Cómo el chavismo aprovecha el hambre para ganar votos

El pasado octubre el chavismo hizo lo que muchos en Venezuela consideraban imposible. En medio de una contracción económica sin precedentes en la historia de América Latina, que ha llevado al país a una tragedia humanitaria, ganó 18 de las 23 gobernaciones en las elecciones regionales.

En una democracia normal, un gobierno impopular, responsable de una debacle económica como la venezolana, no gana elecciones. Pero Venezuela no es una democracia. En el país hay un sistema electoral estructuralmente fraudulento que hace posible esta anomalía y que probablemente llevará al chavismo a otra “victoria” en los comicios municipales de este domingo.

Entre los muchos elementos del sistema hay uno relativamente nuevo y particularmente perverso que no ha recibido suficiente atención fuera de Venezuela: la explotación política del hambre. El gobierno ha ideado un mecanismo para sacarle provecho a la escasez de alimentos; una escasez que éste mismo ha causado con su pésima gestión y que ha llevado a tres de cada cuatro venezolanos a perder peso involuntariamente.

Este sistema tiene tres componentes. El primero son los CLAP: los Comités Locales de Abastecimiento y Producción creados en 2016 para “distribuir los alimentos directamente al pueblo”. Bajo este programa el gobierno importa alimentos —porque Venezuela produce cada vez menos — y empaca varios rubros en bolsas o cajas para luego venderlas a precios subsidiados en los sectores populares.

Muchos venezolanos ven el CLAP como su salvación —más del 70% dice haberse beneficiado del programa— porque la escasez y la inflación, que ya se convirtió en hiperinflación, limita su acceso a alimentos no subsidiados. Para el gobierno esta dependencia significa poder. Así la distribución de las bolsas sea irregular, la gente está tan desesperada que el CLAP sirve para condicionar la entrega de comida a la lealtad política. El chavismo puede, por ejemplo, amenazar con no venderle bolsas a quienes no los apoyen electoralmente o a quienes asistan a protestas opositoras.

El segundo componente son los censos. La dictadura lleva un tiempo haciendo un esfuerzo para recopilar información sobre los beneficiarios y potenciales beneficiarios no solo del CLAP sino también de otros programas sociales.

El gobierno comenzó este trabajo recolectando datos a través de sus organizaciones de base en los barrios populares. A eso sumó luego el Carnet de la Patria, un documento de identidad que se ha otorgado a más de 15 millones de venezolanos, casi el 70% de la población elegible. Este carnet sirve entre otras cosas para otorgar beneficios y acceder al CLAP. Con miras a las elecciones, el gobierno ahora lo está usando para hacer transferencias monetarias directas con dinero inorgánico a millones de venezolanos. Pero también permite el acopio y la lectura de información sobre su poseedor: dónde vive, qué beneficios recibe y, más importante aún, si votó en las elecciones.

El tercer elemento son los “puntos rojos” que el chavismo instala en las elecciones cerca de los centro de votación. Por esos puestos deben pasar las personas para dejar constancia de que votaron. Antes de ser destituida y forzada al exilio, la Fiscal General Luisa Ortega Díaz reveló que recibió casi un centenar de denuncias de personas que dicen haber sido amenazadas con perder acceso al CLAP si no votaban el 30 de julio en las elecciones —boicoteadas por la oposición— para instalar la ilegal Asamblea Nacional Constituyente. Muchos casos similares de discriminación han sido denunciados en los medios.

Para evitar represalias la gente podría pasar por los puntos rojos y luego votar por la oposición. Algunos seguramente lo hacen. Pero el presidente Nicolás Maduro bromea en público sobre cómo el Carnet de la Patria le permite saber cuántas mujeres embarazadas hay en una sala. Que una madre humilde no confíe entonces en el secreto del voto es natural, como también lo es su decisión de no arriesgar con su voto la posibilidad de alimentar a sus hijos. Los votantes además tienen razón para temer que una victoria opositora en un estado o municipio reduzca sus posibilidades de acceso al CLAP.

Que este mecanismo tiene un impacto en los resultados electorales es evidente. Medir exactamente cuánto es difícil. Pero muchos venezolanos ven éste y otros abusos y piensan que no vale la pena participar en elecciones hasta que las condiciones mejoren. Por eso, después del fiasco de las regionales, la oposición se ha dividido en torno a la participación en los comicios municipales, con los principales partidos favoreciendo la abstención.

Muchos opositores, sin embargo, decidieron participar y confrontan esta vil e innovadora forma de clientelismo que aprovecha el hambre para presionar a los venezolanos a votar por las políticas que los llevaron a esta situación y que provocaron el tsunami hiperinflacionario y la crisis de deuda que harán cada vez más difícil conseguir alimentos.

Alejandro Tarre es escritor y periodista.

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