Cómo reparar Europa

En una famosa cita, Sartre dijo que el antisemitismo hace al judío. Del mismo modo, el regreso del “alemán feo” (como decía el exministro alemán de Asuntos Exteriores Joschka Fischer) ha “fabricado” a Syriza en Grecia y a los nuevos partidos populistas de derecha e izquierda que están surgiendo en España, Italia, Francia y otros países.

El pensamiento social percibió hace tiempo la relación existente entre las amenazas y el fortalecimiento reactivo de la identidad. Según apuntó Amartya Sen en su obra germinal Identidad y violencia, cuanto mayor es la amenaza de problema económico, violencia, disturbio o exclusión, más rígidas y “aislacionistas” se tornan las identidades.Al reducir el proyecto histórico de la integración europea a un euro defendido por una despiadada austeridad, la canciller alemana Angela Merkel y su ministro de Finanzas, Schäuble, han exacerbado los nacionalismos “aislacionistas” que la Unión pretendía sofocar. En lugar de conciliarse identidades nacionales, se han resucitado las fronteras mentales. La idea de Europa está desapareciendo detrás del ondear de banderas.

Cuando las pasiones se atizan políticamente, la polarización se asienta y se escapan las soluciones sensatas. Para quienes miran al Norte, la crisis actual “es culpa de las políticas de austeridad alemanas”. Para los que miran al Sur, “es culpa de los griegos, no dispuestos a reformarse”.

Cuando la semana pasada hablé con Papandreu en el Simposio de Symi, admitió abiertamente que hay un “problema griego”. Para él, el Estado heleno se ha caracterizado por un “capitalismo de amiguetes” y un clientelismo de grupos organizados de interés, que van desde magnates navieros hasta banqueros, pasando por sindicatos de funcionarios. Para darle la vuelta a la situación, él había puesto en marcha reformas que favorecían la transparencia y la independencia del sistema judicial, y otras sobre evasión fiscal, evaluación de profesores escolares y universitarios, licencias profesionales, mercado laboral y pensiones.

Como él señaló, en Grecia, las reformas radicales parecen imposibles de acometer, pero, al mismo tiempo, su necesidad es algo profunda y ampliamente compartido. Hasta los griegos más patrióticos están dispuestos a soltar una letanía de abusos del sistema actual, como cuando un taxista recibía prestación por ceguera o cuando los médicos y los farmacéuticos utilizaban el exceso de recetas para lucrarse a costa del erario público. Cuando Papandreu introdujo un sistema de recetas electrónicas el coste de las subvenciones cayó un 50%, ahorrándole 2.500 millones de euros a la Hacienda pública.

Grecia y Europa necesitan ahora personalidades equilibradas y desapasionadas como Papandreu para apuntar cómo se puede avanzar después del desastre actual, en el que la resistencia frontal de Syriza ha atizado la intransigencia alemana, y viceversa. Ahora tenemos la oportunidad de forzar la mano de Alemania y, como en el yudo, usar sus propias extralimitaciones para cambiar las prioridades de la construcción europea y adoptar un enfoque que vaya más allá de la deuda soberana y del euro. Ahora que el predominio germano en Europa ha quedado patente, y que incluso Francia ocupa un papel subalterno, la lógica de las potencias menores será la de agruparse para obligar al imponente teutón a considerar los intereses ajenos y abandonar la intransigencia para reparar a una Europa dividida.

Estas son las dos grandes prioridades que debería tener Europa después de los rescates:

1. Condonación, con otro nombre. El FMI ha declarado que la deuda griega es “insostenible” y que, según sus normas, no puede participar en rescates de países que al final no podrán pagar sus deudas. Así que aboga por una condonación.

2. Reiniciar el relato europeo. Si Europa puede dejar atrás el desenlace de esta crisis de deuda, el camino estará listo para relanzar un relato de futuro que de nuevo airee las introvertidas identidades nacionales, proporcionando ímpetu a la idea, sobre todo entre los jóvenes, de que la integración beneficia a todos.

Aunque Alemania debe garantizar cualquier relato europeo, este precisa un rostro que transmita que el sufrimiento de los últimos años no ha sido en vano, sino más bien el depósito inicial para acceder a un futuro útil para todos los europeos. ¿Y qué mejor rostro para la reconciliación que el de Yorgos Papandreu?

Nathan Gardels es redactor jefe del Global Viewpoint Network y The WorldPost. © 2015 The WorldPost/Global Viewpoint Network, distribuido por Tribune Content Agency, LLC. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

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