Cómo revivió Australia la moderación política

Como muchas otras democracias, en años recientes Australia experimentó un aumento de la polarización política, sobre todo durante los últimos nueve años del gobierno conservador liderado por el Partido Liberal, en coalición con el Partido Nacional, una agrupación más pequeña con base rural. Por eso el resultado de la elección federal de mayo puede tener enseñanzas importantes para otras comunidades políticas polarizadas.

Tomemos por ejemplo el resultado en Kooyong, el distrito más seguro que tienen los liberales: se extiende sobre algunas de las áreas más adineradas de Melbourne, y desde su creación en 1901, siempre eligió a un liberal o a un representante de sus predecesores conservadores. En la última elección, el representante en funciones por Kooyong era Josh Frydenberg, tesorero federal, segundo líder del Partido Liberal y, en opinión de muchos, futuro primer ministro.

Nadie (y con razón) daba la menor chance de ganar en Kooyong a la principal fuerza de la oposición, el Partido Laborista Australiano. Pero este año Frydenberg también se enfrentó a una adversaria más inusual: Monique Ryan, neuróloga pediatra, exdirectora del departamento de neurología del principal hospital infantil de Melbourne. Ryan renunció a su puesto para presentarse como candidata independiente en el distrito en el que habita, porque estaba muy decepcionada con la falta de respuesta del gobierno liberal al cambio climático. También hizo campaña por la creación de un organismo independiente que investigue la corrupción política, y por igualdad y respeto para las mujeres.

Los distritos representados en la cámara baja australiana son unipersonales, y sus miembros se eligen por voto preferencial, también llamado voto «ranqueado», o con segunda vuelta instantánea (que no hay que confundir con la representación proporcional). Tras calcular la distribución de preferencias, Ryan derrotó a Frydenberg por 53% a 47%.

Ryan era una de varias candidatas llamadas «independientes verdeazul», ya que proponen políticas económicas de tendencia conservadora (el azul es el color de los partidos conservadores en Australia) y políticas climáticas verdes. Es una combinación adecuada para los distritos conservadores en los que se presentaron.

Asimismo, en tres distritos de Sídney casi tan conservadores como Kooyong, los legisladores liberales en funciones perdieron ante mujeres, profesionales, surgidas de la comunidad, partidarias de una acción más decidida contra el cambio climático. Lo mismo ocurrió en Perth, y en otro bastión liberal dentro de Melbourne. En total, entraron a la Cámara de Representantes seis nuevas candidatas verdeazul independientes: todas mujeres, todas preocupadas por el cambio climático. Junto con tres independientes que obtuvieron la reelección y otra más que no está alineada con el grupo verdeazul, el parlamento australiano tendrá diez independientes.

Los Verdes, que antes de la elección nunca habían tenido más de un escaño en la cámara baja, tendrán cuatro en el nuevo parlamento. En una cámara baja con 151 miembros, habrá catorce que dan la mayor importancia al cambio climático y que no estarán alineados con los partidos principales.

Diversos factores hicieron posible este resultado notable. La organización de donaciones de campaña Climate 200 distribuyó 12 millones de dólares australianos (8,7 millones de dólares estadounidenses) entre 23 candidatos independientes preocupados por la cuestión climática. También les proveyó consejos de campaña prácticos, muy importantes para quienes se presentaban por primera vez. Los independientes se presentaron en sus propias comunidades, y contaron con el apoyo de voluntarios locales que hicieron muchísimas visitas casa por casa.

El sistema de votación preferencial fue esencial para las victorias de las candidatas verdeazul, porque les permitió ganar aunque no recibieran la mayoría de votos como primera preferencia. Las seis nuevas independientes verdeazul que ganaron lo hicieron porque quedaron antes del candidato laborista en el distrito que disputaban y el candidato liberal no consiguió el 50% de los votos. Las opciones con menos votos se fueron eliminando, desde las menos votadas para arriba, y se distribuyeron las preferencias de sus votantes. Obviamente, los verdes y los laboristas habían recomendado a sus votantes preferir independientes a liberales, y eso se trasladó a los resultados finales.

En la cámara baja el laborismo no necesitará estrictamente contar con el apoyo de verdes e independientes, ya que consiguió una ajustada mayoría de dos escaños. Pero en el Senado necesitará apoyo de los verdes y de al menos un escaño independiente. Es casi seguro que el nuevo primer ministro, Anthony Albanese, lo conseguirá, ya que ha enviado señales de cambios a la política climática, al decir que quiere que Australia sea «una superpotencia en fuentes de energía renovables».

En países donde hay cada vez más polarización política, la elección australiana debería servir de aliciente a una reforma de los sistemas electorales. Fuera de Australia, la votación por orden de preferencia se usa en las elecciones de nivel nacional en Eslovenia, Irlanda, Malta y Nauru. En Estados Unidos lo usan los estados de Alaska y Maine y muchas ciudades, incluida Nueva York, y hay apoyo a su introducción en otras jurisdicciones.

El extremismo prospera en sistemas electorales en los que salir primero en cantidad de votos basta para ganar la elección, aunque se tenga el apoyo de una minoría de los votantes. Ninguna de las seis nuevas independientes verdeazul recibió la mayor cantidad de votos como primera preferencia en su distrito; pero en todos los casos, una mayoría de votantes las prefirió a los candidatos liberales que sí lo habían hecho. Permitir a los votantes expresar segundas y terceras preferencias ayuda a los moderados a derrotar a los extremistas.

La elección australiana también tiene que ayudar a combatir el cinismo que hace que mucha gente piense que la política no puede generar ningún cambio. Si independientes surgidos de la comunidad pudieron hacer mella en el bipartidismo australiano, entonces también pueden hacerlo en otros lugares, siempre que se cuente con un sistema de votación adecuado.

Peter Singer, Professor of Bioethics at Princeton University, is Founder of the nonprofit organization The Life You Can Save. Traducción: Esteban Flamini.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *