Cómo luchar contra el paro juvenil

Con el lastre de una tasa de paro juvenil del 53,1%, la segunda peor de Europa, España se presenta debilitada para afrontar el futuro. El problema del desempleo juvenil va más allá de la generación que lo sufre; abarca a todo el país y hasta que no seamos conscientes de que se trata de un problema que nos afecta a todos, será difícil combatirlo. Que uno de cada dos jóvenes se encuentre en esta situación merma las posibilidades de desarrollo de la sociedad.

Según datos del Eurofound, España paga una gran factura (alrededor del 1,47% del PIB) por el elevado porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan. No actuar, no aplicar medidas como las que proponemos a continuación, solo nos servirá para seguir fomentando la frustración de la juventud y, lo más importante, poner en jaque el crecimiento del país.

El mercado de trabajo español presenta un problema estructural de largo alcance relacionado con los jóvenes y la forma de organización de la transición de la escuela al mundo laboral. Una de sus causas, es el desajuste entre la cualificación de las personas y las competencias profesionales que demandan las empresas. Esta descoordinación supone un gasto de recursos que nuestra sociedad no puede seguir permitiéndose independientemente del ciclo económico en el que estemos. En España, una de cada tres personas ocupadas con formación superior trabaja en empleos de media o baja cualificación.

Las sociedades más exitosas son las que consiguen ajustar las posibilidades formativas y educativas que se ofrecen a los jóvenes a las necesidades de la economía real. Hay que apostar por un cambio social que lo haga posible. Debemos contribuir al desarrollo de una orientación profesional coordinada de calidad para todos y a un sistema de formación profesional dual. La aplicación consecuente y continuada de estas herramientas tendrá un impacto en la reducción del desempleo juvenil y en la mejora de la competitividad.

Un país no puede invertir tiempo, esfuerzo y dinero en frustrar a sus jóvenes, dándoles unas competencias que carecerán de utilidad práctica en su futuro laboral o en crear profesionales que el mercado de trabajo nunca podrá absorber. Deberíamos adaptar al contexto español los modelos de orientación y formación profesional internacionales de éxito. Con ello se favorecerá la construcción de un nuevo sistema más lógico, sostenible y eficiente.

Hasta ahora no se ha podido desarrollar un sistema de orientación profesional que responda a las necesidades de las personas y de la economía desde la etapa de secundaria obligatoria. Es necesario un nuevo enfoque sobre la orientación profesional coordinada, conectada con los requisitos del mundo laboral que facilite la inserción y contribuya a que la elección profesional se haga con mejor criterio. Entre todos deberíamos ayudar a prestigiar la formación profesional y a reducir el abandono prematuro de los estudios que en España es, con el 23,6%, el doble de la media europea. Otros elementos del sistema educativo deberían también modificarse, pues de nada servirá que las personas más jóvenes encuentren una vocación que demanda la sociedad, pero que no tiene oferta formativa viable para ellos. Las malas prácticas, como el orientar a los alumnos hacia la oferta del propio centro educativo, deberían ser erradicadas.

La formación profesional dual actualmente representa sólo alrededor del 2% de toda la oferta de FP en España, cuando en Alemania la cifra alcanza el 70%; en nuestro país tendremos pronto que decidir cuáles son los objetivos y el sentido de la extensión del modelo dual que deseamos. Habría que mejorar, en cualquier caso, su imagen y hacerla más atractiva a los jóvenes, familiares y, en definitiva, a la sociedad en general.

Este proceso creará más valor si, por un lado, aumenta el nivel de competencias de los aprendices, y por otro, adapta mejor el contenido de los ciclos de formación profesional a las necesidades de las empresas. Las empresas, a su vez, deberán implicarse más como entidades formadoras. Hasta ahora, las experiencias existentes en nuestro país (prácticas del sistema universitario o formación en centros de trabajo de la formación profesional) no son suficientes. Las empresas adquieren un gran protagonismo, ya que seleccionan a los aprendices y se comprometen a darles la formación que necesitarían si se quedaran en su empresa para garantizar la calidad, la innovación y los costes de productos y servicios.

La formación profesional dual debería flexibilizarse y adaptarse todavía más para que las pymes, un porcentaje muy elevado del tejido empresarial del país, ofrezcan plazas de aprendizaje. De otra forma, la formación profesional dual no podrá consolidarse definitivamente en España. Sería recomendable tomar como ejemplo modelos internacionales de éxito como el de Alemania, Austria o Suiza y adaptarlos a la realidad de nuestro país subrayando criterios de calidad, no buscando solamente resultados cuantitativos a corto plazo. Es fundamental, entre otros aspectos, la inclusión de la formación profesional dual en la estrategia corporativa al más alto nivel, las formas de coordinación entre los centros educativos y las empresas, el seguimiento del aprendizaje en las empresas y la tutoría. Sin tutores profesionales, bien formados y motivados, reconocidos por sus méritos en sus propias organizaciones será difícil que el sistema opere de forma satisfactoria. La Fundación Bertelsmann está preparando redes de intercambio de experiencias entre tutores de empresas para mejorar el sistema.

Estudios académicos y casos prácticos demostrarán a las empresas que la formación de aprendices no es un coste, sino una inversión rentable a corto y medio plazo. Al mismo tiempo, abre nuevos espacios de diálogo y cooperación entre empresas. La introducción de la formación profesional dual en el caso de las pymes exige una cooperación entre empresas que con posterioridad se pueden replicar a otros ámbitos de la actividad empresarial, enriqueciendo a los participantes más allá de la formación de aprendices. La extensión de la formación profesional dual se podría basar, en primer lugar, en la construcción de alianzas entre grandes empresas y sus pymes —clientes y proveedoras— extendiéndose más tarde cual mancha de aceite a todo el tejido empresarial español.

Los centros educativos, el otro polo indispensable de este modelo, deberían acercarse más a las empresas en beneficio de los aprendices y contar con los recursos necesarios para poder hacer el seguimiento completo del aprendizaje en las empresas. Hace falta también voluntad y un grado de innovación suficiente para adaptar los centros a esta nueva realidad.

Estamos comprometidos con el empleo juvenil y la formación profesional dual de calidad llevando a cabo proyectos pilotos en diferentes comunidades autónomas, estableciendo directrices, metodología y criterios de calidad sobre los mismos y promoviendo estudios necesarios para mejorar el conocimiento de los temas que tratamos. Ha llegado el momento de unirse en una gran alianza para, entre todos, construir una mejor base para reducir el paro juvenil y mejorar la competitividad del país.

Francisco Belil es Vicepresidente de la Fundación Bertelsmann.

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