Cómo evitar las muertes por sobredosis como la de Philip Seymour Hoffman / We can prevent fatal ODs like Hoffman's

La gente llora la trágica muerte por sobredosis del actor Philip Seymour Hoffman, a quien encontraron el domingo solo en su departamento de Nueva York, con una jeringa en el brazo y unas bolsas de heroína vacías.

Cuando una celebridad querida como Hoffman muere a causa de una sobredosis, la noticia llega a la primera plana. Pero su pérdida nos recuerda que 105 personas mueren a diario en Estados Unidos de una sobredosis de heroína u opiáceos farmacéuticos. Con más de 30.000 muertes al año, las sobredosis accidentales han superado a los incidentes automovilísticos como la principal causa de muerte entre personas de 25 y 64 años.

Los cientos de miles de millones de dólares gastados en la guerra contra las drogas no sirvieron para evitar el radical aumento en las muertes por sobredosis; de hecho, es probable que esas mismas políticas incrementaran la cantidad de personas que mueren de una sobredosis.

Algunas personas consumirán heroína o jugarán con opiáceos farmacéuticos sin importar lo que digamos y sin importar lo que el gobierno haga. El verdadero reto es qué podemos hacer para ayudar a que la gente siga viva.

Estas son siete medidas que pueden ayudar:

1. Facilitar el tratamiento a quienes lo quieren y lo necesitan: Es trágico que tantas personas que necesitan tratamiento no puedan recibirlo. Es indignante que los contribuyentes paguemos en promedio 30.000 dólares al año (unos 390,000 pesos) para encarcelar a alguien que tiene un problema de drogas, pero que escatimemos en programas de tratamiento que son menos costosos y más eficaces para reducir el consumo de drogas ilegales y otros delitos. Muchas personas que quieren tratamiento son rechazadas con la excusa de que no hay espacio.

2. Ofrecer metadona y buprenorfina a quienes tienen una adicción a los opiáceos: Ambos compuestos han sido el mejor tratamiento para las adicciones a los opiáceos durante décadas. Estas terapias de reemplazo pueden permitir que la gente lleve una vida normal sin los altibajos de la heroína y otros opiáceos ilegales.

Tenemos que eliminar los obstáculos para que estos medicamentos que salvan vidas sean más accesibles y acaben con el estigma que desanima a la gente al buscar un tratamiento más eficaz.

3. Informar honestamente sobre las drogas: Urgimos a los jóvenes a mantenerse alejados del alcohol, el tabaco y otras drogas, pero la realidad es que muchos experimentarán con sustancias a toda costa. Debemos mostrarles los riesgos y las consecuencias del consumo de drogas.

La mayoría de las muertes por sobredosis son resultado de la mezcla de opiáceos con alcohol, pero la mayoría de la gente lo ignora. Cualquier persona que reciba una receta para un analgésico sabe que una persona que hace mal uso de la heroína o de otros opiáceos o una persona a la que le interesa mantener viva a la gente tiene que conocer los enormes riesgos de mezclarlos con alcohol.

4. Implementar leyes más gratificantes para quienes llamen a los servicios de emergencias: La mayoría de las personas que tienen una sobredosis no morirán. Sin embargo, las probabilidades de sobrevivir a una sobredosis, al igual que las de sobrevivir a un infarto, dependen en gran medida de lo rápido que reciban asistencia médica. Desafortunadamente, la gente teme llamar a los servicios de emergencia porque no saben si la policía que atienda el llamado se concentrará más en arrestar a quien esté presente que en salvar la vida de alguien.

En 14 entidades de Estados Unidos y en el Distrito de Columbia han aprobado leyes que animan a la gente a llamar para pedir ayuda sin temor de ser arrestados. Aunque al parecer Hoffman estaba solo cuando tuvo la sobredosis, otros miles de personas no lo están. La gente necesita llamar para pedir ayuda. Nunca debería ser considerado un delito la acción de llamar a los servicios de emergencia para ayudar a salvar una vida.

5. Poner al alcance la naxolona, el antídoto para una sobredosis:La naxolona es un fármaco no narcótico seguro, genérico y barato que funciona rápidamente y es fácil de administrar. Ha salvado cientos de miles de vidas y podría hacerlo con muchas más.

En muchos estados han comenzado a tomar importantes medidas para poner la naxolona al alcance de más personas, entre ellos las autoridades y los trabajadores de los servicios de emergencias. Cualquier persona que consuma opiáceos por cualquier razón debería tener naxolona a la mano y sus amigos y familiares deberían saber cómo administrarla.

Sin embargo, no hay una buena razón para que estos antídotos solo puedan conseguirse con receta médica. Si realmente queremos salvar vidas, los farmacéuticos deberían venderse a quien la necesite.

6. Crear sitios de inyección supervisada: En decenas de ciudades de todo el mundo existen este tipo de lugares: la gente puede inyectarse sus drogas en un sitio limpio y seguro con médicos certificados a la mano. Estos sitios eliminan las muertes por sobredosis, reducen las prácticas riesgosas de consumo de drogas así como la incidencia de VIH y hepatitis C, minimizan la perturbación pública por el consumo de drogas en sitios públicos y prácticamente se pagan solos al reducir la necesidad de recurrir a los servicios de justicia penal y de emergencias médicas. Han sido particularmente exitosos en Canadá.

El consenso científico que demuestra los beneficios de estos sitios debe culminar con la apertura de uno en alguna parte de Estados Unidos. Ya es hora.

7. Tratamiento asistido con heroína: Los tratamientos convencionales no sirven para muchas de las personas adictas a los opiáceos que quieren dejar de consumirlos. Por eso, en más de media docena de países en Europa y Canadá han desarrollado una opción alterna: el tratamiento asistido con heroína.

Con este tratamiento, la heroína farmacológica es administrada bajo controles estrictos en un ambiente clínico a aquellas personas que no han tenido éxito con otros tratamientos. Casi todas las evaluaciones publicadas sobre esta alternativa han demostrado resultados extremadamente positivos: importantes reducciones en el consumo ilícito, en los delitos, las enfermedades y las sobredosis; mejoras en la salud, bienestar, reintegración social y permanencia en el tratamiento.

Nadie puede saber a ciencia cierta si Philip Seymour Hoffman seguiría vivo si se hubieran implementado estas siete medidas, pero podemos estar seguros de que habría menos muertes accidentales por sobredosis si así fuera.

Mientras continuamos llorando su muerte, necesitamos informarnos sobre cuáles son las mejores políticas y prácticas para reducir estas trágicas pérdidas. Algunas de estas ideas nos incomodan, pero tenemos que adoptarlas lo más pronto posible. Nuestros hijos e hijas, hermanos y hermanas cuentan con ello. El costo de tener una curva de aprendizaje lenta es demasiado grande.

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People are mourning the tragic overdose death of Oscar-winning actor Philip Seymour Hoffman, who was found Sunday morning alone in his New York apartment with a needle in his arm and empty bags of heroin.

When a beloved celebrity such as Hoffman dies of an overdose, it's front page news. But his death serves as a reminder that 105 people are dying in the United States every day from an overdose involving heroin or pharmaceutical opioids. With more than 30,000 deaths annually, accidental overdose has overtaken car accidents as our country's leading cause of accidental death for people 25 to 64.

The hundreds of billions of dollars spent on the drug war did nothing to prevent a dramatic increase in overdose fatalities; indeed, those very policies likely increased the number of people who die from an overdose.

Some people are going to use heroin, or play around with pharmaceutical opiates, no matter what we say and no matter what the government does. The real challenge is to do what we can to help people stay alive.

Here are seven steps that can help:

1. Make treatment available to those who want and need it: It is tragic that so many people who need treatment can't get it. It is outrageous that we taxpayers spend, on average, $30,000 a year to incarcerate someone with a drug problem, but we skimp on treatment programs that are less expensive and more effective in reducing illegal drug use and other crime. Too many people who want treatment are told there are no open slots and turned away.

2. Offer methadone and buprenorphine to those with opioid addiction: Methadone and buprenorphine have been the gold-standard treatment for opioid addiction for decades. These replacement therapies can allow people to live normal lives without the highs and lows of illegal heroin and other opioids.

We need to remove the obstacles to making these life-saving medications more readily available and end the stigma that discourages people from seeking out the most effective treatment.

3. Honest drug education: We urge young people to stay clear of alcohol, tobacco and other drugs, but the reality is many will experiment with using substances no matter what. We must teach them the risks and consequences of drug use.

Most overdose deaths are a result of mixing opioids and alcohol but most people don't know that. Anyone who receives a prescription for a pain medication, knows a person misusing heroin or other opioids or who cares about keeping people alive, needs to know the incredible risks of mixing with alcohol.

4. Good Samaritan laws for 911 callers: Most people who overdose don't die. But the chance of surviving an overdose, like that of surviving a heart attack, depends greatly on how fast one receives medical assistance. Unfortunately people are afraid to call 911 because they don't know if the police who respond will focus on arresting those present rather than saving someone's life.

Fourteen states and the District of Columbia have passed "911 Good Samaritan" laws that encourage people to call for help without fear of arrest. Although it appears Hoffman was alone when he overdosed, thousands of others are not. People need to call for help. It should never be a crime to call 911 to help save a life.

5. Make naloxone, the antidote to an overdose, more available: Naloxone is a safe, generic, inexpensive, nonnarcotic drug that works quickly and is easy to administer. It has saved hundreds of thousands of lives but could be saving many more.

Many states are just starting to take some great steps to get naloxone in the hands of more people, including law enforcement and emergency responders. Anyone who uses opioids for any reason at all should have naloxone readily available, and friends and family who know how to administer it.

There's no really good reason, moreover, why this antidote should only be available by prescription. If we really want to save lives, pharmacists should be allowed to sell it to whoever needs it.

6. Supervised injection facilities: Dozens of cities around the world have supervised injection facilities where people can inject their drugs in a clean, safe place with medical professionals on hand.

These facilities eliminate overdose fatalities, reduce dangerous drug consumption practices as well as HIV and hepatitis C, minimize the public nuisance of people using drugs in public places and more than pay for themselves by reducing the need for criminal justice and emergency medical services. It has been particularly successful in Canada.

The scientific consensus demonstrating the benefits of these facilities has yet to result in one such facility being opened anywhere in the United States. It's time already.

7. Heroin-assisted treatment: Conventional treatments do not work for many people addicted to opioids and want to stop taking them. That's why more than a half dozen countries in Europe and Canada have developed a second-line option: heroin-assisted treatment.

With this treatment, pharmacological heroin is administered under strict controls in a clinical setting to those who have failed to succeed with other treatment options. Virtually every published evaluation of HAT has shown extremely positive outcomes: major reductions in illicit drug use, crime, disease and overdose; and improvements in health, well-being, social reintegration and treatment retention.

No one can know for sure whether Philip Seymour Hoffman would still be alive if these seven steps had been implemented, but we can be certain that far fewer Americans would die accidentally from an overdose if they were.

While our country continues to mourn his death, we need to educate ourselves about the best policies and practices to reduce these tragic losses. Some of these ideas may make us uncomfortable, but we need to embrace them as soon as possible. Our sons and daughters, brothers and sisters are counting on it.

The cost of a slow learning curve is simply too great.
Ethan Nadelmann es fundador y director ejecutivo de la Alianza para las Políticas sobre Drogas (DPA, por sus siglas en inglés), la principal organización de Estados Unidos que promueve alternativas a la guerra contra las drogas. Tony Newman es director de relaciones con los medios de la DPA.

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