Casi todo lo que se ha escrito últimamente sobre Portugal se ha centrado en sus finanzas, en su rescate, y en si pueden volver a sumar. Sin embargo, aunque eso ocurra -y éste es un gran interrogante- no va a ser suficiente que Portugal vuelva a subirse al tren. Esto exigirá el crecimiento de la economía -no sólo una reestructuración financiera- e inevitablemente también implicará recurrir a fuentes de crecimiento fuera de las fronteras del país luso.
Existen varias razones por las que esto va a ser necesario. En primer lugar, Portugal sufre un déficit comercial crónico desde principios de la década de los 90 y sencillamente no puede permitirse seguir pagándolo durante más tiempo. Además, el sector de las exportaciones es la mejor apuesta para el crecimiento de la productividad, otro problema que padece Portugal desde principios de los 90. Y esto es especialmente cierto dado el deprimente estado de la economía doméstica portuguesa. Así lo han reconocido incluso los dos principales bandos políticos del país.
Pero los políticos, y no sólo los portugueses, están empezando a darse cuenta también de que es más fácil hablar que lograr el impulso de las exportaciones. ¿Dónde y cómo podría generar Portugal el crecimiento de sus exportaciones, sobre todo si como miembro de la zona euro no puede devaluar su moneda?
El principal socio comercial de Portugal es España, con el que comparte frontera, pertenencia a la Eurozona y otra serie de similitudes administrativas, culturales y económicas. De forma que el dominio español, y en general europeo, del comercio portugués es, en cierta medida, natural. Dicho esto, la dependencia excesiva de Europa como motor del crecimiento portugués sería problemática dada la posición relativamente periférica de Portugal en Europa, así como las predicciones de que el porcentaje europeo del PIB mundial y la población se reducirán de forma significativa durante las próximas décadas. Por tanto, sin olvidarse de estos mercados -que seguirán siendo los más importantes para Portugal en el futuro más próximo- el país necesita dar un paso más en su objetivo de crecimiento de las exportaciones.
Un objetivo obvio es Brasil, dado el puente lingüístico ofrecido por el portugués así como los vínculos colonia-colonizador -algunos estudios estadísticos demuestran que esto ha duplicado e incluso triplicado la cantidad de relaciones comerciales entre ambos países-. Mientras Brasil figura en la lista de los 10 principales socios comerciales de Portugal, el porcentaje portugués del comercio bilateral de Brasil alcanzó un nivel máximo del 0,8% en 2006 y desde entonces ha caído hasta sólo el 0,5% en 2010. El hecho de que el porcentaje brasileño del comercio portugués sea aproximadamente el mismo que el porcentaje de Brasil del PIB mundial es un indicio aún más claro de las oportunidades perdidas.
Ya en otro tipo de dimensión, pero demasiado importante para ser ignorada está Asia. El centro de la economía mundial se ha ido trasladando hacia el este durante las últimas décadas: desde la mitad del Atlántico en la década de los 80 a Europa del Este ahora, a -se prevé- alguna parte entre India y China en 2050. ¡Sólo en los dos próximos años, por ejemplo, está previsto que China crezca 60 veces más que España en términos absolutos!
Dadas las distancias, no será fácil penetrar en estos mercados. En concreto para las pequeñas y medianas empresas portuguesas que carecen de experiencia internacional, una estrategia ordenada, empezando con el resto de Europa Occidental, tendría más sentido que dar un gran salto hacia el Este. Y así al menos parece que lo han entendido algunos de los políticos portugueses: el manifiesto del partido Social Demócrata, ganador de las elecciones del domingo, llama de manera explícita a fomentar las relaciones comerciales con países de habla portuguesa, así como con China e India. Sin embargo, no estoy seguro de que los empresarios portugueses compartan este planteamiento. A principios de 2011 dirigí un taller para ejecutivos de empresas portuguesas entre los que se incluían algunos directivos de las pocas multinacionales del país y de pequeñas y medianas empresas. Pero en respuesta a los puntos señalados anteriormente, sobre todo escuché quejas acerca de las dificultades para penetrar en mercados extranjeros como el brasileño: es muy difícil sacar dinero de Brasil, su sistema legal es demasiado complicado, los niveles de ingresos son muy bajos, etcétera. Pensé que los portugueses que dieron el pistoletazo de salida a la era del descubrimiento debían tener una mentalidad muy diferente.
Algunas de estas mismas lecciones se pueden aplicar a España. España es casi tan dependiente como Portugal en cuanto a sus exportaciones con la Unión Europea. La cuota latinoamericana en las exportaciones españolas, se ha quedado atrás con respecto a la cuota que tiene Latinoamérica del PIB mundial. Y Asia sólo supone un 6% de las exportaciones españolas. Sin embargo, cuando a los empresarios españoles, como a sus vecinos portugueses, se les enfrenta con estos datos, argumentan que la proximidad a Europa es mucho mayor en múltiples aspectos -administrativos, geográficos, económicos e incluso culturales- que cuando los comparamos con el resto del mundo.
Si bien esto es cierto, tanto España como Portugal deben tener en cuenta las predicciones económicas de los próximas décadas y decidir entre centrarse en lo cercano y cómodo, aunque con crecientes limitaciones, o más bien desarrollar aptitudes para poder competir mejor en las largas distancias.
Pankaj Ghemawat, profesor del IESE Business School.