Cómo no hay que pensar en Karlsruhe

El Tribunal Constitucional alemán es una bestia mítica. Si uno no ha dedicado décadas a intentar extraer el significado de ultra vires, puede confundirse. Cuando oímos hablar del principio de democracia, a lo mejor pensamos que sabemos lo que significa, pero no lo sabemos. No pasa nada. Estar confundido no es el peor estado mental. Lo peor es creer que se está en posesión de la claridad cuando no se está. De eso están hechas la mayoría de las columnas de los periódicos.

Así que aquí va mi guía para profanos sobre cómo interpretar erróneamente a Karlsruhe, como se conoce al Tribunal Constitucional alemán por el nombre de la ciudad en la que tiene su sede. La habilidad para malinterpretarlo está especialmente bien desarrollada en Reino Unido. He aquí los cuatro errores principales que se pueden cometer, en orden creciente.

Un método fiable es, sencillamente, aplicar los principios constitucionales del propio país y luego sorprenderse. ¿Acaso no se quedó usted perplejo cuando oyó que Karlsruhe acusaba a la Unión Europea de transgredir sus competencias asignadas, que es lo que significa ultra vires? ¿No fue un argumento a favor del Brexit que la legislación europea siempre se imponía a la nacional, y que la única manera de recuperar el control era abandonar la UE? ¿Cómo es posible? Para entenderlo hay que bucear en las profundidades de las esferas subterráneas del derecho constitucional alemán. Solo allí encontrarán la respuesta.

La siguiente categoría probablemente sea el grupo más numeroso. Son los fans. Están de acuerdo con los árbitros cuando están de parte de su equipo. Si no, no. Los fans superponen sus propias opiniones políticas. Aplauden la sentencia del Tribunal Constitucional de la semana pasada, que insta al Gobierno alemán a adelantar la reducción de las emisiones de carbono, pero acusan al Tribunal de eurofobia en la resolución que concierne a la Unión Europea. Una actitud hipócrita, porque el Tribunal ha aplicado argumentos legales similares en todos los casos.

Si uno de verdad quiere superarse a sí mismo y confundirse con el Constitucional a escala intergaláctica, esto es lo que tiene que hacer: ser economista y aplicar su modelo. O incluso llamar a los miembros del tribunal analfabetos económicos. Lo que descubrirá es que no se alinean servilmente con ninguna escuela de pensamiento económico. No se dedican a hacer economía.

Y ahora, después de mi lista de lo que no hay que hacer, esta es mi lista de lo que sí. En primer lugar, no dar por sentado que el tribunal es estúpido, ignorante, eurófobo o un grupo de viejos blancos de otros tiempos. Echen un vistazo a la foto de los ocho magistrados del denominado Segundo Senado, responsable de las sentencias relacionadas con la Unión Europea, al principio de esta columna. Y no den por sentado que son actores políticos. Algunos lo son. La mayoría, no.

Predecir una futura sentencia concreta es estúpido. El tribunal a menudo sorprende. Un punto de partida razonable es suponer que intentará ser coherente con resoluciones anteriores. En ninguno de sus fallos relativos a la UE, empezando por la decisión de 1993 sobre el Tratado de Maastricht, se puso del lado de los demandantes. Lo que hizo fue definir el espacio legal dentro del cual se permite la integración europea de acuerdo con el derecho constitucional alemán. No anuló el pasado, pero estableció líneas rojas vinculantes. Su definición de la soberanía fiscal como un derecho absoluto es la causa por la cual la UE todavía no tiene una unión fiscal a pesar de nuestras múltiples crisis.

Si se aplican estas ideas al caso en curso sobre la legalidad del fondo europeo de recuperación y la manera de financiarlo, debería esperarse algo de lo siguiente, o todo ello: el tribunal ya rechazó una solicitud de requerimiento por parte de los demandantes euroescépticos. Cuando dicte sentencia definitiva, cabe prever que también rechace el caso. Pero puede insistir en que el fondo solo es constitucional mientras responda a una emergencia claramente definida. Yo diría que habrá un pronunciamiento rotundo sobre cualquier vínculo entre el fondo y una futura unión fiscal. Preveo que se bloqueará esa vía desde el principio. Casi con total seguridad, la sentencia final será más compleja, pero lo anterior es un buen punto de partida para considerar el tema.

Y por último, un consejo general de un experto: acertar en las predicciones está sobrevalorado. Los pronósticos son para los tontos. Se puede llegar muy lejos solo evitando los tres errores lógicos y cognitivos que corresponden a cada una de las contraindicaciones de nuestra lista: la falacia de composición, el sesgo de confirmación, y el sesgo del modelo.

Wolfgang Münchau es director de eurointelligence.com. Traducción de News Clips.

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