¿Cómo reabrir la economía sin causar la muerte de padres y maestros?

El debate sobre reabrir las escuelas parece que enfrenta a los padres de familia y sus empleadores contra los maestros. Sin embargo, existe una solución que permitiría que los adultos vuelvan al trabajo, que los niños reciban educación y que todos se mantengan a salvo.

Más de 140.000 estadounidenses han muerto de la COVID-19, y hay brotes cada vez mayores en muchos estados. Ninguna otra nación desarrollada ha enviado a los niños de regreso a la escuela con el virus en estos niveles. Los datos sobre la transmisión en las aulas son limitados. Muchos maestros presentan factores de riesgo a su salud y tienen temores comprensibles de volver a su trabajo. Lo más seguro sería que los alumnos desde el jardín de niños hasta el último grado de bachillerato continuarán con clases en línea cuando reinicie el ciclo escolar.

No obstante, ¿qué pasaría con los millones de niños en situaciones de desventaja cuyos hogares no son favorables para el aprendizaje en línea y que dependen de las escuelas para obtener alimentos? ¿Y qué pasaría en el caso de los padres que no pueden trabajar desde casa y cuidarlos?

El gobierno del presidente Donald Trump presiona a las escuelas para que brinden clases presenciales de tiempo completo. Sin embargo, las escuelas no pueden abrir cinco días a la semana para recibir a todos los estudiantes y al mismo tiempo cumplir con los lineamientos de dos metros de distanciamiento social. Muchos planteles educativos contemplan alternar aprendizaje presencial y en línea. ¿Cómo ayudará un sistema como ese a los padres, niños y negocios a volver a un horario normal, una necesidad apremiante en un momento en el que 51 millones de estadounidenses están desempleados?

Los campus físicos podrían albergar a estudiantes que no pueden conectarse desde su hogar a clases en línea. Credit Jonathan Kirn/The Image Bank, vía Getty Images
Los campus físicos podrían albergar a estudiantes que no pueden conectarse desde su hogar a clases en línea. Credit Jonathan Kirn/The Image Bank, vía Getty Images

Hay una mejor manera: permitir a las escuelas ofrecer exclusivamente clases virtuales durante los próximos meses y convertir sus instalaciones y otros espacios grandes que no se usan en Centros Seguros para el Aprendizaje en Línea. Podríamos llamarlos SCOL (sigla de Safe Centers for Online Learning, que además en inglés es muy parecida a “school”, que significa “escuela”).

Este no es un concepto radical. Muchas universidades harán regresar a una parte de su cuerpo estudiantil al campus, pero las clases seguirán siendo en su mayoría, o en su totalidad, en línea.

Los estudiantes que pueden seguir aprendiendo en casa deberían hacerlo así. Como resultado, los centros no estarían llenos y sería posible mantener el distanciamiento social.

Los miembros del personal simplemente ayudarían a los estudiantes a conectarse a las clases en línea proporcionadas por sus escuelas (no sería necesario que sean maestros con experiencia en las materias). Los recién graduados de las universidades podrían trabajar en estos centros y un programa de condonación de préstamos universitarios podría incentivar la participación. Mientras que algunos maestros podrían optar por trabajar en un SCOL, la mayoría podría trabajar de manera remota y pasar su tiempo en el desarrollo de clases en línea efectivas.

Además de usar las instalaciones escolares, podríamos crear estos centros en muchos recintos grandes que estarán vacíos durante los próximos meses, como los estadios, los parques y los centros de convenciones o de artes escénicas. Los requerimientos físicos son modestos. Los estudiantes necesitan solamente un escritorio y una computadora portátil, muchas de las cuales ya fueron distribuidas cuando las escuelas comenzaron con los cursos en línea en marzo de este año. Los divisores móviles pueden convertir instalaciones grandes en unidades más pequeñas que alberguen cada una a un número reducido de estudiantes que porten cubrebocas y se sienten en escritorios distantes entre sí.

Los centros podrían proporcionar comidas para los estudiantes que las necesitan. Consejeros de salud mental y otras áreas podrían reservar un cubículo para atender a los chicos. En caso de un brote, los alumnos podrían volver al aprendizaje en línea desde casa o ser reasignados a un centro diferente.

Es innegable que las clases en línea carecen de muchos de los beneficios del aprendizaje presencial. Sin embargo, un semestre académico por debajo de lo óptimo —o incluso un año— no es comparable con la enfermedad y la muerte.

En Estados Unidos menos del uno por ciento del paquete de estímulo federal aprobado en marzo fue dedicado a la educación básica y media superior. El Congreso necesita ponerse a la altura de las circunstancias y aprobar una iniciativa mucho más grande. En lugar de gastar miles de millones en clases presenciales que pondrían a todos en riesgo y ni siquiera nos permitirían reabrir la economía, financiemos opciones creativas como los SCOL, que sí lo permitirían.

Shardha Jogee es profesora de Astronomía en la Universidad de Texas, campus Austin, madre de un niño de sexto año de primaria y participante del programa Public Voices de The OpEd Project.

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