Cómo liberar la economía de Argelia

Argelia enfrenta la tarea ciclópea de transformar su economía para satisfacer las acuciantes demandas de una población joven, creciente y cada vez más inquieta. Pese a la favorable demografía del país, su economía sigue siendo casi totalmente dependiente del petróleo y del gas natural, que equivalen al 95% de las exportaciones de bienes. Para proveer empleo suficiente a los millones de ingresantes al mercado laboral, durante los próximos años la economía de Argelia tendría que crecer a más del 6% anual. Pero en 2018, el crecimiento del PIB fue un deslucido 1,5%, y se prevé que no supere el 2% por bastante tiempo.

Por eso, las autoridades argelinas tienen que tomar medidas urgentes para liberalizar y fortalecer la economía, y sentar las bases para una mayor inclusión social. En particular, deben aumentar la competencia, alentar la creación de una economía digital y modernizar las empresas estatales.

La economía de Argelia gira en círculos, y la mayoría de las grandes empresas y bancos siguen en manos estatales. Además, las medidas para promover una mayor competencia y crear un marco antitrust todavía son incipientes, y el sistema legal y judicial no ha sido efectivo en su fiscalización.

Altas barreras contra el ingreso al mercado ayudan a explicar por qué la mayoría de los argelinos trabajan en el sector informal, por salarios bajos y sin seguro social. La impenetrabilidad de los mercados argelinos también ha disuadido la inversión extranjera directa, especialmente en sectores de servicios con alto uso de mano de obra como el turismo y la hotelería.

En tanto, bajo un agotado contrato social que data de cuando Argelia se independizó de Francia a principios de los sesenta, una forma ineficiente de redistribución ha sido el único motor de desarrollo económico. Pero la promoción y protección de los “campeones” nacionales, a menudo empresas estatales, junto con altos niveles de empleo público y subsidios universales, demostró ser una fórmula desesperantemente ineficaz para el crecimiento sostenido.

Las fuerzas del mercado y la competencia son esenciales para que las personas y las economías puedan concretar su potencial. Pero igual que en otras partes del mundo árabe, esta idea no ha prendido bien en Argelia. Muy a menudo, élites poderosas se adueñaron de los intentos de liberalización económica y debilitaron el apoyo popular al cambio. Pero reformas del mercado acompañadas por organismos reguladores independientes y apoyadas por un sistema legal reforzado podrían prevenir la perpetuación de esa oligarquía. Esto ayudaría a promover la igualdad de oportunidades y fortalecer la cohesión social.

Argelia también tiene que crear una economía digital avanzada que impulse el crecimiento y dé empleo a una juventud tecnológica. Como sus homólogos en otros países árabes, los jóvenes argelinos son activos en las redes sociales; casi todos tienen teléfonos móviles o inteligentes. Pero aunque conocen muy bien Facebook e Instagram, tienen poco acceso a aplicaciones financieras de pago como PayPal, porque los ultrarregulados sistemas bancario y de telecomunicaciones del país favorecen a las empresas establecidas, asfixian la competencia y fomentan la colusión. Eso lleva a que la mayoría de los argelinos no puedan comprar bienes y servicios a través de Internet ni transferir dinero como sus homólogos en las economías avanzadas.

Promover una economía digital en Argelia demanda un esfuerzo extraordinariamente ambicioso. Para empezar, las autoridades deben mejorar la calidad de la banda ancha, abaratar el acceso a Internet y crear sistemas de pago móvil y digital. Estos bienes públicos digitales son tan importantes para una nueva economía de servicios como la electricidad y otros servicios públicos para una economía tradicional.

Un aumento de la conectividad creará nuevas actividades, derribará las barreras al ingreso (comenzando por los sectores cruciales de transporte, distribución y logística) y ayudará a desarrollar el comercio electrónico al acercar entre sí las áreas urbanas y rurales. La conectividad también facilitará el seguimiento del gasto público, simplificará los procedimientos burocráticos y mejorará la provisión de educación y atención médica, en regiones pudientes y pobres por igual.

Finalmente, Argelia debe remodelar las empresas estatales, para permitir el florecimiento de un auténtico sector privado. Esto demandará reducir las barreras al ingreso en el sector de servicios públicos y en otras áreas, y establecer un organismo regulatorio dedicado y medidas de fiscalización legal creíbles para promover la competencia.

Las autoridades deben ser transparentes en lo referido a las transferencias del Estado a empresas estatales y evitar la trampa de la ligereza presupuestaria, que puede dar lugar a un gasto público superior al previsto. También deben fortalecer la gobernanza de las empresas estatales para mejorar la independencia, rendición de cuentas y eficacia de sus directivos. A su vez, esto puede reducir el costo potencial de esas empresas impuesto al erario a través de pasivos contingentes, por ejemplo garantías de préstamo estatales que deberían ejecutarse en caso de impago.

Las empresas privadas pueden ayudar a la economía de Argelia a dar el salto tecnológico necesario para aumentar la productividad. Las autoridades deben alentarlo, por ejemplo mediante acuerdos de colaboración entre empresas estatales y privadas.

En esto, pueden servir de modelo las grandes empresas de servicios públicos europeas. Desde que la Unión Europea comenzó a liberalizar su sector de la electricidad hace más de dos décadas, y también como resultado del acuerdo climático de París (2015), estas empresas han hecho inversiones masivas en la generación de energía a partir de fuentes renovables y la digitalización de sus servicios. Mediante el aprovechamiento del enorme potencial de la energía solar en Argelia, las empresas de servicios públicos y estatales pueden convertir las fuentes renovables en el nuevo petróleo.

Los desafíos económicos y sociales que enfrenta Argelia son evidentes, y las autoridades deben encararlos en un tiempo de incertidumbre política agravada. En vista del estado de ánimo que impera en el país, tal vez deban apurarse.

Rabah Arezki is the Chief Economist for the Middle East and North Africa Region at the World Bank. Traducción: Esteban Flamini.

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