Cómo es ver morir a un ser querido por COVID-19

Cómo es ver morir a un ser querido por COVID-19

Piensa en alguien a quien amas de forma incondicional. Elige a la persona que hace que tu corazón se llene de alegría con el mero hecho de pensar en ella: ¿es tu hijo, tu padre, tu madre, tu pareja, tu amistad más cercana? Piensa en su nombre, respira lenta y profundamente, y cierra tus ojos.

Ahora imagina a esa persona en una cama de hospital. Las máquinas emiten pitidos. Tu ser querido está inconsciente, con un respirador. La máquina está forzando la entrada de aire a su pecho, haciéndolo subir y bajar de manera constante. El enfermero te dice que tu ser querido pasa 21 horas al día boca abajo, pero que hoy está hacia arriba porque es su día.

A veces, la maquina emite un sonido de alerta porque tu ser querido está batallando contra el respirador, tratando de mantener cierta independencia. De repente se siente demasiado mórbido pensar en la manera tan casual en que decimos “fulano de tal era un guerrero”.

Imagínate junto a tu ser querido, sosteniendo su mano fría y flácida. Se siente pesada porque todo el esfuerzo de levantar la mano lo estás haciendo tú. Captas un reflejo de ti en la ventana y ves un traje médico de papel que cubre el cuerpo entero, guantes quirúrgicos, un cubrebocas N95 y un protector facial. Pocos minutos antes, los enfermeros te preguntaron de qué talla usas los guantes y no supiste qué responder, así que ahora tienes unos muy ajustados.

Te das cuenta de que el personal te está diciendo cómo prepararte para la “transición” de tu ser querido. Es una bonita manera de decir que tu ser querido va a morir. Justo ahora. Y estarás ahí cuando suceda. Ya te sientes culpable porque, en medio del dolor profundo en tu pecho, sientes un extraño consuelo al saber que ya no sentirá más dolor.

Recuerdas los 10 días antes de que pusieran a tu ser querido en un respirador. No podía respirar lo suficiente como para verbalizar una oración entera, así que ambos comenzaron a jugar a preguntas de sí o no para darle la oportunidad de exponer sus pensamientos y deseos finales sin desperdiciar aire.

Boom. Estás de vuelta en la unidad de cuidados intensivos con una abrumadora cacofonía de pitidos. El equipo médico te dice que desvíes la mirada mientras le quitan el respirador, y te das cuenta que están haciendo ruido para evitar que escuches a tu ser querido ahogarse y jadear por aire. De repente, la habitación se queda en silencio. Han apagado las máquinas para que los pitidos y las alarmas no te inquieten aun más. Los datos ya no importan.

Un momento después, te desesperas por decirle a tu ser querido todo lo que crees que necesita escuchar antes de morir. Tu mente entra en pánico, y ya te sientes culpable por todo lo que has dicho y lo que no has dicho.

Tu ser querido jadea. Miras al enfermero, quien te asegura que es normal y se disculpa por algo que acaba de hacer tu ser querido. Inmediatamente sientes celos o resentimiento por el hecho de que este enfermero conoce más a tu ser querido que tú en este momento.

El enfermero te informa que tu ser querido ha fallecido, y comparte sus condolencias. Las palabras no significan nada y tu mundo se adormece. Le agradeces de todos modos. De repente no sabes si quedarte o irte. Alguien tiene que volver a explicarte el estricto protocolo para quitarte el equipo de protección. Primero debes quitarte los guantes demasiado ajustados, pero sin tocar nada. Hay un orden en ese proceso, y temes desviarte porque tienes personas en el mundo exterior a quienes amas y necesitas mantener a salvo. Sales de allí, solo.

Mi experiencia fue el viernes 13 de noviembre. Mi ser querido era mi papá.

Su nombre es George. Su nombre era George. Era divertido y generoso, y a veces me frustraba, y estaba demasiado orgulloso de mi hermano y de mí. Utilizó siempre cubrebocas y murió de COVID-19.

George dejaba una huella en las personas que conocía. Conocerlo era reír con él. Entonces, ¿por qué he pasado los últimos días preocupada de que sea solo un número que las noticias compartan cada noche? Más de 1,300 estadounidenses murieron de COVID-19 el 13 de noviembre. Me preocupa que George se convierta en otra estadística anónima presentada por medio de chistes y memes sobre lo terrible que fue el 2020. Necesito que la muerte de George signifique algo para los extraños, tanto como tú querrías que la persona que más amabas significara algo si muriera.

Lo único que puedo hacer —el único camino que me queda— es decirte que tomes en serio el COVID-19. No termines sujetando la mano de tu ser querido mientras su cuerpo ya no acepta aire.

Sarah Finefrock reside en Portland, Oregon.

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