¿Cómo llegamos a que el narco atentara contra el jefe de la Policía en CDMX?

La señora Gabriela Gómez y su hermana Tania, originarias de un pequeño pueblo del Estado de México, iban en camino a instalar su puesto ambulante de comida a las 6:38 de la mañana de este viernes 26, cuando les llegó una ráfaga de balas. Gabriela murió y su hermana quedó herida.

El ataque iba dirigido al secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch. Un camión se atravesó en el paso de la camioneta del funcionario y otro vehículo se paró a su lado, con hombres armados con fusiles Barret, granadas y otras armas largas con las que lo atacaron por varios segundos.

En plena capital mexicana, en la zona de Lomas de Chapultepec, llena de casas de diplomáticos, políticos y familias de alto poder económico, un comando atacó al funcionario público más importante en temas de seguridad de Ciudad de México. Algo inédito en la historia de la ciudad, y más en una zona con ese nivel de vigilancia y afluencia. El jefe de la Policía se salvó pero tiene tres balas en el cuerpo. Tres personas murieron.

Una foto de la Fiscalía de la Ciudad de México de la camioneta del secretario de Seguridad Ciudadana de Ciudad de México, Omar García Harfuch, después de ser baleada por un grupo del crimen organizado el 26 de junio de 2020. (Fiscalía de la Ciudad de México vía EPA-EFE/Shutterstock) (Mexico Prosecutor Office/Handout/EPA-EFE/REX/Shutterstock)
Una foto de la Fiscalía de la Ciudad de México de la camioneta del secretario de Seguridad Ciudadana de Ciudad de México, Omar García Harfuch, después de ser baleada por un grupo del crimen organizado el 26 de junio de 2020. (Fiscalía de la Ciudad de México vía EPA-EFE/Shutterstock) (Mexico Prosecutor Office/Handout/EPA-EFE/REX/Shutterstock)

Aunque no hay antecedentes de un evento similar en la capital, es el último de una larga lista de hechos criminales que han ido escalando desde hace más de una década. La primera alerta llegó en 2008, cuando dos cabezas humanas fueron encontradas en una camioneta a unos metros del Aeropuerto Internacional de Ciudad de México. Era una señal de que los grupos que movían la droga desde la capital empezaban a disputarse de manera violenta y visible el negocio.

Unas semanas después, en febrero, una bomba le explotó a un hombre que la llevaba hacia las oficinas de la entonces Secretaría de Seguridad Pública, ubicadas en una zona céntrica. Según las investigaciones, el atentado iba dirigido a un mando de la corporación por órdenes del Cártel de los Beltrán Leyva.

Desde entonces, los acontecimientos han ido escalando en violencia y visibilidad: una masacre de 24 personas en la zona de La Marquesa ese mismo año; la desaparición y matanza de 13 jóvenes en un bar en plena zona turística en 2013. Cuerpos descuartizados sobre la Avenida de los Insurgentes, una de las más importantes de la ciudad, en 2018; una balacera en Garibaldi, lugar turístico por sus mariachis, meses después.

Durante años las autoridades capitalinas negaron la presencia de grupos del crimen organizado en Ciudad de México. Por lo tanto no se actuó contra ellos, y el nivel corrupción y colusión policial sobrepasó los límites.

También en 2018 llegó un nuevo gobierno, encabezado por Claudia Sheinbaum, y la narrativa se modificó: se aceptó la presencia de estos grupos del crimen y se les ha combatido, pero quizás fue demasiado tarde.

Omar García Harfuch ya había formado parte de investigaciones en contra del crimen organizado dentro de la anterior Procuraduría de Justicia capitalina y luego pasó a ser el jefe de la Policía en octubre de 2019. Desde entonces creció el número de detenciones de líderes de los tres principales grupos criminales en la ciudad: La Unión, Cártel de Jalisco Nueva Generación y Cártel de Tláhuac. Pero cuando se intentó controlar, ya los criminales tenían demasiada fuerza. La muestra es el atentado de este viernes, del cual el funcionario culpa al Cártel de Jalisco Nueva Generación.

La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, señaló que el atentado es una muestra de que están combatiendo a los criminales, lo cual es cierto, pero debe ser una alerta mayor a la de todos los eventos señalados antes, los cuales muestran que la presencia del crimen organizado puede crecer aún más.

Esta es la alarma más llamativa en cuanto a su significado por lo que podría pasar después si los gobiernos no actúan de manera eficaz: los grupos criminales no le tienen miedo a nada y enviaron un mensaje de que no se saldrán de su objetivo. La impunidad es el mayor aliciente para permitir que crezca el monstruo, algo que se debe evitar a toda costa. De no ser así, más víctimas inocentes, como Gabriela y Tania, resentirán que otra alerta se dejó pasar sin efectuar una estrategia contundente para acabar, por fin, con los grupos del crimen organizado que tienen controlada a la ciudad desde hace más de una década.

Sandra Romandía es periodista de investigación y coautora del libro ‘Narco CDMX’.

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