Cómo nadar con las manos atadas y llegar a la orilla

Hace treinta años, en las primeras elecciones legislativas a Cortes Generales, íbamos todos en un barco rodeados de niebla. De nosotros se decía que éramos el pasado y que, políticamente, no teníamos nada que hacer. Sin embargo, la noche del recuento electoral, en una tienda que tenía Sabin Zubiri en la Plaza Zabalburu, Juan de Ajuriaguerra nos dijo: «Ha funcionado la memoria». Las últimas elecciones habían sido en febrero de 1936 y, en medio, había habido una guerra y una sangrienta dictadura, pero aquellos ocho diputados y doce senadores del Frente Autonómico nos supieron a gloria y marcaron la política del PNV en las Cortes Generales en estas ocho legislaturas como Grupo parlamentario Vasco.

Hoy, treinta años después y tras las elecciones del domingo, muchos quieren ver al PNV mordiendo el polvo y por eso los análisis que se hacen se basan más en cuestiones coyunturales y colaterales que en analizar el escenario democrático que deberían haber tenido unas elecciones, mientras se minimizan principios que son esenciales y que yo no quiero dejar pasar por alto. Las formas en democracia son el fondo.

En efecto. En estas elecciones no ha funcionado memoria de trabajo alguna porque la información de lo que hacen diputados y senadores todos los días durante cuatro años en Madrid es inexistente. Se nos silencia a pesar de que el 90% de todo lo presentado en Madrid sobre Euzkadi lo ha hecho el PNV. Ni el PSE ni el PP han tenido una sola iniciativa. Y si la democracia es un régimen de opinión pública, esa información pública no se abastece más que de las preguntas parlamentarias de los miércoles entre Rajoy y Zapatero. Sólo interesan las peleas de gallos. Y éste no es un dato menor. ¿Cómo se puede saber la utilidad de una presencia si ésta se ignora!

Otro es el invento tramposo que se montó en esta oportunidad para organizar debates a dos con un moderador que actuaba como el gobernador de Guanajuato del PRI, diciendo que se elegía entre los dos debatientes a un presidente de gobierno y lo bien que lo habían hecho en un debate que no fue tal, sino una serie de monólogos superpuestos, y en los que se hablaba de Euzkadi sin que ningún vasco pudiera puntualizar nada. ¿A cuenta de qué nos tildan de periféricos de la gran urbe madrileña si la democracia es el gobierno de las mayorías pero con respeto a las minorías? Pero esto sé que no interesa. La pelea, el espectáculo mediático, sólo lo es entre Cassius Clay y Sonny Liston y cuando esta pelea se amplió a los grupos parlamentarios, ni Rajoy, ni Zapatero, que sí debaten en las Cortes semanalmente, quisieron debatir con los, por ellos considerados, grupos minoritarios. Una vergüenza democrática de desprecio institucional consolidando el bipartidismo. ¿Y luego la Constitución española habla de monarquía parlamentaria!

Lógicamente, el invento funcionó.

No se organizó el debate en RTVE, que es un ente público plural, y que para eso está, porque los debates, como en Estados Unidos, tienen que ser entre todos, y por eso se inventó eso de la Academia de la Radio y la Televisión, para que cada medio enchufara el debate si quería. Y así se logró que una semana antes y otra después se estuviera hablando del decorado, de la luz, de la altura de la mesa y las sillas, de las corbatas, de lo bien que estuvo uno y lo mal el otro y todo eso con anuncios, tertulias, encuestas, programas especiales de radio, prensa y televisión, y programas del corazón y de humor. Y así durante quince días de forma abusiva, total y durante 24 horas. Eso sí, sólo contaban el PP y el PSOE. Los demás no existían. Digan si esto no distorsiona la realidad. No estaría nada mal que la UPV-EHU analizara científicamente lo ocurrido.

Pero hay algo más grave todavía.

La imagen de Zapatero y de Rajoy no se quedaba sólo en Madrid. La marca de fábrica omnipresente la tuvo usted en Arrasate y en Elciego y en cualquier esquina vasca a la que se sumaban los Jáuregui, los Buen y los Madina, que sumaban el doble impacto de lo que viene de Madrid y lo que se vende en casa. Dos en el mismo paquete. No tuvimos enfrente al PSE, sino a Zapatero con su márketing, su sonrisa y su telegenia.

¿Alguien piensa que Miguel Buen le ha ganado al PNV las elecciones en Gipuzkoa? Un señor al que mandaron callar desde la calle Ferraz porque aventuró un posible diálogo con ETA si el PSOE volvía a ganar las elecciones, y el buen hombre ni chistó. ¿O alguien cree que Carlos Chivite, a quien le deseo un pronto restablecimiento, ha ganado en Navarra después de su pacto con UPN impuesto desde Madrid? ¿Alguien piensa que se ha votado a Ramón Jáuregui cuando en los dos debates sustituyendo a Zapatero no dijo una sola palabra sobre nada vasco, porque él estaba allí como un líder estatal español? Pues no. El PSOE ha tenido un buen candidato que ha sido José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre que no crea rechazo (para eso ya está Pepe Blanco), que tiene buena planta, que no es estridente, que trató de abordar y resolver el fin de la violencia de ETA y que a pesar de que desde el punto de vista estatutario no ha transferido una sola competencia, tiene todos los papeles vascos requisados en Salamanca y los acuerdos sobre la 'Y' los hemos logrado nosotros a base de apoyos puntuales a su Gobierno, la feroz lucha entre Rajoy y Zapatero ha hecho que mucha gente de buena voluntad, ante la inmersión propagandística vivida y para que no ganase el PP, ha votado no a Buen, no a Jáuregui, no a Madina, que también, sino a Zapatero, porque no es lo mismo Zapatero que Rajoy.

Añádale usted a este plato una ANV que ha sido la única que en esta legislatura ha pactado de verdad con el PSOE su presencia en los ayuntamientos y que ha hablado más con Egiguren y Moscoso que con sus novias, y téngales usted todos los días acusando al PNV hasta del mal juego del Athletic. Todos los días. Mucho más tras el fracaso de Loyola gracias a su cobardía ante ETA. Y este dato no es tema menor. Es asunto clave.

A este potaje póngale usted en el plato un poco menos de vinagre al ingrediente socialista tras la ida de Nicolás Redondo y Rosa Díez, y su desvinculación del Foro de Ermua y su seguidismo de las políticas de Mayor Oreja. Añádale el alevoso crimen de ETA contra un socialista con una familia y una hija comprensiblemente beligerantes a dos días de la contienda. Y finalmente tenga usted a ciertos medios totalmente acríticos con hechos inadmisibles. Por ejemplo. Al señor Benegas le da todos los años la Asociación de la Prensa de Madrid el premio al diputado desconocido. Y sin embargo ha sido reelecto para seguir en lo mismo. Y otro peor. El señor Astarloa, como en tiempos de Romanones, vive en Madrid, vota en Madrid, coge los votos de Bizkaia, vive en hotel cuando viene a Euzkadi, y no vuelve mas que quince días cada cuatro años. Pues bien. Esta conducta no tiene sanción social alguna. Los medios vascos, de la que informan al ir a votar es de la señora Marisa Arrúe, que sí vive en Getxo y es la segunda de la lista. No sé qué se habría dicho si algo así hiciera un 'cunero' del PNV.

En este ambiente de abierta polarización, repitiendo los mensajes del PP y del PSOE en Madrid y en Euzkadi de forma cuádruple, dando a entender que los votos que valen son los votos a los partidos de ámbito estatal, metiendo al PNV en el corralito del Grupo Mixto, soportando la presencia de una ETA asesina que, dígase lo que se diga, ha tenido una incidencia fundamental, silenciando lo hecho por el Grupo Vasco durante cuatro años, destacando cualquier lunar del PNV con la lupa del Monte Palomar, aguantando el odio enfermizo de una ANV incapaz de analizar serenamente nada, apelando al voto útil zapateril para que no venga el lobo de la derecha cavernaria, y a pesar de todo esto y de nadar con las manos atadas, hemos logrado salvar los muebles. Cuando yo llegué a Madrid en 1986 habíamos obtenido seis diputados de los ocho de la anterior legislatura y de esos seis, dos se fueron al Grupo Mixto y, a pesar de todo, aquellos cuatro gatos, Zubia, Olabarria, Echeverría y yo dimos una buena batalla parlamentaria en tiempos de mayorías absolutas de González. En esta ocasión seis diputados, perdiendo uno, y siendo necesarios en ciertas cosas, la cosa no es tan grave, dígase también lo que se diga porque la propia señora Azkarate, portavoz del Gobierno vasco, ha dicho una verdad necesaria de ser dicha: «En estas elecciones no se juzgaba la propuesta del lehendakari». Sí la presencia del PNV en Madrid.

Se me dirá que hay otros ingredientes en este cocido. Ya lo sé, pero no me toca a mí exponerlos. Sí destacar que el bipartidismo grosero y abusivo sufrido ha sido, además de un factor antidemocrático, un elemento que ha condicionado mucho el resultado final, juntado todo esto al atentado de ETA. Si hace cuatro años el atentado del 11-M tuvo una incidencia fundamental en aquellos resultados, el atentado la víspera electoral y el buen manejo político ante una inconmensurable tragedia también lo ha tenido. También los debates. Por eso los han hecho a dos.

Bueno. Y ahora, ¿qué?

Pues volver al espíritu de ese 1977 en el que había cuatro grupos parlamentarios como ahora. La UCD-AP, PSOE, CIU, PNV y Grupo Mixto. Y entonces se apostó porque hiciéramos política en serio en Madrid, tuviera Catalunya su Tarradellas en el Palau de Sant Jaume y el Consejo General Vasco sus trabajos preautonómicos. Apuéstese por la singularidad vasco-catalana y gallega, examínese la disposición adicional, escúchese al lehendakari, léanse otra vez los acuerdos nonatos de Loyola y tendremos una buena legislatura. Pero si se sigue con acuerdos básicos PP-PSOE contra la 'periferia' a la que se expulsa del paraíso, como en esta campaña, mientras no se hace una apuesta valiente ante realidades que están ahí, le auguro a Zapatero una legislatura perdida y decepcionante, envuelta toda ella en una crisis económica de notable envergadura.

La llamada de Urkullu a Zapatero la noche electoral, la disposición del lehendakari a negociar con La Moncloa, junto a nuestra presencia sensata en las Cortes Generales y la urgencia de esta sociedad de vivir en paz deberían ser los elementos de la gran ciaboga política que hay que dar. A todos nos interesa.

Iñaki Anasagasti