Compleja seguridad en Afganistán

Con lógica preocupación, EL PERIÓDICO del 12 de junio dedicaba editorial y amplia referencia, mediante un completo trabajo de Marc Marginedas y Pilar Santos, a la amenaza que sufren intérpretes y colaboradores afganos y sus familias, que trabajan con el contingente español, no solo el militar, sino también el de la Agencia Española de Cooperación (Aecid) y el de la empresa estatal Tragsa.
Refieren los cronistas el asesinato de tres familiares de un traductor, hecho ocurrido el pasado 24 de enero, y las dificultades que surgieron al tener que evacuar a Herat a cinco heridos del mismo clan.

Con la prudencia necesaria, el problema –que no es nuevo– exige una serena reflexión. En primer lugar, porque se trata de seres humanos. En segundo, por la importancia que tienen los intérpretes en estas misiones, que el propio editorial califica como «nuestros auténticos brazos y ojos».

Los que pasamos por el antiguo territorio español del Sáhara ya sabíamos lo importante que eran los guías locales, que proporcionaban una prestigiosa Agrupación de Tropas Nómadas. Con los años, surgieron verdaderos expertos cristianos, pero nunca se pudo prescindir de ellos en un territorio que es la mitad de España. Su papel fue siempre fundamental.

Las misiones exteriores en Centroamérica tuvieron a favor que no precisaban intérpretes; pasó lo mismo con las de Angola y Mozambique, donde se hablaba portugués. Pero en Bosnia, Kurdistán, Irak, Albania, Kosovo y Afganistán su papel es vital, porque son bastante más que traductores, dan sentido a las conversaciones y acuerdos, aconsejan, amortiguan tonos violentos si hace falta. Normalmente, su consideración entre los contingentes es elevada. Muchos han acabado viviendo en España por matrimonio u otras razones. Porque también han sido arropados ante amenazas –Bosnia era un caldero– y varios han fallecido junto a nuestros soldados, cumpliendo sencillamente con su deber.

Siempre me acordaré de un intérprete bosnio de Mostar –creo prudente no citar nombres–que pidió, suplicó ayuda para ser operado en España al enterarse de que el cirujano que le habían asignado en un hospital de su país era croata. ¡El miedo puede llegar a ser cruel! Se le operó finalmente en el Gómez Ulla.

Hasta las elecciones de agosto, los talibanes utilizarán todos los medios a su alcance para hostigar el proceso. Ya lo demostraron –y lo seguirán demostrando– cuando a mediados del pasado mes de mayo atacaron con un gas desconocido a un centenar de alumnas de un liceo. No quieren que las mujeres estudien; no quieren que voten. El buen censo realizado en el país, con fuerte apoyo de la coalición internacional, es un objetivo que batir, es un obstáculo a su política, especialmente porque integra a la población femenina.

El traductor cuya familia fue atacada en Muqur, a 10 kilómetros de Qala-i-Now, es de la etnia hazara, habitante de la provincia de Badghis de mayoría tayika, históricamente enemigas ambas de la etnia pastún, que alimenta a los talibanes. Estoy seguro de que nuestros mandos y servicios de inteligencia han analizado la situación, y, si se consideró en su momento que había que proporcionar seguridad, se estará haciendo, como en tantas otras ocasiones. Otros países, como EEUU y el Reino Unido, siguen políticas semejantes, conscientes de la importancia de los intérpretes. Hoy, cerca de 2.000 afganos trabajan con organizaciones y empresas españolas, lo que representa un buen aliento para la economía local.

Pero tampoco es sencillo protegerlos a todos. Ni aun incrementando sustancialmente el número de soldados.

Se protege de muchas maneras. Por supuesto, la mejor arma la constituye un buen servicio de inteligencia. En aquella jungla no vencerá el más fuerte, sino el mejor informado. Por supuesto, difícil es comprender los comportamientos de sus variadas etnias, máxime cuando se sabe que los cambios de lealtades, por miedo o por otras presiones, son frecuentes. El mayor respaldo, y consecuentemente la mayor seguridad, se conseguirá cuando la población comprenda que se está allí para ayudarla. También se protege evitando dar nombres o publicando fotografías.

Por último, la firmeza en estos momentos es fundamental. Escribía en un magnífico artículo –revista Atenea, abril del 2009– el general Javier Abajo, un hombre con amplia experiencia en la zona, que es fundamental mantener un equilibrio entre dos pilares: el de la seguridad y el de la estabilidad, comprendiendo esta la reconstrucción, el desarrollo y la gobernabilidad del país. Precisamente todo lo que quieren quebrar los talibanes. Y nos recuerda el articulista una frase de Ortega muy significativa: «El esfuerzo solo es esfuerzo cuando empieza a doler».

Nos duele lo ocurrido a nuestro intérprete de Badghis. Pero me temo que, a pesar de los esfuerzos por aumentar el contingente, por mandar el material más moderno y seguro, incluida la posible incorporación de dos helicópteros Tigre; por mucho que se mejoren los protocolos de actuación y las reglas de enfrentamiento, seguirá existiendo riesgo para nuestros contingentes civiles y militares y para los afganos que colaboran con nosotros y con los demás países de la coalición internacional. Puede que el esfuerzo nos duela en algún momento. Debemos asumirlo.

Luis Alejandre, General. Miembro de Asociación Española de Militares Escritores.