Comprometido

La elección de Pablo Casado como presidente del Partido Popular el pasado sábado es una noticia esperanzadora para el centro-derecha español. Su victoria ofrece una gran oportunidad, pues no ha sido fruto de un cándido idealismo, sino de una madura reflexión, basada en hechos. Casado miró a su alrededor y advirtió que lo que el centro-derecha venía reclamando desde hace años era exactamente lo que él podía ofrecer en su proyecto: brillante retórica liberal-conservadora, juventud «cargada de experiencia» y mediático perfil. Concluyó que el actual momento político era su momento y que el ser elegido presidente del PP, más que posible, sería inevitable. Y lo fue.

Pero el don de leer correctamente el tiempo y la realidad políticos es un arma de doble filo. Aquellos que hemos venido reivindicando los principios y valores liberal-conservadores y la honestidad política frente a los retos a los que se ha enfrentado España en los últimos años celebramos la victoria de Casado pero debemos ser cautos. Si nuestras ideas se han enarbolado hoy para ganar unas primarias mañana podrían meterse en el mismo cajón en el que reposan las promesas del PP de la histórica mayoría absoluta de 2011 –bajadas de impuestos, reforma de la ley del aborto o fortalecimiento del Estado de Derecho e independencia del poder judicial, entre otras–. El nuevo PP debe tener una actitud política moderada y dialogante, acorde con la sosegada decantación intelectual característica de la tradición liberal-conservadora, pero siempre firme y resuelta. Fortiter in re, suaviter in modo. Debe imperar un orgullo humilde. La faja esconde vergüenzas; que se la pongan otros.

La capacidad para encontrar ese equilibrio entre la realidad y el principio, lo que Balmes llamaba «la razón y la moral aplicadas al gobierno de las Naciones», decidirá el éxito o el fracaso del nuevo proyecto del PP. Tres tests de estrés marcarán pronto esa búsqueda.

Primero, el nuevo líder de los populares debe empezar a ejercer sin demora como líder de la oposición. En menos de dos meses como presidente, sin pasar por las urnas y con 84 diputados, Sánchez ha debilitado la idea de España compadreando con golpistas, atacando la libertad de educación, acordando el acercamiento de presos etarras, anunciado nuevos impuestos, inmiscuyéndose en la vida sexual de los españoles, oreando el guerracivilismo más rancio y metiendo debajo de la alfombra los escandalosos casos de corrupción que a nivel municipal y provincial, particularmente en Valencia, han estallado en las filas socialistas. Casado no puede dejar que Sánchez renueve la vieja tradición socialista de enfrentar a los españoles y arruinar moral y económicamente al país. Tampoco puede dejar que el separatismo golpista campe a sus anchas. Es necesario exigir firmeza en el cumplimiento de la Constitución y la ley. La unidad de España no es negociable.

Segundo, para ejercer con éxito esta tarea, Casado debe tener el apoyo de su partido. La rápida convocatoria de otro congreso del PP que permita el libre intercambio de ideas sobre las prioridades que el palentino esbozó en su «contrato con España» tras ser proclamado presidente del partido sería crucial para dar peso a su proyecto, al partido, y para sentar las bases de los programas electorales que se sucederán a partir de la cita andaluza de otoño.

El presidente del PP deberá rodearse de los mejores y supervisar personalmente la ejecución de sus prioridades. Si las ideas no se traducen en acciones y estas en éxitos electorales, Casado puede rápidamente perder el capital político que ha atesorado. La integración y la unidad del partido son importantes, pero aún lo es más que todos sus dirigentes entiendan que el nuevo PP, en lugar de esperar indolentemente, hace ahora política. El nuevo líder del partido ha insinuado que los organigramas ya no son «tan importantes» pero el compromiso y lealtad de los cuadros del nuevo PP serán fundamentales.

Tercero, Casado ha insistido a lo largo de su campaña en la necesidad de mirar al exterior. Su atlantismo es un paso en la buena dirección pero el mayor reto político vendrá de Europa. Los debates están servidos de aquí a las elecciones de mayo de 2019 y marcarán como pocas veces en su historia el futuro de la UE: defensa común, seguridad fronteriza, inmigración, revitalización demográfica, identitarismos nacionalistas, proteccionismo. España debe jugar un papel de liderazgo en la nueva Europa que se está conformando y para eso hacen falta claridad de ideas y un discurso reformista, coherente y constructivo.

El camino del nuevo líder del centro-derecha no será fácil pero debemos y podemos ser optimistas.

Isabel Benjumea es directora de Red Floridablanca.

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