Compromiso vital

El año 2007 ha supuesto un punto de inflexión en la lucha para proteger nuestro planeta. La comunidad científica y la opinión pública han situado este problema entre las principales prioridades políticas y los Gobiernos han empezado a actuar. Al hilo de las propuestas presentadas por la Comisión en enero de 2007, todos los jefes de Estado y de Gobierno se han comprometido a reducir las emisiones de la UE en un 20% de aquí a 2020, cifra que puede llegar al 30% si hubiera un acuerdo internacional; y a que, también para esa fecha, el 20% de la energía proceda de fuentes renovables y el rendimiento energético aumente en otro 20%. En la reciente Conferencia de Bali, la comunidad internacional comenzó a plantearse una serie de objetivos vinculantes. Sin el liderazgo europeo, no habría ocurrido. Los llamamientos a favor de un acuerdo verdaderamente mundial para luchar contra el cambio climático nunca habían encontrado tanto eco.

Esta semana, la Comisión Europea ha plasmado los compromisos adquiridos por la Unión Europea en actuaciones concretas. La UE está dispuesta a asumir el liderazgo de la lucha contra el cambio climático. Nuestras propuestas permitirán cumplir los objetivos convenidos siguiendo un enfoque respetuoso para con el clima, los ciudadanos y el sector industrial, y compatible asimismo con el mantenimiento del empleo y el crecimiento. Nuestro cometido, o más bien nuestro deber, radica en construir en los próximos 50 años una economía mundial que respete el clima.

Los datos son abrumadores: si mantenemos el comportamiento actual, de aquí a 2030 la demanda mundial de energía habrá aumentado en un 50% y las emisiones de dióxido de carbono, casi en un 60%. Y ya en estos momentos los ciudadanos son testigos del drástico aumento de los precios que registra la energía. Si tenemos el valor de cambiar, podemos disminuir el coste de las importaciones de gas y petróleo en 50.000 millones de euros de aquí a 2020. Podemos reducir nuestra dependencia exterior de esos dos combustibles e incrementar nuestra seguridad sobre el abastecimiento. Es indudable que una Europa menos dependiente del carbono, que disponga de mayores recursos energéticos renovables, será también más fuerte ante posibles problemas de suministro. No ocultamos los costes que generarán las propuestas anunciadas esta semana. La batería de medidas costará aproximadamente 150 euros por persona y año; es decir, lo mismo que cuesta llenar tres veces el depósito de un vehículo familiar medio. Pero esta cifra representa una décima parte del coste que supondría la inacción.

La nueva economía respetuosa con el medio ambiente representa una gran oportunidad económica para Europa. En términos generales, el valor del sector energético mundial de baja emisión de carbono podría llegar a alcanzar los 3 billones de dólares anuales de aquí a 2050, y podría emplear a más de 25 millones de personas. Tan sólo el mercado mundial del carbono, en el que el régimen europeo de comercio de derechos de emisión ha sido pionero, ya supone 20.000 millones de euros al año y de aquí a 2030 su volumen podría ser veinte veces mayor. Así pues, la configuración de una economía con bajos índices de emisión de carbono ofrece la posibilidad de crear miles de actividades empresariales, cientos de miles de puestos de trabajo y un amplio mercado de exportación en el que Europa puede convertirse en líder mundial. Si bien es cierto que el cambio climático es producto de muchas generaciones, evitarlo debe ser el gran proyecto de la nuestra. Atajar el cambio climático es vital para salvaguardar el futuro del planeta. También entraña nuevas e importantes oportunidades para Europa. Ha llegado el momento de aprovecharlas plenamente y con confianza.

José Manuel Durao Barroso