Cómo el ébola puede ganar la batalla

Ha pasado un año desde que el ministerio de salud de la República Democrática del Congo declarara un nuevo brote de ébola en el noreste del país. Sin embargo, lejos de haber sido contenido, este brote se ha convertido en el segundo en cinco años en la RDC en ser clasificado por la Organización Mundial de la Salud como una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional, la designación más grave (usada solo cuatro veces en el pasado) que la OMS puede hacer. Es el segundo mayor brote de ébola jamás registrado.

Hay disponible una vacuna experimental muy eficaz contra el ébola, y los equipos desplegados en terreno se están esforzando por controlar el virus. Pero, ya que el brote ha ocurrido en una zona altamente volátil, hacerlo se ha convertido en una misión cada vez más dificultosa. En los primeros siete meses de este año, ha habido 198 ataques contra personal sanitario o centros de tratamiento del ébola, dejando siete muertos y 58 heridos.

El no poder contener la actual crisis refleja carencias que se extienden mucho más allá de la RDC. Incluso a medida que proliferan las epidemias a gran escala, la comunidad internacional sigue equivocándose en los aspectos más básicos de la prevención y la preparación. Cuando se trata de enfermedades como el ébola, que es altamente comunicable y tiene una mortalidad de cerca del 50%, estas brechas tienen consecuencias devastadoras.

Piénsese en la higiene y el agua potable, la primera línea de defensa frente a una infección. África del este presenta una de las peores coberturas de agua limpia para centros de atención de salud del mundo. Según datos de la OMS y la UNICEF, un 30% de los hospitales de Uganda tienen una provisión de agua limitada, lo que significa que es necesario llevarla a las instalaciones; para centros sanitarios que no son hospitales, la cifra asciende a un 54%. La situación en la RDC es todavía más seria: un 15% de los hospitales y un 51% de los centros no hospitalarios no cuentan con provisión de agua.

Sin agua limpia disponible con rapidez para lavar camas y equipos de protección, o instalaciones adecuadas para que los trabajadores mantengan sus manos suficientemente limpias, los centros sanitarios no solo no pueden tratar y curar con eficacia a las personas, sino que se convierten en fuentes de infección. En el caso del ébola, esto puede hacer que miles se infecten y mueran, con grandes repercusiones sobre la economía, la paz y la estabilidad.

Pero los afectados por el ébola no son más que la punta del iceberg. Durante los brotes, la provisión de servicios sanitarios para otras enfermedades y servicios de rutina también se ve gravemente afectada, especialmente en áreas donde el sistema de atención de salud ya está mal equipado y con financiación insuficiente. Solo este año, en la RDC miles han fallecido de sarampión, a medida que se recortan programas de vacunación para liberar recursos para combatir al ébola.

Catástrofes de gran escala como estas dejan cicatrices duraderas en un país y su pueblo. Pueden revertir avances logrados con mucho esfuerzo en el desarrollo social y económico, dejando a comunidades atrás. Y se van a volver mucho más comunes, debido a factores como los conflictos violentos, la debilidad en la gobernanza, la resistencia antimicrobiana, el cambio climático y las migraciones masivas.

Mientras los gobiernos y la comunidad internacional no logren invertir en el fortalecimiento de los sistemas de salud, los brotes seguirán imponiendo enormes costes sobre las comunidades antes de ser controlados. Hacer funcionar centros de atención de salud sin fuentes de agua segura, baños y lavado de manos son claros ejemplos de esa insuficiencia.

Afortunadamente hay razones para la esperanza de un cambio inminente para mejor. En mayo, más de 160 años después de que se comprobara el nexo entre higiene y prevención de enfermedades, las autoridades de la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS adoptaron una resolución centrada en dar respuesta a la falta de agua, saneamiento e higiene en las instalaciones de atención de salud de países de ingresos bajos y medios. La creciente amenaza de epidemias y crisis relacionadas, entre ellas la propagación de supermicrobios resistentes a medicamentos, finalmente parece haber sacado a los líderes mundiales de su letargo sobre la necesidad de desarrollar la atención de salud a nivel de países.

Ahora se pondrá a prueba este compromiso. La declaración reciente de la OMS sobre el brote de ébola en la RDC fue crucial, porque debería movilizar a la comunidad internacional a elevar significativamente sus aportes. Pero si el mundo ha de prevenir más crisis sanitarias en el este de África, no puede seguir impulsando soluciones miopes y cortoplacistas. En lugar de ello, se necesita una estrategia amplia y futurista que reconozca que un centro de salud no puede ser tal si no cuenta con agua limpia.

Savio Carvalho is Global Campaigns Director of WaterAid. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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