La conclusión del informe más reciente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas es cruda: la acción climática es mucho más urgente de lo que se creía anteriormente, y debe incluir un amplio rango de iniciativas, desde una mejor regulación hasta una continua innovación tecnológica. Ahora bien, sin enormes cantidades de capital “paciente” de largo plazo –que sólo pueden reunir los inversores institucionales-, será imposible transformar los sistemas de energía lo suficientemente rápido como para mitigar el riesgo de un desastre ecológico, económico y social.
Técnicamente, los inversores institucionales –como los fondos de pensión, los fondos de riqueza soberana y las compañías de seguros- tienen suficiente potencia financiera como para ocuparse del cambio climático, y algunos buscan alinear sus carteras con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (ODS). Sólo en los países de la OCDE, los inversores institucionales controlan alrededor de 92 billones de dólares en activos. La asistencia oficial para el desarrollo cada año por parte de instituciones financieras multilaterales (IFM) y gobiernos representa apenas el 0,16% de ese monto –unos 145.000 millones de dólares.
Sin embargo, en su calidad de actores comerciales, el principal objetivo de los inversores institucionales es maximizar los retornos financieros. Aun cuando algunos purgan sus carteras de compañías con altos niveles de emisiones de carbono, por lo general consideran demasiado riesgoso invertir en nuevos proyectos de infraestructura en energía limpia, particularmente en mercados emergentes.
Para financiar los ODS, incluida la infraestructura en energía limpia, las IFM se han comprometido a movilizar capital de los inversores privados. Esta movilización tiene lugar esencialmente a través de las llamadas finanzas combinadas, mediante las cuales las IFM y otras instituciones de finanzas públicas utilizan su propio capital para atraer financiamiento privado. Pero los inversores institucionales prácticamente no han participado en las iniciativas de finanzas combinadas multilaterales que, a su vez, no han podido alcanzar una escala relevante para el cambio climático.
¿Qué hará falta entonces para movilizar el capital necesario de los inversores institucionales? Un documento reciente de investigadores de las universidades de Stanford y Maastricht sugiere centrarse en tres episodios recientes en el sector financiero global.
Primero, cada vez más inversores institucionales reducen su dependencia de los intermediarios financieros. Los inversores institucionales tradicionalmente han delegado sus inversiones en manos de firmas de gestión de inversiones, cuyo desempeño por lo general se evalúa trimestralmente. Sin embargo, el horizonte de inversión para la infraestructura, incluida la infraestructura en energía limpia, suele ser de más de 20 años.
Desde la perspectiva de las finanzas combinadas, los intermediarios financieros tradicionales, con sus tendencias cortoplacistas, constituyen un cuello de botella entre los inversores institucionales y las IFM. La eliminación de estos intermediarios podría así ofrecer nuevas oportunidades para una cooperación directa entre los inversores institucionales y las IFM, ya que permite que los primeros se concentren más en la inversión en activos de largo plazo.
Segundo, muchos inversores institucionales están creando plataformas colaborativas que permiten compartir costos vinculados a la creación de operaciones, la debida diligencia y otras etapas del proceso de inversión. Cada una de estas plataformas representa una gran cantidad de capital de largo plazo. Pero, con algunas excepciones, no incluyen a las IFM.
Tercero, existen nuevos tipos de inversores estratégicos locales que pueden ser sumamente efectivos a la hora de movilizar capital privado, inclusive de patrocinadores institucionales. En los últimos diez años, por lo menos 20 países han creado fondos de inversión estratégica patrocinados por el estado para coinvertir en proyectos de infraestructura con socios del sector privado. Otros países han establecido bancos ecológicos, cuyo foco doméstico refleja el hecho de que el 90% de las inversiones de financiamiento climático privado se hacen en el país de origen del capital.
Los fondos de inversión estratégica que han tenido éxito en cuanto a movilizar capital privado están estructurados de manera muy parecida a las organizaciones de inversión privadas. Hacen hincapié en la independencia y la integridad del proceso de toma de decisiones de inversión; y sus directores y comisiones directivas tienen un alto porcentaje de directores independientes seleccionados por su experiencia financiera y comercial. Algunos fondos, como el Fondo Nacional de Inversión e Infraestructura de la India, son propiedad principalmente de inversores privados e institucionales, mientras que el gobierno tiene una posición minoritaria.
Gestionados por profesionales del mundo de las finanzas reclutados en el sector privado, estos fondos estratégicos invierten principalmente en acciones, y adoptan un papel activo en la reestructuración y disposición de nuevos acuerdos. Como están asociados al gobierno local y a redes empresarias, están en una posición fuerte para mitigar el riesgo local.
Las IFM, en cambio, tienden a enfatizar la representación por país en sus directorios, lo que hace que estas juntas tengan menos experiencia financiera en sectores relevantes. A nivel de la gestión y del personal, las ramas del sector privado de las IFM frecuentemente tienen experiencia en un amplio rango de áreas. A pesar de esto, los directorios de las IFM –a diferencia de sus contrapartes privadas- generalmente no establecen una política de inversión amplia ni delegan decisiones sobre proyectos de infraestructura individuales en una comisión de inversión independiente; por el contrario, ellos mismos toman las decisiones en materia de asignación de capital.
Dadas las estructuras burocráticas y los procedimientos frecuentemente engorrosos de las IFM, los inversores institucionales tienden a no confiar en ellas. Los inversores institucionales suelen considerar que los proyectos propuestos por las IFM son demasiado pequeños, demasiado riesgosos o insuficientemente rentables y temen que, si algo sale mal, las burocracias de las IFM no les permitirán resolverlo rápidamente.
Mientras que las IFM han expandido sus ofrecimientos de mitigación del riesgo para los inversores, siguen siendo mayoritariamente proveedores de deuda. Hay algo crucial: invierten muy poco en capital para infraestructura. Esta es una distinción importante, porque mientras que los inversores de capital frecuentemente asumen un rol activo en la estructuración y disposición de nuevos proyectos de infraestructura, los proveedores de deuda y mitigación de riesgo suelen participar una vez que un proyecto está plenamente documentado y confirmado como “financiable”.
Para lograr su objetivo de movilizar capital del sector privado, las IFM necesitan participar de las plataformas colaborativas de los inversores institucionales, y ocuparse de los temores de estos inversores. Esto implica ayudarlos a evaluar y mitigar el riesgo en regiones y sectores nuevos donde hace falta infraestructura verde, si fuera conveniente en cooperación con fondos de inversión estratégica locales y bancos ecológicos.
Al desarrollar la capacidad para evaluar y asumir el riesgo en términos comerciales, las IFM tradicionalmente reacias a asumir riesgos podrían involucrarse de manera más productiva con los inversores institucionales. Y al incrementar la capacidad para realizar inversiones de capital en infraestructura de energía limpia, las IFM podrían aumentar su capacidad para participar con inversores institucionales en etapas relevantes del ciclo de inversión en infraestructura.
En resumen, para movilizar capital institucional de manera efectiva, las IFM tendrán que empezar a funcionar más como organizaciones de inversión privadas, aun cuando cumplan un mandato definido por políticas. Es mucho pedir; la OCDE ha sugerido que una movilización de capital privado eficiente puede requerir un cambio cultural dentro de las IFM. Pero, si queremos frenar el cambio climático y alcanzar los ODS, podría ser la única manera de que las IFM movilicen capital de inversores institucionales en una escala relevante.
Håvard Halland is a visiting scholar at the Stanford Global Projects Center (GPC) at Stanford University. Justin Yifu Lin, former Chief Economist of the World Bank, is Dean of the Institute for New Structural Economics and the Institute of South-South Cooperation and Development, and Honorary Dean at the National School of Development, Peking University. His recent books include Going Beyond Aid: Development Cooperation for Structural Transformation and Beating the Odds: Jump-starting Developing Countries.