Cómo crearemos 15 millones de empleos en América Latina y el Caribe

Después de la pandemia los países necesitarán encender los motores de sus economías. Esto requiere apoyar a las empresas y redoblar esfuerzos para proteger a las personas vulnerables y sus ingresos. Será un esfuerzo enorme abrir camino hacia esa nueva normalidad que tiene que ser, además, una normalidad mejor.

Una apuesta para hacer mejor las cosas es crear una economía con cero emisiones netas de carbono. Además de ser esencial para optimizar el futuro de la humanidad, podrá crear 15 millones de empleos netos en América Latina y el Caribe en esta década. Son empleos más necesarios que nunca tras las secuelas de desocupación y de mayor informalidad laboral que ha provocado la pandemia.

Los argumentos a favor de un desarrollo económico más sostenible e inclusivo son numerosos. Uno de los más contundentes tiene que ver con la necesidad de enfrentar una emergencia climática que ha sido anunciada reiteradamente, y que expone a los trabajadores a las vulnerabilidades evidenciadas durante la pandemia.

El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que los daños provocados por el cambio climático podrían costar 100.000 millones de dólares anuales a la región en 2050. La Organización Internacional del Trabajo ha estimado que, debido al estrés térmico provocado por el calentamiento global, podrían perderse 2,5 millones de empleos en países latinoamericanos y caribeños, lo cual afectaría, entre otros, a sectores como la construcción y la agricultura.

En este escenario, la evolución hacia una economía que favorezca la sostenibilidad y la inclusión social es una necesidad de nuestros tiempos. Pero, ¿podrá generar los empleos prometidos?

Un nuevo estudio del BID y la OIT ha hecho la tarea de identificar cuáles serían los sectores donde es posible generar esos puestos de trabajo, al mismo tiempo que se realizan avances hacia alcanzar el objetivo de cero emisiones netas de carbono para 2050, en línea con los objetivos del Acuerdo de París.

Este proceso de descarbonizar la economía implica reducir las emisiones de carbono, y equilibrar las emisiones restantes, por ejemplo plantando árboles a escala que actúen como sumideros de carbono. Avanzar con esta transformación permite crear millones de empleos en sectores como la agricultura sostenible, la silvicultura, la energía solar y eólica, la manufactura y la construcción.

América Latina y el Caribe se encuentra bien posicionada para beneficiarse de una transformación hacia una economía sostenible e inclusiva. Cuenta con 40% de la biodiversidad del mundo y 50% de los bosques tropicales, y es una región muy importante como exportadora de alimentos. Más aún, la región tiene la electricidad renovable más barata del mundo y las reservas de litio y cobre son una ventaja para la transformación hacia la electromovilidad.

A su vez, la restauración de los ecosistemas, la implantación de nuevos métodos de agricultura, y el ecoturismo vienen con oportunidades de desarrollo y mayores ingresos en las zonas rurales; el fortalecimiento del transporte público mejora el acceso al empleo y la calidad de vida para todas y todos; y el manejo integral de los residuos y el fomento de la economía circular puede mejorar la competitividad y la salud de los latinoamericanos y los caribeños.

Desde luego que hay grandes desafíos. Algunos empleos dejarán de existir, por ejemplo en la industria del carbón, del petróleo o de la ganadería a gran escala. Los trabajadores, las comunidades y las empresas afectadas necesitarán protección social, de formación, de fomento empresarial y de nuevas inversiones en sectores del futuro, programas de rehabilitación, mecanismos de compensación y otras políticas para recuperarse. Además será necesario desarrollar estrategias para que tanto los trabajadores como las empresas adquieran nuevas habilidades y puedan aprovechar estas oportunidades, mientras que se busca lograr los objetivos de descarbonización y de extender las oportunidades de trabajo decente.

Frente a estos desafíos, es imprescindible contar con un diálogo social efectivo, que permita lograr los consensos necesarios para construir ese futuro descarbonizado.

La reconstrucción que será necesaria emprender para lograr la recuperación productiva en los próximos años debe estar vinculada a una transformación de la forma en la que producimos y consumimos. En la búsqueda de esta mejor normalidad será imperativo el compromiso con un futuro más sostenible, inclusivo, resiliente y más saludable.

Ana María Rodríguez-Ortíz es vicepresidenta de Sectores y Conocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo. Vinícius Pinheiro es director regional para América Latina y el Caribe de la Organización Internacional del Trabajo.

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