Cómo Corea del Sur construyó un sistema de salud para vencer al COVID-19

Durante una pandemia se pone en evidencia más que nunca la importancia de contar con un sistema de salud confiable y ampliamente accesible. Hoy en día ha quedado dolorosamente claro que los países no pueden ir tras el logro del desarrollo económico y, a su vez, asumir que el sistema de salud se desarrollará de manera paralela. En cambio, deben hacer lo que hizo Corea del Sur: concebir estrategias específicas para una prestación eficaz de servicios de salud que vayan de la mano con esfuerzos más amplios de desarrollo social y económico.

A lo largo de la última década, la moderna y robusta infraestructura sanitaria de Corea del Sur ha permitido que este país enfrente múltiples e importantes crisis sanitarias. La crisis COVID-19 no ha sido distinta. Si bien Corea del Sur enfrentó uno de los mayores brotes iniciales a nivel mundial fuera de China, este país logró contener el virus rápidamente, sin imponer un confinamiento que cubra todo el territorio nacional.

Este éxito tuvo sus inicios mucho tiempo atrás. El rápido ascenso de Corea del Sur desde ser un país de bajos ingresos a convertirse en un Estado de altos ingresos se produjo junto con una drástica mejora de los resultados en materia de salud. De 1960 a 1990, la tasa de mortalidad infantil se desplomó, de 80 muertes por cada 1.000 nacimientos a sólo 13, y la esperanza de vida promedio al nacer aumentó de 55 a 72 años.

Esto no fue obra de la casualidad. El gobierno de Corea del Sur comenzó a invertir en la atención de la salud de manera muy temprana durante el proceso de desarrollo, especialmente con el propósito de garantizar que los servicios estuvieran disponibles para las comunidades rurales y las personas pobres. En la década de 1950, el gobierno estableció centros de inmunización en todas las ciudades y pueblos.

A partir de la década de 1960, cuando el ascenso económico de Corea del Sur apenas comenzaba, el gobierno introdujo incentivos para garantizar que los médicos estuvieran disponibles en todas partes. Por ejemplo, se comisionó a médicos que trabajaban en la práctica privada para que fueran médicos públicos; así mismo, los estudiantes de medicina podían recibir becas a cambio de comprometerse a trabajar después de graduarse en una zona desatendida durante un período que fluctuaba entre 2 a 5 años.

Pero el gobierno de Corea del Sur no sólo garantizó el acceso a los recursos de salud; se aseguró de que las personas los usaran. En 1954, promulgó una ley que obliga a que los niños menores de 14 años sean vacunados. Esto, junto con la accesibilidad de los centros de salud comunitarios y el apoyo de los asesores de la Organización Mundial de la Salud, hizo que las tasas de vacunación se elevaran rápidamente y se contuvieran muchas enfermedades transmisibles agudas. En Corea del Sur no se han reportado casos de viruela desde 196l, de tifus desde 1968, o de poliomielitis desde 1984.

Por supuesto, los avances en materia de desarrollo económico dieron un gran impulso a las iniciativas de salud pública. A medida que el PIB per cápita creció – de 158 dólares en 1960 a 6.610 dólares en 1990 a 12.257 dólares en 2000 – también lo hizo la capacidad de los trabajadores y las empresas para pagar en un sistema obligatorio de seguro de salud, mismo que se inició en el año 1977. Desde principios de la década de 1960 había existido un sistema de seguro voluntario, pero la escasez de personal calificado y de instituciones médicas participantes socavaron su eficacia. El nuevo esquema añadió recursos financieros y amplió la cobertura para incluir a los trabajadores independientes y a los trabajadores del sector informal, logrando así, finalmente, una cobertura universal en el año 1989. Los pagos obligatorios de seguros siguen siendo una fuente importante de financiamiento del sistema de salud.

La educación para la salud también marcó una gran diferencia. Incluso antes de que la mayoría de los surcoreanos tuvieran acceso a una escolarización de calidad, los organismos gubernamentales difundían información de crucial importancia (abarcando temas como el saneamiento, la higiene alimentaria, la inmunización, la salud materno-infantil y la planificación familiar) a través de periódicos, folletos y emisiones televisivas.

A medida que aumentaron los niveles de educación, en particular entre las mujeres, los resultados en materia de salud mejoraron aún más, no sólo porque las personas tenían más conocimientos relacionados con la salud, sino también porque la tasa de fertilidad se desplomó, desde un nivel de 6,1 niños por mujer en 1960 a 1,6 niños en 1990. Esta tendencia, junto con el crecimiento económico y el aumento de los ingresos permitieron una inversión mucho mayor en salud infantil. De hecho, en las décadas de 1970 y 1980, el gasto en salud creció más rápido que el PIB. A medida que se elevaba la demanda de servicios de salud, proliferaron las clínicas y hospitales públicos y privados.

En la actualidad, Corea del Sur sigue fortaleciendo y perfeccionando su sistema de atención de salud. Por ejemplo, utiliza las vastas cantidades de datos sanitarios a los que tiene acceso para evaluar el consumo de servicios de salud y para mejorar su eficiencia y su eficacia en función de los costos.

Los pilares del modelo surcoreano (cobertura universal de salud, acceso equitativo, y eficacia en función de los costos) son aplicables a todos los países en desarrollo. La clave es diseñar estrategias deliberadas para la atención de la salud que complementen las agendas de desarrollo económico de los países.

Tales estrategias deberían incluir inversiones en infraestructura, como por ejemplo en hospitales y clínicas, así como iniciativas para atraer al personal calificado que sea necesario para que dichas instituciones funcionen, incluso en zonas pobres y rurales. Para avanzar en la consecución del objetivo de brindar una cobertura universal de salud, los gobiernos podrían considerar la creación de un sistema nacional único de seguro de salud similar al de Corea del Sur.

Para promover el progreso, los gobiernos deberían establecer objetivos específicos (como por ejemplo, objetivos relativos a la mortalidad neonatal, el acceso al agua potable y a un saneamiento adecuado, la erradicación de las enfermedades y la cobertura de salud) que estén en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Y, los asociados mundiales para el desarrollo deberían apoyar estos esfuerzos.

Los sistemas de atención de la salud eficaces permiten vidas más largas y productivas, apoyan el desarrollo del capital humano y apuntalan el crecimiento económico sostenido. También son esenciales para proteger a las personas de las grandes crisis sanitarias, como por ejemplo de la crisis COVID-19 y de las inevitables pandemias que se avecinan. Existe un modelo eficaz. Los países en desarrollo deberían emularlo.

Lee Jong-Wha, Professor of Economics at Korea University, was Chief Economist at the Asian Development Bank and a senior adviser for international economic affairs to former South Korean President Lee Myung-bak. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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