Cómo perder a un país europeo

“No es momento para sentirnos tristes, estamos extremadamente enojados”, me dijo recientemente el jefe de una unidad de cuidados intensivos de un hospital ubicado en mi circunscripción electoral en la ciudad de Tesalónica. Él, junto con su personal de dedicados médicos y enfermeras, no había dormido la noche anterior, misma que describió evocativamente como “nuestra Noche de San Bartolomé”. Le pregunté por qué le hervía la sangre de rabia. “Perdí a un joven de 43 años que podría haber sido salvado”, respondió con ira, y agregó: “pero son las mentiras, las malditas mentiras y la propaganda lo que me más me enloquece”.

Grecia tuvo una buena primera ola de COVID-19, pero la segunda ola sorprendió al gobierno completamente desprevenido. Los expertos que trabajan dentro de los hospitales del norte de Grecia, como el jefe de la UCI con quien hablé, ahora comparan la situación por la que atraviesan con la del norte de Italia a principios de la primavera.

Sin embargo, poca información sobre los horrores que ocurren hoy en día se filtra a la opinión pública. Una razón es que los administradores de hospitales designados por el gobierno amenazan al personal con repercusiones desagradables si hablan con los medios de comunicación. Otra razón es que durante la pandemia, los medios se han tornado en completamente dependientes de las grandes subvenciones que el Ministerio de Información (¡Orwell vive!) otorga, a gusto y capricho del ministro.

Durante las últimas semanas, la policía comenzó a investigar al personal médico que había anunciado pequeñas huelgas simbólicas para protestar por la escasez de personal. Cuando se acercaba el 17 de noviembre, el 47 aniversario de un levantamiento estudiantil antifascista –y momento de focal atención para los manifestantes en Grecia cada año – la policía emitió una prohibición nacional de cuatro días a todas las reuniones al aire libre con la participación de más de cuatro personas. La pandemia fue la excusa; erradicar la disidencia fue la razón para emitir esta orden.

El MeRA25, el partido que dirijo, sostuvo un largo debate interno sobre cómo responder al draconiano decreto. Optamos por una respuesta moderada. Pedimos a los miembros del público, a nuestro partido y a nuestra ala juvenil que se mantengan alejados, respetando las restricciones contra la transmisión del virus.

Sin embargo, para mostrar resistencia frente a la conversión de la pandemia en un arma dirigida a prohibir toda protesta, especialmente aquellas protestas del personal médico, se decidió que siete de nuestros miembros del parlamento recorrerían por la tradicional ruta de la marcha, usando máscaras y manteniendo un amplio espacio de distanciamiento social. Como la Constitución garantiza la libertad de circulación a los parlamentarios, nuestra decisión fue a la vez responsable y legal.

Durante nuestra marcha simbólica, cientos de jóvenes policías, tanto hombres como mujeres, desafiando todas las reglas de distanciamiento social, trataron de obstaculizar a nuestros siete parlamentarios. Mientras nos acercábamos al final de nuestra ruta, nos encerró una cadena humana de más de mil policías. Mientras tanto, el primer ministro, el presidente y otras 20 personas caminaron por la ruta que lleva hacia el Politécnico de Atenas para depositar una corona de flores.

Siete horas más tarde, nuestros parlamentarios aún se encontraban enjaulados por una enorme fuerza policial, incluso después de que la carretera se abriera al tráfico normal y las personas retornaran a sus actividades normales. El mensaje fue claro: los derechos constitucionales de los diputados de la oposición han sido anulados de facto.

Se evidenció que ese hecho no fue un accidente en los siguientes días. El 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, mientras los diputados prestaban atención al tema dentro del parlamento, la policía en las afueras arrestó a nueve prominentes feministas que estaban socialmente distanciadas por atreverse a manifestarse en apoyo de la misma causa. A su vez, la fiscalía del distrito anunció que diputados de la oposición, incluido entre ellos mi persona, estaban siendo investigados por violar las restricciones de circulación que, según la Constitución, no se aplican a nosotros los diputados.

Hoy por hoy el gobierno ha usado su mayoría parlamentaria para disipar todas las dudas que quedan sobre sus intenciones antidemocráticas, votando a favor de despojar a una de nuestras parlamentarias de su inmunidad parlamentaria y arrastrarla a los tribunales por algo que dijo dentro de la cámara. Y, sus palabras, además de estar protegidas, resultaron ser ciertas: se recibieron informes sobre que personas encapuchadas y vestidas de anarquistas con la misión de provocar a la policía se mezclaron con los manifestantes y ocasionalmente incitaron a la violencia. Ni siquiera en la tumultuosa década de 1960 un parlamentario fue despojado de su inmunidad legal por razón de las palabras que pronunció dentro de nuestro parlamento.

Hace apenas un año leí el libro de Ece Temelkuran How to Lose a Country: The 7 Steps from Democracy to Dictatorship, un relato desgarrador sobre cómo cayó Turquía bajo una dictadura parlamentaria. Poco sabía entonces que, un año después, ese libro resonaría como un documental de los acontecimientos que se desarrollan aquí en Grecia. Algunas señales comenzaron a aparecer poco después de que el gobierno conservador del partido Nueva Democracia asumiera el cargo, mucho antes de la pandemia.

La policía antidisturbios invadió los campus universitarios para complacer a la derecha del partido gobernante. Casi todas las estaciones de radio y televisión difundieron servilmente la línea mediática del nuevo gobierno que indica que este gobierno va a “hacer que Grecia sea grande otra vez”. Los ministros de gobierno calificaron a los desventurados refugiados de “invasores ilegales”, lo que precipitó la orden ilegal y asesina impartida a la Guardia Costera de Grecia para que ellos repelan, en mares tormentosos, a embarcaciones sobrecargadas de hombres, mujeres y niños desesperados.

A su vez, soplan malos vientos en el sistema judicial. A principios del año 2020, el mandato del presidente llegó a su fin. El Gobierno, tras haber logrado modificar la Constitución para poder elegir al nuevo presidente por mayoría parlamentaria simple, eligió como candidato al presidente en funciones del Consejo de Estado. En efecto, el mensaje a los jueces en los puestos más altos, que se enfrentan a su jubilación obligatoria a los 67 años, fue: absténganse de emitir un fallo en contra del gobierno y les espera un trabajo cómodo.

En un momento en que la Europa liberal se preocupa por Hungría y Polonia, países que están vetando el presupuesto de la Unión Europea como una forma de defensa de sus regímenes antiliberales, nadie parece darse cuenta que otros Estados miembros de la UE, como Grecia, se están asemejando a dichos países. En el año 2015, comenté que ya no se necesitaban tanques para derrocar a la democracia griega. Los cierres de bancos fueron suficientes.

Cinco años después, la transición a la dictadura parlamentaria posmoderna está muy avanzada. Pocos días atrás, en el Día de las Fuerzas Armadas, se proyectó una imagen de un tanque, junto con aviones de combate y misiles, sobre la fachada del Parlamento de Grecia. Allí, frente a la plaza Syntagma, lugar donde tradicionalmente se celebran manifestaciones a favor de la democracia como también desfiles de tanques que repetidamente marcaron la suspensión de la democracia, lo escrito se plasmó en la pared.

Yanis Varoufakis, a former finance minister of Greece, is leader of the MeRA25 party and Professor of Economics at the University of Athens. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

1 comentario


  1. Un gran payaso de leyenda, Varoufakis. Lo que hace la vanidad. Ojalá algún día reflexionemos y seamos capaces de ver el daño que este hatajo de supuestos intelectuales han causado a la sociedad europea.

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