos métodos y otros similares no parecen motivar a la gente a vacunarse en la escala necesaria para cerrar la brecha de inmunización.

El incentivo que parece haber funcionado especialmente bien es que las empresas les exijan la vacuna a los empleados, un incentivo negativo. “Vacúnate o estás despedido” ha resultado ser un mensaje efectivo. United Airlines, que les exigió la vacuna contra la covid a sus empleados el verano pasado, informó en noviembre que el 100 por ciento de los empleados que están en contacto directo con los clientes se habían vacunado, y solo unos 200 de sus 67.000 empleados habían preferido ser despedidos a vacunarse. Historias similares se han observado en el mundo empresarial, tanto del sector público como del privado, que decidieron establecer esta obligación, con tasas de vacunación cercanas al 100 por ciento (incluido nuestro propio hospital).

Ya ha quedado claro que el sistema de salud pública no sabe cómo hacer que las personas cambien de opinión con respecto a las vacunas. Mientras no encuentren la fórmula para hacerlo, nuestros gobernantes deberían optar por otras estrategias, sobre todo aquellas que ya han demostrado su efectividad.

Anupam B. Jena es profesor asociado de políticas de cuidado de la salud en la Escuela de Medicina de Harvard y médico del Massachusetts General Hospital. También es investigador del National Bureau of Economic Research y anfitrión del pódcast Freakonomics, MD. Christopher M. Worsham es neumólogo e intensivista en el Massachusetts General Hospital, además de ser instructor de medicina en la Escuela de Medicina de Harvard.

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