Cómo salvar al Banco Mundial

El Banco Mundial está cayendo silenciosamente en la insignificancia, a medida que sus principales clientes, los que pagan comisiones, buscan otros prestamistas. Para que sobreviva, sus directores tendrán que optimizar su proceso de aprobación de créditos y los activos únicos que lo distinguen de sus competidores.

El Banco alguna vez ganó cómodamente lo suficiente como para ser autosustentable, pero hoy día está pasando rápidamente a depender de la ayuda gubernamental. Las contribuciones periódicas de gobiernos adinerados han apuntalado los créditos a los países pobres, pero es poco probable que aumenten y algunas pueden ser discontinuadas cuando los donantes reorienten sus presupuestos de asistencia hacia los programas para refugiados.

El problema no es que las economías emergentes no deseen créditos; necesitan fondos desesperadamente para infraestructura y otras inversiones. El problema es que el Banco es demasiado lento para procesar los créditos y eso lo ha llevado cada vez más a ser la última opción para muchos de sus clientes potenciales.

Mientras que un prestamista comercial puede demorar tres meses en preparar y desembolsar un crédito, al Banco le lleva más de dos años. Y los esfuerzos para acelerar el proceso, que comenzaron en 2013, solo redujeron ligeramente el tiempo promedio: de 28 a 25,2 meses; en algunas regiones (que representan un tercio de los créditos del Banco) la espera en realidad ha aumentado.

Un claro indicador del desempeño del Banco es el nivel de las primas que los gobiernos están dispuestos a pagar para evitarlo. Un crédito a 20 años del Banco Mundial paga una tasa de interés de aproximadamente el 4 % y los países más pobres pueden endeudarse al 1 % (con «Créditos de la Asociación Internacional de Fomento»). Sin embargo, muchos países están eligiendo emisiones de bonos o créditos comerciales mucho más caros. Por ejemplo, Ghana, a pesar de ser elegible para los créditos de la AIF, eligió recientemente financiarse en el mercado de bonos donde tuvo que pagar una tasa de interés varias veces mayor.

No sorprende entonces que las economías emergentes estén entusiasmadas por el establecimiento del Nuevo Banco de Desarrollo, creado por los países BRICS, y el Banco Asiático de Inversión para Infraestructura, impulsado por China. Ambas instituciones han prometido préstamos más rápidos.

Para que el Banco Mundial sobreviva, sus directores tendrán que optimizar su complicada y rígida burocracia, solucionando lo que fue descrito por informes internos hace más de una década como «fragmentación, duplicación y demoras» en los procesos de aseguramiento, salvaguardas y fiduciarios. Simultáneamente, la institución debe identificar qué puede hacer en forma única. En 2013 el Banco declaró una nueva meta: erradicar la pobreza extrema para 2030. Pero esto lo convierte en tan solo una entre una multitud de organizaciones que buscan ocuparse de la pobreza.

Lo que hace que el Banco Mundial sea especial es que está compuesto por 188 países y puede actuar en nombre de todos ellos, en vez de estar en deuda con uno o dos. Además, su estructura financiera le permite ser más autónomo, autosostenible y resiliente que la mayoría de las instituciones multilaterales restantes. Estos son los atributos que debe aprovechar.

Para comenzar, el Banco está en una situación única para desempeñar el papel de «ecualizador» en el sistema de asistencia internacional, ayudando garantizar que los fondos fluyen hacia los países que más los necesitan. Individualmente, los gobiernos dan mucha ayuda, pero gran parte de ella va a países receptores con los cuales mantienen vínculos o relaciones especiales.

Esta asistencia bilateral está sujeta a los caprichos y las tendencias de la industria de la ayuda y a veces solo incluye a sectores específicos o se destina a respaldar ciertos enfoques. El resultado es que algunos países reciben más asistencia de la que necesitan y otros no obtienen lo necesario. Según el Departamento para el Desarrollo Internacional de Gran Bretaña, solo 5 de los 30 países que merecen las mayores asignaciones de asistencia se acercan al nivel adecuado.

El Banco está en una posición única para equilibrar los caprichos de los donantes individuales y garantizar una mejor asignación global. Hasta ahora, sin embargo, sus préstamos tendieron a seguir las costumbres de sus donantes, más que a complementarlas.

Una segunda lógica para el Banco Mundial es la necesidad de brindar asistencia «anticíclica». Actualmente, cuando la parte rica del mundo sufre un resfrío económico, los países más pobres enfrentan un doble contagio: sus ingresos comerciales se desploman, y los flujos de asistencia e inversión provenientes de los países más ricos se agotan. Las demoras o cancelaciones resultantes para sus proyectos o políticas —hospitales a medio construir, escasez inesperada de provisiones médicas, puentes que llevan a ninguna parte— trastocan sus economías. Con la revisión de sus prácticas de gestión financiera, el Banco podría adoptar un enfoque anticíclico más consciente.

Una tercera lógica para el Banco ha sido su capacidad para compartir conocimiento y desarrollar y reforzar normas entre los gobiernos a los que presta. En la práctica, sin embargo, el Banco ha encontrado dificultades para lograrlo eficazmente. Los prestatarios a menudo se han mostrado reticentes a aceptar sus sugerencias, que perciben como más teóricas e ideológicas que prácticas y basadas en la evidencia. Los funcionarios locales a cargo de la implementación saben que si las sugerencias del Banco no resultan prácticas, son irrealizables o tienen algún otro tipo de defectos, serán ellos y no algún tecnócrata en Washington D. C. quien perderá su empleo (o la próxima elección).

La experiencia sugiere que los consejos del Banco solo resultan influyentes si su mensajero es alguien que verdaderamente conoce el país (idealmente, como residente), es un experto en el tema en cuestión y tiene capacidad para obtener aprobaciones en Washington. El personal jerárquico del Banco asignado a regiones durante períodos largos, como Jim Adams en Tanzania y Uganda, o David Dollar en China, cuenta con un historial envidiable. Sin embargo, es improbable que el Banco en su conjunto tenga éxito si continúa intentando convertirse en un proveedor de soluciones centralizado.

En resumen, la dirección del Banco y los países miembros deben trabajar conjuntamente para crear una institución más rápida y receptiva, que aproveche sus ventajas únicas para equilibrar los flujos de asistencia, proporcionar apoyo anticíclico y ofrecer sugerencias significativas. Este enfoque podría hacer que vuelvan los clientes que pagan comisiones y constituyen su base de recursos autosostenible, le brindan alcance mundial y le permiten continuar desempeñando un papel fundamental para impulsar el crecimiento económico y reducir la pobreza en los países en desarrollo.

Ngaire Woods is Dean of the Blavatnik School of Government and Director of the Global Economic Governance Program at the University of Oxford. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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