Cómo las economías de África pueden protegerse contra el COVID-19

En 2018, 44 países firmaron el Tratado de Libre Comercio Africano en una cumbre extraordinaria en Kigali. Hoy hay 54 signatarios. El acuerdo creará un entorno económico libre de aranceles para impulsar el crecimiento de los negocios, fomentar el comercio intracontinental, hacer crecer la industrialización y crear empleos. Para mitigar las consecuencias económicas del COVID-19, los países que integran la Unión Africana (UA) y las instituciones del continente deberían implementar el tratado AfCFTA prontamente.

El AfCFTA prepara el camino para que África –con 1.200 millones de personas y un PIB acumulado de 2,5 billones de dólares- se convierta en el mercado común más grande del mundo. Pero ahora que el coronavirus está golpeando a la economía global, se avecina una recesión mundial. Se espera que la crisis tenga efectos desestabilizadores en nuestras economías frágiles en tanto la crisis sanitaria empeore.

África debe estar preparada. Si bien la pandemia del COVID-19 no está afectando tanto a África, la mayoría de los países africanos han optado por prevenir la crisis restringiendo los viajes y los encuentros no esenciales, y cerrando escuelas y universidades. Es imposible saber si estas medidas frenarán el contagio sanitario, pero África sin duda experimentará un contagio económico.

Los principales socios de África en Europa, y posiblemente China, ya están sufriendo, y la economía del continente todavía es sumamente extrovertida –y, por lo tanto, extremadamente dependiente de la demanda global, especialmente de materias primas-. La Comisión Económica de las Naciones Unidas para África estima que las pérdidas de ganancias por exportaciones alcanzarán los 101.00 millones de dólares, incluidos 65.000 millones de dólares para los países productores de petróleo. El gasto en salud podría sobrecargar los presupuestos estatales en el continente en por lo menos 10.000 millones de dólares. También hay temores de escaseces de alimentos e interrupciones en la cadena de suministros farmacéuticos. Dos tercios de los países africanos son importadores netos de alimentos y la situación para los medicamentos es similar.

En cuanto a la crisis sanitaria, la amenaza recurrente del ébola les ha permitido a algunos estados africanos ganar experiencia para desacelerar una pandemia. En la República Democrática del Congo y en África occidental, donde la pandemia del ébola de 2014-16 afectó a Guinea, Liberia y Sierra Leona, la respuesta al COVID-19 se está organizando con celeridad. Las instituciones nacionales de salud han reforzado sus capacidades institucionales. La cantidad de centros africanos capaces de realizar pruebas de diagnóstico aumentaron de dos a 40 en un mes, gracias a la Organización Mundial de la Salud, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África en la UA han recibido una gran donación de kits de prueba del COVID-19 de China. Ahora, la Agencia Africana de Medicamentos, que se creó hace un año, debe volverse operativa para garantizar la coordinación de un plan de fabricación farmacéutica para el continente.

Más allá de los efectos en la salud, la inminente recesión global probablemente desestabilice a las economías de África y transforme su estructura, comercio y canales comerciales, así como la manera en que la gente trabaja y estudia. En estas circunstancias, África no tiene otra opción que la de depender de su propia resiliencia, fortalezas y agilidad, en lugar de esperar una salvación externa, para mitigar el impacto de la inminente crisis y prepararse para el próximo ciclo de globalización.

Hoy más que nunca, la nueva tecnología pasará a desempeñar un papel crítico. Las empresas africanas deben acelerar su transición digital para mantenerse atractivas, lo que implica que los gobiernos deben acelerar la puesta en funcionamiento de infraestructura esencial de telecomunicaciones, entre ellas fibra óptica e Internet de alta velocidad, e invertir en capital humano y fortalecimiento de capacidades. El esfuerzo será complejo y exigente, pero ha llegado el momento de una movilización a gran escala.

En este contexto, existe una necesidad acuciante de reducir la alta dependencia comercial del continente de los socios no africanos. El AfCFTA puede ayudar a facilitarlo, pero eso implica desmantelar lo más posible las barreras arancelarias y no arancelarias, e intensificar los procesos de regionalización económica que ya han comenzado. La liberalización de las barreras arancelarias en el 90% de los productos, por ejemplo, estaba originariamente programada para ocurrir en el lapso de cinco años. Este cronograma se debe reducir.

Actualmente, África es el continente menos integrado. El comercio intra-africano representa menos del 16% del comercio total del continente. Una vez que esté plenamente operativo, el AfCFTA podría impulsar un 60% el comercio intra-africano en apenas tres años. El acuerdo será un catalizador para el desarrollo endógeno, a través del comercio, y la extensión de las cadenas de valor en todo el continente ayudará a sentar las bases para la industrialización.

La aceleración del AfCFTA es, por sobre todas las cosas, una cuestión de voluntad política. El costo de desmantelar las tarifas aduaneras que pesan en el comercio intra-africano asciende a 3.500 millones de dólares, o poco más del 0,1% del PIB del continente. Rescindir esos impuestos prácticamente no representará ningún déficit, y destrabará el potencial de crecimiento endógeno del continente.

Maximizar las posibilidades del AfCFTA será un amortiguador efectivo mientras la pandemia, y la incertidumbre sobre su curso, mantenga deprimida a la economía global. También hará que África resulte una propuesta atractiva cuando se revierta le economía global. El continente no tiene tiempo para perder.

Ibrahim Assane Mayaki, former Prime Minister of Niger, is CEO of the African Union Development Agency’s New Partnership for Africa’s Development (AUDA-NEPAD).

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